El año pasado, el anterior e incluso el anterior, Clissôn amanecía nublado (bueno, solo en mi cabeza, ya que la resaca se apoderaba de mí). No lo pruebo Style!!!
Ibuprofeno, omeprazol…, el kit necesario del buen festivalier. Qué os voy a contar que no sepáis…?
Media horita de relax, risas con los hermanos Pelletiers, anécdotas de los días pasados, ducha, primera cervecita para regular el pH y vuelta al ruedo para ver la primera de las bandas marcadas en rojo en nuestro horario.
La banda en cuestión no era otra que los barceloneses Crisix. La verdad es que he visto un buen puñado de veces a Juli Baz y los suyos, pero mis venas necesitan su dosis de thrash en cada festival y los de Igualada presentaban trabajo (Against The Odds), así que, ¿qué mejor forma de empezar un domingo de Hellfest?
Los thrashers salieron a The Altar a comérselo, intercalando temas más antiguos con alguno del recién horneado álbum, como Get Out Of My Head y Leech Breeder, manteniendo los puños de un buen número de fans en alto.
No faltó tampoco el ya habitual medley que la banda toca en todos sus bolos, mezclando temas de Beastie Boys, Pantera, Metallica y Joe Jackson. Medley que ensalzó aún más los ánimos del respetable, ya que los integrantes de la banda intercambiaban sus roles musicales, antes de que Marc “Busi” Busqué comenzará a dejar salir de su guitarra las notas de Ultra Thrash, su tema insignia hasta la fecha y con el cual acabaron un bolo que se me antojó potente, pero un poco corto.
Los primeros bolos de la mañana son siempre más tranquilos: rubia en mano miras desde la barrera, mientras vas regulando el pH, hasta llevarlo al punto en donde te habías quedado el día anterior. Esa sensación inigualable de estar, de nuevo, en paradero conocido… Pues bien, eso es lo que hice, deambulando de las carpas al bar de Kronemböurg durante buena parte de la “Sunday Morning”.
En uno de estos paseos, me adentré en la “Carballeira” del Kingdom of Muscadet y al volver pasé por el Main cuando tocaba Primal Fear. Aquí, en Petit Comité y sin ánimo de ofender sensibilidades: me fui a las carpas.
Segunda parada en The Altar, donde una de las bandas de bandera del grindcore, Rotten Sound, habían comenzado su show. Los fineses estaban descargando toda su maldad, consiguiendo que los Mosh Pits fueran continuos en las primeras filas de la tan querida carpa.
No esperé todo el bolo, ya que en The Valley tocaban Warning y me apetecía ver un rato de las peripecias doom de los británicos.
El cambio fue brutal!! Después de venir de los ritmos rápidos, la voz potente de Keijo Niinimaa y sus esbirros, el sonido más pesado y menos rápido del Doom más tradicional se nos antojaba algo etéreo; como si pudiéramos sacar un cuchillo y cortarlo en pedazos.
Echoes y Warching from a distance sonaron limpias y nítidas (es un decir, tratándose de este género musical), dejando buena muestra de que los ingleses llevan casi 25 años recorriendo medio mundo.
De desesperación no nos vamos a morir en un evento así, por mucho que Walker nos lo cante, así que disfrute del sonido sin comerme demasiado la cabeza, por aquello de que mi pH siempre está bien regulado (y regado).
Un paseíto hacia la Warzone, el saludo (indispensable cada vez que se pasa por ahí) al gran Lemmy, esa mirada de complicidad, caracolear un rato entre la gente como buen pelletier y cuando me dí cuenta estaba en las primeras filas, pichet en mano, de Lords Of Altamont.
Como buen fan del Rock ‘n Roll más descarado y arrebatador, de las motos, los tattoos, las cadenas y las Ray Ban, no podía dejar de ver a estos “chicos malos”.
Nada más llegar, vi a Jake “The Preacher” Cavaliere haciendo de las suyas encima de los teclados, tumbándolo hacia el respetable, acompañando música irreverente de gestos aún más… en dos palabras.
