¡Ay de vosotros, miserables pecadores! ¡Willie Nile volvió a Pucela y vosotros no estabais allí! El pequeño neoyorquino, admirado por Springteen, Dylan y Lou Reed, “plagiado” por los Rolling Stones y profeta del ecumenismo roquero neoyorquino; el mismo que será beatificado por unir en comunión el rollete cantautor con la rabia de garaje, el gran superviviente de la epidemia punk de Nueva York, paseaba con soberbia militar sus 70 años de adolescencia y su telecaster de modales springteeneanos y alma Clash.
Hubo diferencias respecto al 2016. La primera: le acompañaba una banda española, los Stormy Mondays.¿Problema? Ninguno. Son “SU” banda desde hace muchos,muchos años, han salido buenísimos, suenan a Willie Nile hasta en las toses, se lo pasan en grande, rebosan elegancia y están en perfecta armonía con el profeta. El único problema es la gran putada que supone para un Neoyorquino que se esfuerza en chapurrear el castellano repetir constantemente “JUANJO” y “JORGE”. Pero Willie no es cobarde y se le ve libre de complejos, amigable en los speech y, tocando, una fuerza implacable . No me cabe duda que en el colegio le mandaban sentar cuarenta veces.
La segunda es que un servidor esta vez sí conocía buena parte del posible repertorio, pero, claro, teniendo en cuenta que este hombre no es muy dado a seguir la lista de la compra, esa diferencia no es muy relevante.
La tercera: presentaba su disco de versiones de Bob Dylan, lo cual, a priori, podría tirar de espaldas. Pero, como el tipo nada en sus propios ríos, empezó con una versión de Tom Petty. Luego, el poco Dylan que sonó sonaba infinitamente más intenso que sus originales. Nile hizo que el poeta sonara ramoniano y le hizo ganar algunas indulgencias. Cuando arrancó Blowing in The Wind algunos revivieron infantiles traumas catequéticos y se dejaron llevar por el terror del brazo secular. Al acabar la canción, estaban sanados; el milagro del talento, que, bien empleado, es la mayor de las bendiciones celestiales. Algo que refrenda el pequeño Will tocando su tremenda Heaven Help the Lonely, que consigue que Dylan nos importe un pimiento. Dudo mucho que el merecido (sí, eso he dicho, merecido) premio Nobel tuviera los arrestos de llevárselo de telonero: cuestión de supervivencia.
La cuarta: el tono. Hubo caña, pero en lugar de incendiar las cosechas y arrasarlo todo, como hizo la última vez, optó por un sonido contundente, pero elegante. Perfecto para los oídos, con la fuerza suficiente para resucitar a los muertos (House of the Thousand Guitars) y la emotividad necesaria para consolar nuestras doloridas almas. Y así, se sentó al teclado y nos susurró un inolvidable Streets of New York en medio de un reverencial silencio. Streets of New York es la típica balada urbana que ya no es capaz de escribir Bruce Springteen, por mucho que lo intente. Y el inquieto Nile tiene muchas más.
La quinta diferencia: la contraprogramación hizo que el público fuera escaso. ¿Eso amilanó al pequeño? Ni mucho menos. Wille fue puro espasmo. Y el público se sumó al terremoto. Cualquiera que hubiera entrado a mitad de concierto en la pequeña y semivacía Porta Caeli, hubiera pensado que estaba metido en un pabellón hasta los topes.
En fin, arrepentíos: si Willie Nile está de gira por la Península, no seáis necios, compraros una entrada y, de paso, amaos un poco a vosotros mismos y escuchad discazos como American Ride, Streets of New York o House of the Thousand Guitars .
Post Scriptum: La revista Popular 1 afirmó una vez que Willie Nile era el secreto mejor guardado del Rock’n’Roll. Gran verdad. Y ya sabéis lo que dice la Biblia: no hay secreto que permanezca para siempre en la oscuridad. Y nosotros respondemos jubilosos: “Hell Yeah!”
Stay Pelletier