Un tanque alemán entra por la Gran Vía… Silencio, cuchicheos, niños corriendo alocadamente, mamás llamándoles detrás de las puertas, tensión, nervios… U.D.O. en Madrid!!!
En un momento de la música en el que a las bandas no les queda más remedio que echarse a la carretera y tocar en directo (la piratería y los soportes digitales trajeron muchas cosas malas, pero también alguna buena), hay formaciones que se dedican a juntarse de nuevo, grabar directos, realizar giras de despedida de cinco años, echar la lengua y morder sirope de maíz simulando sangre, etc etc. Otras, en cambio, siguen sacando álbumes, aún a sabiendas de que la mayoría del respetable se quedará en sus viejos trabajos, sin dar ni siquiera una oportunidad a los nuevos. Aún así, esta gente sigue currándoselo disco tras disco para esa pequeña minoría que realmente tiene un amor incondicional por la música y está abierta a nuevas experiencias, aunque en muchas ocasiones sea más de lo mismo.
Pues bien… Estoy hoy aquí para comentaros el bolo que uno de estos incombustibles guerreros ha dado en la antigua Sala Penélope, ahora llamada Mon Live. Udo Dirkschneider y su formación homónima presentaba el disco “Steel Factory” y allí me fui, como buen Pelletier.
Comentar que la banda teutona estaba acompañada por Dead City Ruins y Red Partizan pero, podéis creerme, una auténtica odisea para llegar a la capital desde nuestra base, en Galicia, me privó de ver estos bolos. Llegué justo en el momento en que Red Partizan comenzaba a tocar su último tema, Wanted Dead or Alive, y, la verdad, no fue suficiente para formarme una opinión sobre los yugo-slavos.
Así que, después de pedirme una cerveza, me dediqué a echar un vistazo al merch y la renovada sala, ya que hacía bastante tiempo que no me coincidía hacer el mal por estos lares…
A la hora establecida, salió Sven Dirkschneider para colocarse detrás de una batería impresionante y que presenta como novedad unos brazos para sujetar los platillos mucho más fuertes y espectaculares, muy cuidada en los detalles y que llama la atención desde el primer momento.
El resto de la banda salió tras él, para tocar los acordes de Tongue Reaper, y el genio teutón salió el último, sin que en ese primer momento se notaran los motivos por los que estuvo a punto de cancelar su gira: una lesión grave en su rodilla.
En esta primera fase del bolo, Udo estuvo un poco por debajo de sus registros habituales y Andrey Smirnov, el guitarrista más longevo, parecía llevar el peso a las seis cuerdas, dejando la rítmica a la nueva incorporación, Dee Dammers.
Make The Move y 24/7 fueron los siguientes temas en ser ejecutados, siendo este último el primer sencillo que no pertenecía al SteelFactory, si no que data de hace unos catorce años y de un álbum titulado ‘Mission No. X’.
El público enfervorecido con esta última ya comenzaba a saltar, a caerse las cervezas y a jalear al pequeño gran hombre cuando comenzó a sonar Mastercutor, dejando entrever que estaban ahí por algo y no por aquello de que “a los Kiss hay que verlos”.
La banda sonaba muy bien, aunque el bajista parece que está de vacaciones en muchas ocasiones; pero sobre todos ellos destaca Sven, que aporrea la batera con sus fuertes brazos de hombre del norte sonando en muchos momentos por encima de las cuerdas, muy por encima. Así pasó por ejemplo en A Cry of a Nation y en Metal Machine, aunque Smirnov trató de reclamar nuestra atención con el primer gran solo de la noche, mientras el frontman cerraba los ojos y disfrutaba, como un fan más, de las notas que salían de esa ESP.
Para estos momentos la voz había mejorado mucho, estando ahora a un gran nivel, acompañado a los coros por Sven, que le ayudaba en las partes más difíciles, demostrando que de tal palo tal astilla!!!
La pegadiza Metal Machine puso la sala patas arriba. El respetable, de una edad incierta, aunque bastante puril, levantaba los cuernos, saltos por doquier, abrazos entre risas “Como para unha boda”, pocos móviles grabando y mucha gente disfrutando. En mi caso, tengo que decir que horas después seguía con el estribillo pegado en mi cabeza, sin poder parar de cantarlo…
En estos momentos ya se notaba el dolor en la cara de Udo; no cuando estaba al frente de la banda, pero sí cuando se apartaba un poco para dejar el protagonismo a los guitarras; protagonismo que de vez en cuando reclamaba Dammers en forma de riffs, como pidiendo a gritos que le dejaran explayarse, aunque hasta este momento su papel era secundar a Smirnov.