El bolo se antojaba interesante o, por lo menos, divertido, así que me dispuse a gozar del momento con otro pichet que mi colega Ferre Pelletier, más precavido que yo mismo en el tema de los beberes, había recogido de camino al escenario ya mencionado.
Live Fast y Action, temas que narran una forma de vida, fueron descargando su fuerza mientras los músicos estaban a la altura de lo que sonaba, mostrándose chulos, “malotes” y posturitas; todo lo que tiene que tener una buena banda del estilo.
Sexo, drogas, alcohol y… todo antes de comer…. The Lords Of Altamont Rules!!!
Aún era temprano para comer, que los galegos somos de hacerlo como los ricos, tarde…, así que devolví la vuelta nolopruebil a mi Hermano de camino al Altar, para meternos entre pecho y espalda otra buena ración de thrash metal, tal y como mandan los cánones.
Los alemanes Exumer comenzaban su bolo y, aunque no son una banda muy pródiga en lo que a discos se refiere, están considerados como una gran banda de Thrash, sobre todo por Possessed by Fire (1986) y Rising from the Sea (1987).
Lo primero que pude ver en este regreso (no los había visto, aunque este hecho ya se culminó en 2013) es que Mem Von Stein se ha librado del peso del bajo, dejándole el papel a T. Schiavo y dedicando así todas sus energías a sus labores de frontman.
Carreras por el escenario en las partes más rápidas de temas como Journey to Obliivion o Fallen Saint. La voz suena potente, muy potente y desgarradora, transportándonos a hace treinta años, cuando el thrash daba sus primeros coletazos. Ray Mensh también está pletórico, teniendo gran presencia en todo el bolo (y no solo por su oronda envergadura), haciendo que volvamos a creer en el poder de una guitarra cuando esta se toca así de rápido. Sin aspavientos, típico músico alemán, viene, toca (ve) y vence… (parafraseando a Julio César).
Exumer eligieron un set list con muchos temas de su último Lp (The Raging Tides, 2016) como Brand of Evil, Dark Reflections o la genial Catatonic, pero también tuvieron tiempo para sus temas míticos y, aunque la comunión con el respetable fue perfecta en todo momento, esta llegó a su cénit con Possesed By Fire, donde los Mosh Y Circles fueron brutales.
Regreso esperado por muchos que no defrauda. Si se vuelve, hay que hacerlo así…
El sol caía fuerte sobre nuestras putas cefas, a dolor, como si estuviésemos en el mismísimo infierno (en realidad, lo estábamos) y decidí acercarme a la novedad del festi. Las cortinas de agua caían sobre el cuerpo sudoroso de infinidad de festivaliers, consiguiendo un efecto entre dantesco, obsceno y provocador, mientras otros engendros nos acercábamos a refrescarnos. Sin tiempo para otros quehaceres, sometí mi cuerpo cervecero a dicha cortina, rebajando mi temperatura corporal en varios grados…. Y sí, los Pelletiers a veces tenemos ganas…
Hora de tomar un Muscadet, mientras mi camiseta de Soldier se secaba y mis gallumbos soportaban la presión. El Kingdom es un lugar increíble; nunca me cansaré de decirlo…
Después de meternos entre pecho y espalda la botellita del caldo galo, nos pareció correcto comer algo, decidiéndonos en esta ocasión por una parrilla argentina que calmó nuestras ansias de supervivencia, pudiéndonos olvidar de comer para dedicarnos solo a regular el pH.
Otro pichet y paseo hasta The Temple a resguardarnos del Lorenzo…
En dicha carpa estaban con su show Manegarm, banda sueca de Viking Metal de la que no soy seguidor, pero la amenaza del Dios sol era seria, así que allí me quedé a ver un rato los devenires de la banda en cuestión.
