Pues todo parece indicar que el artista anteriormente conocido como Prince (la verdad es que desconozco si ahora ya se le podía llamar así de nuevo o no…) sufrió un ligero problema de muerte esta mañana, en su casa y estudio de Paisley Park, en Minnesota.
El pasado 15 de abril, su jet privado tuvo que efectuar un aterrizaje de emergencia para que el colega “recibiera tratamiento para la gripe”. O sea, que el tipo ya no debía estar muy fetén. Esta mañana, Prince Rogers Nelson, también conocido como “el geniecillo de Minneapolis”, aparecía muñeco en su kelo, según su publicista.
Las causas de la muerte todavía se desconocen, pero….., quién sabe? A lo mejor hasta tenía el bicho, el tipo, y todo; porque está claro que entre los ’80 y los ’90 se debió zumbar a medio mundo (y parte de Marte), el interfecto. A saber donde metió su negro (y seguramente enorme) cimbrel, el geniecillo en cuestión…
Bromitas aparte, está claro que el mundo se queda sin un gran artista, de pequeña estatura pero calidad más que indiscutible, que deja atrás una carrera de más de 40 años y más de 40 discos que la avalan (con mucha trangallada por el medio, pero también con discos buenos).
Polifacético multi-instrumentista (gran guitarrista, por cierto), productor, compositor de éxito (tanto para sí como para otra peñita), controvertido, vanguardista y siempre en constante evolución; Prince hizo de su ambigüedad una provocación con la que coquetear con el público, a ritmo de bases rabiosamente funky y, por qué no decirlo, negras.
Habrá que esperar a la confirmación oficial sobre las causas de su muerte, pero lo que parece claro, de momento, es que quizás se piró un poco antes de tiempo, con sólo 57 años…
Hay pocas canciones que uno tiene la certeza de que serán recordadas, como patrimonio de la Humanidad, durante generaciones y generaciones. ‘Purple Rain’, sin duda, es una de ellas.
Gracias por tu arte, simbólico Prince
Stay Pelletier