El momento del nuevo guitarra de la banda llegó en Independence Day, tema que Udo presentó, para acto seguido jalear al respetable, consiguiendo que todo el mundo gritara, acompañando al German Metal Tank. Pero bueno… A lo que iba… Dammers y su Ibánez cargaron en este momento con la tarea de marcarse un solo, demostrando que sabe lo que hace y que no por ser el nuevo es menos bueno.
Uno de los estribillos más pegadizos de este nuevo trabajo es el de In The Heat of The Night, tema que además nos trae el lado más melódico de la banda y en la que se nota mucho, en el sonido, el hecho de contar con dos guitarras, en contraposición a lo que los teutones nos tenían acostumbrados con la formación clásica de ACCEPT, los cuatro del patíbulo…
No sé qué pasa siempre en estos momentos de los bolos, pero la barra parece estar demasiado lejos, la agonía se apodera de uno viendo lo lejos que está el oasis cervecil, los segundos son como horas hasta que mis codos se apoyan en la barra, con la lengua de fuera y una mirada triste y suplicante, lánguida, para tornarse en esperanzadora al ver el grifo del agua “bendita”…
Cry Soldier Cry y Vendetta nos llevaron al ecuador del bolo, bien apertrechados del líquido elemento que nos da la vida, nos dispusimos a ver lo que nos deparaba el apartado más clásico del bolo y en el que seguramente el público estaría más encendido. Decir que seríamos unas 350 personas, número que no me parece muy alto, pero los que estábamos se notaba que no habíamos ido por ir. Los sitios en las primeras filas se rifaban, la gente no soltaba la valla ni por un trozo de pan y la banda notaba el cariño y lo pagaba en forma de darlo todo, no dejando de interactuar y de demostrar que aún se puede hacer heavy clásico y no ser tachado de puril con ideas desfasadas.
In The Darkness comenzó con Dirkschneideer abrazado a Dammers y envueltos en una luz azul que le daba a los comienzos del tema ese halo de oscuridad y misterio al que nos transporta. Es en este punto donde la bestia se despierta y Dammers toca los acordes de este tema, mezclándolos con algún solo, como si lo hubiera hecho toda la vida y como si esta fuera la primera canción que escuchó dentro de la tripa de su madre…
En otro momento sentimentalista del bolo llega la archiconocida I Give As Good As I Get, balada mojabragas del álbum Rev-Raptor (2011) y tal como era de esperar todo el mundo tarareaba y daba palmas bajo la atenta mirada de Sven, que estaba en un momento de calma total; un momento zen para frikis modernillos de pelo largo en la zona de la cocorota y anillos en la cara. Este momento fue el elegido por Tylen Hudrap para recordarnos que el bajo está ahí para algo. Se plantó en el centro del escenario y se atrevió con un solo que rompió un poco la hegemonía de sus compañeros guitarristas en dichos quehaceres…
Un grito, un montón de humo que salía de dos cañones situados en la parte frontal del escenario y los potentes brazos de Sven aporreando de nuevo los parches presagiaban que se habían acabado las tonterías y que el German Metal Tank se iba a enfundar de nuevo el traje militar y abandonar la sala Mon arrasando todo a su paso. Eraser era el corte y nos devolvió a los orígenes de la banda. Speed Metal “como para unha boda” con un Sven que estaba perfecto, olvidándose de los coros para entregarse en cuerpo y alma a demostrarnos como toca la batería.
Keeper of My Soul y One Heart One Soul nos metían de lleno en la última parte del bolo, las luces se tornaron más rojas, más humo en el escenario y más complicidad en las guitarras, como si estuvieran preparándose para un final que se presumía apoteósico.
Sven, que llevaba todo el concierto haciendo florituras con las baquetas, se veía ahora más ocupado. La batería sonaba más potente aún, si cabe, y fueron cayendo temas de finales de los 90 y principios de siglo como Holy, Animal House y la tremenda Man and Machine, donde pudimos ver a Dirkschneider pletórico, muy a gusto, disfrutando de lo que cantaba y transmitiendo ese buen rollo al respetable.
Pero todo tiene un final y el de la banda teutona llegó en forma de They Want War. Os esperabais otra cosa?? Pues no… Tal y como era de prever, este tema fue dejado para el final y para que a todos nos quedaran ganas de más…. Y esto después de casi dos horas de bolo!!!
En resumen, aunque los años pesan, las rodillas flaquean y la voz a veces no es la que era estamos ante una gran banda que aún tiene mucho que decir. Buena prueba de ello es este último trabajo, con el que girarán este verano por los grandes festivales europeos.
Udo es un tanque pero Sven no se queda atrás … Id buscando apelativo!!!
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