La verdad, no consiguieron trasladarme al reino de Loki, pero mentiría si dijera que no me lo pasé bien emulando a la ardilla Ratatösk entre el gentío, sembrando un poco el mal…
Después de la propuesta fiestera de los suecos, tocaba ver a uno de los precursores y máximo exponente del Groove metal, Exhorder, en The Altar, aún perdiéndome el bolo de Accept, que se solapaba. La verdad es que nunca había tenido la oportunidad de ver a Exhorder, así que mis ansias de aventura pudieron más que los cuarenta años de los alemanes, Accept, sobre las tablas.
Pero para las temidas solapaciones estaba mi compi de fatigas Santi Pelletier, que después de ver un buen bolo de los Killswitch Engange, pudo sacar unas fotos y disfrutar de los teutones Accept.
Nuestro compañero nos contó que los alemanes saltaron al escenario con una energía y fuerza propia de grupos que llevan miles de conciertos sobre sus espaldas. Su experiencia sobre las tablas se palpó en los primeros acordes de Die by the Sword, única concesión en todo el concierto para su último álbum, The Rise of Chaos, publicado el año pasado.
La poderosa voz de Mark Tornillo hacía que no se echase de menos al gran Udo Dirkschneider en los grandes temas clásicos de la banda como Princess of the Dawn, Fast as a Shark, Metal Heart o la grandiosa Balls To the Wall.
La dupla Hoffmann-Baltes se lo pasaba en grande sobre el escenario, demostrando su veteranía y su buen hacer, siempre con una sonrisa en su rostro: unos auténticos fenómenos del metal.
Gran concierto de los alemanes, que demostraron su enorme valía, con más de cuarenta años de carrera (sin contar sus hiatos), repasando sus grandes clásicos y haciendo vibrar a las decenas de miles de personas que estaban en aquel momento viendo el concierto.
Como comenté anteriormente, esta vez no ví a Accept, para decantarme por los norteamericanos Exhorder.
El bolo comenzó con Death in Vain y con un Vinnie La Bella enchufado, dejando claro desde el principio que, no sé si será porque es uno de los miembros fundadores, pero se cree lo que hace. Y no sé si será su barba, su SP Custom Guitars Scott Pivarnick hecha a mano, o el gran puro con el que salta al escenario, pero el americano tiene presencia y mucha en todos los bolos de la banda, recordándome en esta faceta a algunos de los grandes guitarristas que, por momentos, consiguen eclipsar al resto de músicos, tipo Kerry King, Slash en todas sus variantes, Angus Young etc…
Para cuando conseguí volver a Clissôn de mi viaje astral sonaba Unforgiven, tema más thrash, más rápido con un doble bombo atronador y con un Kyke Thomas que gritaba desde las profundidades del infierno reclamando nuestras miradas. Un estilo similar, en lo tocante a movimientos, al de nuestro Tito Phil Anselmo (en sus años mozos), no dejando de moverse por todo el escenario y mezclando las partes más rápidas de temas como el Unforgiven con otras más melódicas, más Groove, en los que así lo requieren, Legions of Death o The Law.
No fue el bolo del año, de hecho algún hermano me comentó que le había parecido un poco aburrido, pero tampoco me decepcionaron. Los miembros fundadores ponen toda la actitud que se requiere y el resto de la banda cumple bien.
Ya estaba bien entrada la tarde y el sol comenzaba a dar tregua, así que me pareció un buen momento para acercarme a la Warzone, a ver el primer bolo de los dos en que podría ver al sueco Dregen sacando notas de las seis cuerdas de sus Gibson.
En esta primera ocasión, era la banda de Punk Rock Backyard Babies. Comenzábamos a ponernos serios en una jornada que se presentaba apoteósica… The Hellacopters, Turbonegro, Baroness, Gluecifer… El pH revolucionado ante la emoción y Nicke Borg cantando Made Me Madman, mientras el resto de los suecos hacían sonar acordes de rock escandinavo “como si fora pa unha boda”. Conjunción completa… la chispa adecuada … (Héroes del Silencio Dixit…)
La escena punk-rock y su forma de vida va mucho con la actitud Pelletier: alocada, sin demasiada vergüenza, etc., etc. Y eso es lo que se ve en un bolo de los Backyard, Borg y Dregen moviéndose sin cesar por el escenario, indumentarias desenfadadas y acordes al género que tocan.
