El ya lej-ano 3 de noviembre, un par de pelletiers teníamos una cita ineludible en la sala Malatesta de Santiago D.C., ya que los míticos Moonspell presentaban su nuevo disco, ‘1755’, después de casi dos años y medio sin pisar la capital gallega y no podíamos, ni queríamos, perdérnoslo.
Después de un “previo” mucho más breve de lo que nos gustaría, mi compañero Pelletier y yo llegábamos a la sala Malatesta y, al recoger las acreditas, nos percatábamos de que el primer grupo de la noche, Norunda, ya descargaba sobre las tablas de la sala compostelana.
Desde el fondo de la sala ya se apreciaba que aquello sonaba como un cañón. La sala tiene una buena acústica y la banda, aparte de tablas más que sobradas, tiene una pegada de la hostia.
En Norunda, los Metallica del ‘Kill ‘Em All’ y los Megadeth del ‘Peace Sells…’ se dan la mano con los Black Sabbath de Ozzy Osbourne, sumándole un poquito de Motörhead por aquí, otro poquito de Overkill por allá… y dando como resultado una suerte de thrash/stoner/doom con tintes progresivos, de riffs mastodónticos y pesada base rítmica, que te obliga a mover la cefa y asentir complacido mientras frunces morritos, sí o sí.
Aunque la banda es relativamente nueva, sus integrantes ya peinan canas y eso se nota. Basaron su repertorio en su primer larga duración, ‘Irruption’ (2017), el cual me quedé con ganas de comprar en la zona de merch, al final del evento, por cierto…
La noche empezaba bien, pero a continuación muchos de los ass-istentes al evento íbamos a llevar una sorpresa que no nos esperábamos para nada (“nunca te acostarás, sin saber una cosa más”, o algo…).
El siguiente grupo en actuar era Bizarra Locomotiva, una suerte de Rammstein lusit-anos con una propuesta a base de metal industrial de ritmo machacón y muy bailable y una puesta en escena de lo más efectista, que hace que cada segundo de su actuación valga la pena.
Como decía, la comparación con Rammstein es inevitable, aunque mi investigación a posteriori me reveló que los portugueses son anteriores a los alemanes, ya que se formaron un año antes, nada menos. Y yo sin conocerlos!!! (y la mayoría de vosotros tampoco… Y LO SABÉIS).
Con Na Febre de Ícaro saltaban a escena, ante las miradas de incredulidad de gran parte del respetable, y en el segundo tema, Mortuário, ya nos tenían ganados a todos y todos bailábamos al son de sus ritmos industriales.
Con una curiosa formación a base de guitarra/teclado/batería/voz y sin bajo, todo en esta banda desprende un halo de frikismo y BIZARRISMO, valga la redundancia, dignos de ver y de admirar.
Cuando hablaba de una puesta en escena efectista, esta viene marcada por una estética de claras tendencias bondage. El vocalista, Rui Sidonio, con el torso desnudo y una suerte de pantalones de látex/plástico negro, no para de saltar y moverse de un lado al otro del escenario y entre el público ni un puto segundo, durante todo el concierto. No sé de qué tipo de droga iría puesto el colega……, PERO QUIERO PROBARLA.
En cuanto al guitarrista, contrasta un nombre tan común como Miguel Fonseca con la imagen de un “bicho” de troba por la cintura, ataviado con un buzo de licra negro desde la cefa hasta los podos (y nada más) y una máscara con una especie de “trompa” larga, que lo convertían en una suerte de híbrido entre el fulano “sumiso” que tenían escondido en la puerta de atrás de la tienda de Pulp Fiction y el monstruo de Predator.
El teclista, que se hace llamar a sí mismo Alpha, daba la impresión de estar recién salido de Alaska y los Pegamoides o de la banda de Tino Casal y el batera, Rui Berton, parecía bastante normaliño, lo cual me hace pensar que quizás sea el peor de todos, si se junta con esa panda de engendros sin un atisbo de vergüenza ajena en su faciana.