El bolo se desarrollaba con un ritmo rápido hasta que Dregen se acercó al micro, dio las gracias en francés y comunicó algo que todos sabíamos. Más tarde, llegada la noche, estaría en el mismo escenario para tocar con The Hellacopters; pero esto no se había acabado y comenzaron a sonar los tiempos de Abandon, un medio tiempo que consiguió que el respetable de las primeras filas levantara los brazos y comenzara a moverlos hacia los lados y a aplaudir sin descanso.
Todo esto con una interpretación increíble (Borg rules!!), unos coros espectaculares entre salto y salto por parte del experimentado guitarrista Dregen y un Peder Carlsson, última incorporación de la banda, monstruoso a los parches.
A Song for the Outcast, corte con tintes Blues Rock de su álbum más laureado, Stockholm Syndrome, fue el siguiente tema del set list, justo antes de presentar un nuevo corte que veía la luz dos días antes y que es un anticipo de un nuevo trabajo. Se llama Shovin’ Rocks y, a juzgar por lo visto, la banda tirará, en un futuro, más hacia el rock and roll, alejándose un poco más, si cabe, de sus inicios punk. Melodías más cuidadas, sonidos más complejos…
El público nos lo estábamos pasando fetén, saltando sin parar, rubias a hombros de hombres rudos del norte, cuernos en alto y surferos de multitudes a dolor… A eso hemos venido, señores…
El directazo terminaba con Minus Celsius, dejándome ganas de más. Me lo había pasado en grande, así que decidí cambiar a Iron Maiden por The Hellacopters, que se solapaban horas más tarde. En ese momento justo tomé esa decisión y a día de hoy no me arrepiento para nada.
En uno de los Main Stage tocaban Mustaine y sus esbirros, pero las irregulares experiencias pasadas durante estos últimos años hicieron que me decantara por departir en la barra con una voluptuosa rubia que me gusta más que el caramelo a un niño, llamada Kronenbourg.
Después de hacer los deberes, me dirigí a ver a Baroness, que tocaron en The Valley con un set en acústico, debido a que su batería, Sebastian Thomson, tuvo que abandonar la gira unos días por unos asuntos familiares.
Cuando vas a ver un concierto acústico lo normal es que la música pierda fuerza y potencia, pero aquella tarde la música estuvo llena de sentimiento, magía y toda esa fuerza se multiplicó de forma infinita.
Hay pocos grupos en la actualidad que puedan convertir un set en acústico, de la noche a la mañana, y Baroness es uno de ellos. Porque no solo se dedicaron a cantar las canciones que tienen en acústico, si no que reconvirtieron otras llenas de sludge metal, en verdaderas obras de arte. En realidad, una buena canción, si se toca en acústico tiene que seguir siendo buena.
March to the sea, Shock Me o Try To Desappear fueron esos temas potentes que se reconvirtieron en acústicos, y la verdad es que no perdieron un ápice de toda esa fuerza.
Un concierto muy especial, con una Gina Gleason muy emocionada (incluso se le saltaron las lágrimas en más de una ocasión) y un John Baizley que se dirigía al público y confesaba estar tremendamente emocionado y nervioso. Apenas tuvieron tiempo de preparar el concierto y los problemas familiares de su batería, se vio que tambien les afectaron profundamente; hecho que no impidió que se marcaran un verdadero conciertazo.
Temas como Cocainium, If I Have to Wake Up (Would You Stop the Rain?), Chlorine & Wine o Eula, entre otros, hicieron de este un concierto tremendamente emotivo, sentimental y emocionante; poniéndonos los pelos de punta a los miles y miles de asistentes que no se movieron de The Valley. Creo que todos los pelletiers que vimos el concierto coincidimos en que fue uno de los mejores del festival.
Después de este conciertazo, una de las bandas más esperadas de esta edición llegaba de Seattle con una propuesta muy cercana al grunge que imperó por medio mundo en los años ’90.
Alice in Chains supo reponerse al varapalo de la muerte de uno de sus miembros fundadores, el carismático y uno de los máximos exponentes de la cultura Grunge, con todas sus desgracias y virtudes, Layne Staley, y seguir adelante con el proyecto y con un nuevo frontman, Willen DuVall. El haber continuado se debe, en buena parte, a la persistencia de su guitarra Jerry Cantrell, que luchó durante años con los vicios incontrolados de Staley, sin amilanarse en ningún momento, ni siquiera cuando hace siete años la muerte volvía a sacudir de cerca a la banda con otra muerte; en este caso la de su bajista original, Mike Starr (otro que no lo probaba).
Después de luchar durante años contra los vicios (que a su vez eran parte de sus virtudes y del espíritu grunge) de sus miembros, pero también contra el paso del tiempo, ya que el grunge se quedó en una época y casi nadie ya, hace este estilo, Cantrell ha conseguido salirse airoso y, a estas alturas, comandar una banda mucho más seria y que quedará para los anales de la Historia, le pese a quien le pese…. No como las de los amigos de Meneítos y Mayonesas…
Bien, pues, sin extenderme más, los de Seattle saltaron a las tablas con Bleed The Freak, tema de su primer álbum de la era Staley, y en el que vi a DuVall un poco flojo y al resto de la banda como muy parados, como si estuvieran estudiando al respetable que abarrotaba el Val de Moine.
Un escenario cargado de focos blancos, el mítico bombo con el perro dibujado y en Check My Brain llega el primer solo de Cantrell. Esto va tomando color, Mike Inez comienza a caminar por el escenario, acercándose a los parches de Sean Kinney como para dejarle sitio a Duvall. Y es que el frontman comienza a interpretar Again haciendo el helicóptero con el micro y viniéndose arriba para recuperar su mayor nivel, el cual ya no abandonaría hasta el final del bolo.
Las guitarras de Cantrell sonaban todo lo distorsionadas que tienen que sonar en una banda de grunge y su actitud encima del escenario no dista mucho de la que mantenía en esos años 90 con su amigo y hermano (el disco en solitario, Degradation Trip, dedicado a él lo demuestra) Staley al lado.
La mitad del bolo llegó con Nutshell y con dedicatoria a Vinnie Paul, en donde DuVall estuvo inmenso. Con una Gibson acústica colgada del hombro, me recordó a los más grandes del estilo, como Lanegan, Cobain, Vedder, mi queridísimo Weiland o al mismo Staley, arrancando la ovación de todo el respetable y transmitiéndonos todo ese halo de desesperación, depresión y crudeza que solo estas voces eran capaces de transmitir.
A partir de aquí, todo el bolo rozó la perfección, combinando sus temas más clásicos, No Excuses, el himno We Die Young…, con otros de su última época y ya sin Staley, como Hollow…
DuVall, ya sumamente crecido ante la buena acogida del público francés, se sacó su lado más chulesco en Man In The Box, dando la impresión de lo que ha conseguido: ser uno de los grandes.
Lo visto hasta el momento ya cumplía sobradamente con mis pretensiones, pero falt-abba la traca final y los de Seattle tenían, aún, mucha pomada que dar.
Para comenzar, un tema inédito que supongo que será parte de un nuevo larga duración, se titula The One You Know y fue compuesto por Cantrell y el mismo DuVall. Se nota la mano del frontman y la letra no nos habla de muerte, aunque sí de las bajezas humanas. El sonido sigue llevando el camino de la distorsión, aunque dejando sitio a acordes más complejos, más cercanos al Rock y también, quizás, una mayor importancia de los coros de Cantrell.
Llegaba el momento, Cantrell comenzaba a despuntar los acordes de Would?, la expectación era máxima, todo el mundo pasaba revista a DuVall… El frontman pasó con nota, llevando el tema a su terreno y alejándose de lo que hubiera hecho Layne en su lugar…
Todo lo bueno tiene un final y, en este caso, este se titula Rooster. No podía ser de otra manera…
Gran bolo, cumpliendo con creces mis expectativas y dejando claro que el grunge no está muerto, estará de parranda… Con sus cosas, sus adiciones, pero ahí está, en todos y cada uno de nuestros corazones…
Y en un día con mucho rock, en el que parece que no vamos a dejar de hablar de The Hellacopters, os voy a contar una anécdota.