Gatos do Asfalto e Na Ferida un Verme sonaban a himnos, cantados y bailados hasta la extenuación por un buen número de fans lusitanos de la banda que tuvieron a bien “subirse” a ver el show de sus compatriotas hasta Compostela. Rui Sidonio se pasa más tiempo danzando y cantando entre el público que sobre el escenario. El respetable le abrió un pasillo en medio de la pista y el frenético frontman se dedica a “marchar” de un lado a otro, moviendo la troba y desprendiendo sudor, entre las arengas y cánticos de sus vecinos portugueses.
Para O Anjo Exilado, sale a escena el bueno de Fernando Ribeiro, a cantarlo a duo con Till Lind….(perdón…) Rui Sidonio; tal y como hace en la versión original del tema, editado en su ‘Álbum Negro’ de 2009. La sala se pone patas arriba.
Tras un par de temas más, con O Escaravelho cerraban un concierto memorable que no dejó a nadie indiferente y caldeó el ambiente hasta cotas inusitadas, teniendo en cuenta que no se trataba de la banda principal.
Un par de cojones, por parte de Moonspell, llevarse a estos tíos de teloneros para tocar justo antes que ellos, porque la “patata caliente” que les dejan sobre el escenario es más que considerable.
Bizarra Locomotiva… El nombre les viene al pelo… Un grandísimo descubrimiento, que no veo el momento de poder volver a disfrutar en di-recto. Son una apuesta más que segura, desde luego… (y además cantan en portugués!).
La atmósfera se tornaba más lúgubre, si cabe, las luces del escenario pretendían y conseguían dibujarnos un escenario desolador; sonaban las primeras notas a los teclados y voces que provenían del más allá nos hablaban de sangre y miedo…
Para cuando conseguimos ver a Fernando Ribeiro, nuestros corazones estaban a punto de estallar. La Intro con la versión orquestal de En Nome do Medo conseguía provocar en nosotros el efecto buscado: nos había trasladado a las calles destrozadas de Lisboa en 1755, teniendo parte de la culpa de ello la vestimenta del frontman. Un gabán de época y, sobre todo, una máscara de pico, tipo máscara de la peste (máscara que se usó en la zona de Venecia para resguardarse de dicha enfermedad en plena Edad Media y que hoy se sigue usando en los carnavales) nos mostraban la entidad de lo que ocurrió en la ciudad lisboeta.
El por qué de la banda buscando estas sensaciones se debe a que su último disco, el cual veía la luz justo el día del directo, está dedicado en su totalidad al gran terremoto que azotó la bonita ciudad de nuestro país hermano el 1 de noviembre de 1755, destruyéndola por segunda vez en 30 años.
Una mirada alrededor para darme cuenta de que la sala Malatesta era la perfecta para una puesta en escena como esta; con el escenario en el fondo del abismo, como mandan los cánones.
El comienzo de Moonspell había sido perfecto. La amalgama de estilos que los lusitanos imprimen en sus temas quedaba presente desde el primer momento, con 1755, donde toda la banda rozó la perfección.
El bajo se vuelve omnipresente en 1755 y, sobre todo, en In Tremor Dei, con Aires Pereira empeñado en hacernos sentir esa inquietud de los primeros momentos, mientras Ribeiro echaba la culpa a la furia de los Dioses.
Esta última, In Tremor Dei, es una de mis preferidas del disco y también lo fue en el bolo, con constantes cambios de ritmo que obligan a todos los músicos a darlo todo y una letra pegadiza pero potente que Ribeiro ejecuta a la perfección.
Continuando el repaso al álbum le tocó el turno a Desastre, en su versión en español, donde las voces de Ribeiro se volvieron, si cabe, más guturales para dejarnos a merced de Mike Gaspar, que en los comienzos de Abanâo nos hace girar las miradas hacia los parches que aporreaba sin piedad, aunque sin dar en ningún momento la sensación de no estar integradísimo en el conjunto de la música. La verdad es que él y Pereira conforman un gran dúo y por eso estamos ante una banda con unos bajos tan protagonistas en sus composiciones.