Gluecifer tocaba en la Warzone mientras yo veía a Alice in Chains. Como aún no soy capaz de estar en dos sitios al mismo tiempo (y si fuera así uno de ellos sería mi casa porque “Como na casa non se está en ningún sitio”, Rubén Pelletier “The Agonist” dixit, fai uns anos claro, porque ahora non se perde viaxe) no pude verlos.
Al final son dos anécdotas, la de Rubén y la que importa… Comentaros que allá por 1996, cuando el Rock aún estaba a la sombra del Heavy en Noruega, unos chavales llamados Gluecifer coincidieron en un bolo en el que Hellacopters teloneaban a The Dictators con el cantante de los primeros, Nick Royale. Como tenían muchas cosas en común, el bueno de Nick habló de los noruegos a White Jazz Records, consiguiendo así que el sello firmara con Biff Malibú y sus secuaces el lanzamiento de sus primeros tres discos. No sé si las relaciones seguirán siendo buenas, pero estas cosas nos demuestran que hemos elegido el buen camino, que en nuestro mundo había más humanidad, más compañerismo y sobre todo mucha más diversión que en todas las mierdas que se están haciendo en otros estilos…. No lo probamos!!! Dio es mi Dios, nada me falta…
En esta orgía de Rock norteño no podía faltar Nick Royale, alma máter de The Hellacopters. Así que subió al escenario casi toda la banda original, hecho este que sucede después de la vuelta de Dregen en 2016, sustituyendo al malogrado Jens Robert Dahlqvist, no presente por un ligero problema de muerte!!! Así que la única novedad es Dolf de Borst a las cuatro cuerdas.
El bolo comenzó con Hopeless Case of a Kid in Denial y en el segundo tema, You Are Nothing, ya pude ver como Dregen está totalmente integrado en el grupo, campa por el escenario a sus anchas, con la Gibson muy baja y dando un recital de rock ‘n roll.
El escenario estaba bastante oscuro en estos comienzos de bolo y casi no no permitía ver a Bobba Feet (Anders Lindström) al piano ni a Robban (Matz Robert Eriksson) tras los parches, con lo que mis ojos se fijaron en los devenires de la sangre nueva. Dolf y su Thunderbird se mantenía a la derecha de Nicke, compaginando su trabajo al bajo con la mayor parte de los coros de los temas, hecho que nos demuestra que sí es cierta su admiración hacia la banda sueca desde sus tiempos en The Datsuns.
La warzone lucía hasta la bandera, dando al bolo ese aire majestuoso de las grandes noches y para cuando sonó Move Right Out of Here los focos del escenario se volvieron cálidos, amarillos y rojos, como buscando integrarse con los decorados que simulan una vieja cárcel herrumbrosa, con las concertinas coronando esos lugares de desesperación y también con el pelo de Nicke, que seguía dando un repaso a su carrera.
Un medio tiempo, No song Unhead, nos trasladaba a la mitad del concierto y la cercanía de las barras en la Warzone, así como la de sobra sabida pericia Pelletier, léase sinvergüencería, para recuperar el sitio hizo que me acercara a por un Pichet, encontrándome en el camino con otro hermano, en este caso era Santi Pelletier que se encontraba ensimismado con Dregen y Bobba dándolo todo en un momento apoteósico del guitarrista y el pianista.
Los amplis Orange, el guitarrista tomando birra como si fora pa unha boda, el frontman vestido de negro y con pantalones de campana…. This is Rock ‘n Roll insensatos!!!
Un Bobba muy crecido en estos momentos aporreaba el órgano sin medida, con constantes barridos por las teclas, cuando sonó la pegadiza Carry me Home, tema que contó con un Royale espectacular en el aspecto vocal y unos coros increíbles por parte de Dregen y Borst, demostrando que son una gran banda y que aunque la continuidad no es lo suyo, cuando se ponen a hacer algo, lo hacen bien.
Pero no nos distraigamos, que no nos da tiempo, un solo de batería de Robban nos mete de lleno en I´m in The Band, con Dregen emulando en sus gestos al gran Angus Young, demostrándole así, con este homenaje, pleitesía y admiración. Buff BOLAZO….
El fuego que salía de las torres de la cárcel antes mencionada no era nada comparado con el que sentía en mi interior en esos momentos y, para más inri, la banda encadenó este tema con Soulseller, donde las guitarras volvieron a sonar increíbles, con un Dolf por los suelos y transportándonos a un mundo paralelo, “lejos del mundanal ruido”…
(Gotta Get Some Action) Now! y el sonido típico del helicóptero al marcharse culminaron lo que para mí fue uno de los mejores bolos de este Hellfest. Era el último día, cansancio acumulado por doquier, pero este tremendo di-recto me recargó las pilas de nuevo cuando ya casi daba este festi por terminado, en buena parte debido al dolor generalizado de todo mi cuerpo.
Como caballo al galope, el del malo de las películas, me dirigí al Altar, pasando de Marilyn Manson, debido a que… hace tiempo que ha dejado de hacerme gracia… Cosas del di-recto!!!
Pichet en mano, llegué a la carpa justo antes de que Tom Hunting, de Exodus, apareciera puesto en pie encima de la batería. Dos enormes muros de pantallas de altavoces flanqueaban al baterista y el decorado del Altar de este año, treméndamente espectacular daban a la cosa un halo de grandiosidad a la par de las grandes ocasiones.
Steve “Zetro” Sousa saltó al escenario jaleando al respetable y, sin hacerse esperar, aparecieron los primeros headbanging por parte de los guitarras, justo al mismo tiempo que el público lanzaba los primeros gritos de bienvenida.
“Funeral Hymn” fue la elegida para comenzar el bolo. Gary Holt, Lee Altus y Jack Gibson sacudían el foso de piojos sin cesar y los parches sonaban potentísimos, pero el bueno de Souza estaba más flojo en estos inicios. Para compensar, Holt se marcó un pedazo de solo en “Blood In, Blood Out”, tema que da nombre a su último trabajo, el primero con el frontman de nuevo en la banda.
Los primeros Circle Pit se dejaban sentir a la altura de las costillas, premiando que Holt y Altus se estaban dejando la piel y que la voz de Souza iba acercándose a su mejor nivel y que también el set list elegido estaba basado en los comienzos del Heavy Metal y la discusión de siempre sobre quienes son los padres de tal subgénero del metal.
Hasta cinco putos temas del Fucking Bonded By Blood.
Los comienzos de Parasyte nos traían a un Hunting pletórico, secundado por las dos guitarras de la banda y dando a entender que con su vuelta también regresó la formación con mejor buen rollo de la historia de la banda. Quizás no la más exitosa, pero sí la que puede ser más longeva o incluso definitiva.
Los focos del escenario se encendían poco a poco, A Lesson in Violence, Blacklist, llegaba el momento de Lee Altus, y para demostrarlo se subió a la tarima de la batera para agasajarnos con un solo increíble, mientras la calavera de luz del Altar comenzaba a encenderse paulatinamente, presagiando un final de concierto increíble.
Con Bonded By Blood llegó la apoteosis. Todo el mundo saltaba, los cuellos parecían romperse y el respetable (y la banda) daba muestras de estárselo pasando en grande. Las luces del Altar se peleaban ya con las de la noria que se veía a nuestras espaldas, brillando como nunca. Los Thrashers se marcharon con Strike of The Beast, dejándonos un gran sabor de boca a todos los ass-istentes, sobre todo de mitad del bolo en adelante, ya que la voz de Souza fue mejorando mucho.
Fuera de la actuación del frontman, los guitarras y el batera estuvieron a un gran nivel, dando un espectáculo sin fisuras y demostrando el por qué de sus treinta años de carrera.