Las letras de este disco nos dan la particular visión que los lusitanos tienen sobre la vida y la muerte, sobre dioses y demonios, sobre desalientos y esperanzas… y la verdad es que todo en directo nos transmite esa anteposición de sentimientos. Los bajos omnipresentes, unos teclados por parte de Pedro Paixao que amalgaman todo el sonido, haciéndolo tan envolvente que nos parece sentirnos en medio de una espesa niebla de la que solo nos sacan las guitarras de Ricardo Amorim y unos coros que, aunque pregrabados, parecen salidos del mismo cielo (o infierno, según se mire).
De nuevo, Aires Pereira nos hacía torcer la vista hacia su instrumento en los comienzos de Evento y es que hay que ser un puto ignorante para no darse cuenta de lo que este tío es capaz de hacer!!!. No es mi tema favorito, así que aproveché para acercarme a la barra y, ya de vuelta, fijarme en los lugares más intrínsecos de las tablas, descubriendo por primera vez varios crucifijos (y no porque no se vieran…)
La potente 1 de Novembro, Ruinas…; los temas del nuevo álbum iban cayendo uno a uno sin que nadie echara en falta los cortes míticos de la banda, cosa que a las claras habla sobre la calidad de este último trabajo.
Un crucifijo del que salían dos potentes luces de láser rojo que iluminaban al respetable y que Ribeiro levantaba hacia el cielo, cambió el toque pesimista del bolo para dar un paso hacia la esperanza y la renovación de la capital lusitana. Todos os Santos era el siguiente tema y la letra pegadiza, con un estribillo corto, conciso y potente y un ritmo más cuadriculado hace entrever que será uno de los temas más comentados del CD. En el caso del directo, aún mucho después de acabar el mismo, mi compañero Pelletier aún cantaba “Faz día, Faz día em Portugal!” (no lo prueba).
Los primeros acordes de Lanterna dos afogados, un cover de la banda brasileña Paralamas do Sucesso, nos dejaron a Peixâo solo, acariciando los teclados detrás de un decorado con multitud de tubos que le daban un aspecto muy de “órgano de catedral medieval”. Para seguir con la ambientación, Ribeiro aparece en la escena ataviado con una larga túnica negra y el mítico farolillo que todos los malhechores, buscavidas, engendros de la noche y Pelletiers del 1700 usaban en esos tiempos por las calles de oscuros barrios, llenos de antros de maldad, vicio y nolopruebismo.
Los encores de una banda siempre son esperados, sobre todo si comienzas con algo tan especial como Vampiria, donde Ribeiro se pone la mítica capa para remontarse a su álbum WolfHeart (1995) y traernos uno de sus temas más laureados, en donde su base rítmica pierde protagonismo para que los teclados reclamen dicho rol.
Ya con la mítica cara del lobo como fondo del escenario, sonaron temas como Alma Mater, del mismo álbum, con un Amorim disfrutando como si fuera la primera vez que la toca, o Em nome do medo, con todo el respetable dándolo todo, puños al cielo y sudando a raudales.
Opium, Awake!, Mephisto y Ataegina fueron otros de los encores que pudimos disfrutar (que no son pocos), en una sala que contaba con dos tercios de entrada, pero que, los que estaban, estaban pasándoselo en grande.
Pero los hermanos lusitanos no se podían ir sin tocar uno de sus himnos; así que, como viene siendo habitual, dejaron Full Moon Madness para el final del show, dejándonos a todos con la boca abierta. Con ganas de más, pero muy satisfechos, no obstante.
Personalmente, decir que fue uno de los mejores conciertos que tuve el placer de ver en los últimos tiempos, con una banda a un muy gran nivel y con un frontman con más tablas que María Santísima; que se puede permitir lo que le de la gana, tanto a nivel vocal como en cuanto a presencia escénica se refiere.
Bolo muy completo y muy fetén, en general, tanto a nivel teloneros como a banda principal.
En cuanto a Moonspell… El que vale, vale…y ellos valen MUCHO.
No veo el momento de volverlos a ver.
Stay Pelletier
Texto: Anxo Pelletier y Martín Pelletier
Fotos: Martín Pelletier
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