Un montón de TurboJugend se habían paseado durante todo el día por el recinto, así que, por muy despistado que seas, es imposible no acordarse de que Turbonegro tocará en algún momento. Éste había llegado y la banda de Oslo se subía al Warzone, en una ubicación y hora mucho más apropiada que la de 2016, cuando tocaron en el Main en plena tarde, bajo un sol abrasador. Y sí, también en 2016 hubo expedición Pelletier a Clissôn, y en 2015, 2014, etc etc, así que no seas Melón y anímate a sumarte un año a la Peregrinación a Clisson. Irás y volverás….
El ojo nos vigilaba durante el Chrome Ozone Creation (the rock and roll machine suite part 1) y Euroboy y Happy Tom saltaban a las tablas, dirigiéndose este último al micro para presentarnos el tema de su nuevo disco “recién salido del horno” (Febrero 2012) y comenzar un bolo indescriptible.
Duke of Nothing, frontman que relevó a Hank Von Helvete en 2011, apareció en escena vestido de verde para la ocasión, dando un recital de como un showman debe comenzar un show. El sonido era perfecto, la voz sonaba alta y clara, tanto en las partes mas punk como cuando el ritmo se ralentizaba y el cantante increpaba al público.
En Hurry Up & Die el cantante se acordó de las veces que habían tocado en el Val de Moine y, a continuación, llegó la primera sorpresa. Los acordes de Bohemian Rhapsody comenzaron a sonar, con el Duque dejando que el respetable cantara el tema para enlazarlo con Get It On, con Crown Prince Haakon-Marius de protagonista a los teclados. No hubo dildo, no… Euroboy y Rune estaban tranquilitos.
El mismo protagonista en el inicio de Hot for Nietzsche hasta que Euroboy, ataviado con su mono espacial, vino a reclamar protagonismo y, arrancando riffs de las seis cuerdas, consiguió que mis ojos se volvieran hacia sus quehaceres…
Las cosas se ponían serias y es que no es una broma todo lo que venía. All My Friends Are Dead mola mucho sí, sobretodo en directo y es un bonito homenaje a todos esos amigos que tuvimos y no lo probaban… Hacerlo, sí, sin moderación, también, y todas las putas veces que haga falta…
John Carpenter Powder Ballad nos acercaba a la parte final del bolo. Todo el mundo daba palmadas por encima de su cabeza, como invitando al Duke a no cesar en su empeño de mostrarnos todo su repertorio de gestos afeminados, como dándole alas para acabar este Hellfest 18 como se merecía, como dándole campo abierto para que esta nueva edición se quedara en la retina de todos, hasta que la muerte nos separe.
Otro tema de su nuevo disco, Rock ´n Roll Machine, con el que prometen dar al respetable una educación que se aleje de lo establecido durante los últimos años, Special Education, es un tema en el que la voz de Happy Tom toma más protagonismo, escuchándose a veces incluso por encima del velludo frontman Duke Of Nothing.
Todas las luces se apagaron para que Euroboy arrancara los primeros acordes de Age of Pamparius, lo que presagiaba el final del di-recto, pero eso sí, por todo lo grande.
Para cuando el frontman volvió al escenario, venía enfundado en una bandera gala y con un chaleco de los turbojugend entonó las ácidas palabras de la letra de dicho tema, justo antes de pedir al respetable que cantara el estribillo de I Got erection, secundado por el bajo y los parches.
Un directo increíble en un marco increíble…
Todo lo bueno tiene un final y para mí este Hellfest acabó con ese tema. Me dolían todos los huesos, mis fuerzas estaban bajo mínimos desde hacía horas y aún quedaba un duro trabajo por delante hasta llegar a esta situación en la que aquí me encuentro.
Perdón por la tardanza en acabar estas crónicas y, aunque no sirva de excusa, decir en mi favor que esta se hace esperar porque yo soy de esos que piensan en inglés y después lo traduzco para que todos podáis entenderlo.
STAY PELLETIER
@PelletierHorror
@redgra