Un año más sabio, o no, un año de barras, de antros y de bolos… mucho tiempo desde el último Hellfest.
Un año más viejo y más orondo pero con las mismas ganas de siempre de partir a la conquista de Clisson en la expedición Pelletier.
El momento ha llegado, los calores de junio hacen que nuestros sudorosos cuerpos afloren olor a Rock ´n Roll y a metal, creando esa atmósfera que solo un Pelletier conoce y que sistemáticamente nos lleva, año thrash año, a partir hacia el Val do Moine.
VIERNES 21 DE JUNIO (DÍA 1)
Este año, el viernes, ya habíamos superado el Knotfest y aún estábamos a punto de comenzar nuestra fiesta predilecta, el alma mater de esta página, el santo grial de todo Pelletier, el paso de ser un mierda a sentirte en el puto infierno, y todo ello, con sólo sobrepasar la catedral en la entrada al festival galo.
Cuando entramos en el recinto, después de superados los excesos del día anterior, tocaban en uno de los Mainstage, SONATA ARCTICA, pero su propuesta power metalera no era lo que nos pedía el cuerpo, así que nos pasamos por el bar y luego al Valley donde CONAN probaban sonido.
Así de buena mañana una ración de doom metal plagada de distorsión es un buen comienzo para empezar con buen pie el festival.
La banda de Liverpool basó su show en su último trabajo Existential Void Guardian (2018) pero sin dejar de lado sus temas más conocidos, como “Gravity Chasm” o “Volt Thrower” dando un bolo corto, pero muy solvente.
Justo a la vez, los norteamericanos Daughters hacían lo propio en The Altar, y es que las temidas solapaciones ya empezaban a hacer de las suyas, pero nuestro compañero Santi Pelletier no se perdió un concierto donde el bueno de Alexis Marshall fue dejando síntomas de su locura.
Los de Providence basaron casi todo su concierto en su último trabajo hasta la fecha, You Won’t Get What You Want (2018), donde el noise rock se funde con oscuros pasajes ambientales y con algún toque industrial. Temas como “The Reason They Hate Me”, la poderosa e hipnótica “Satan In the Wait” o “Ocean Song”, entre otros, hicieron que la locura volviera a Clisson, en un concierto oscuro, neurótico y tremendamente visceral.
Después de estos momentos de oscuridad, una vez finalizado el concierto de Conan decidí pasarme un rato por The Temple, más bien porque el sol apretaba duro fuera del cobijo de las carpas. Allí estaban Trollfest para dar uno de los espectáculos más dantescos que vi en mi vida.
Me impresionó tanto, para mal, que hasta me duele procesar sus fotos…. No prometo que veáis reflejado tan burdo espectáculo en esta crónica.
Aún así había bastante gente bajo esta carpa, incluso pasándoselo bien, lo que me hace dudar de mi juicio. O eso, o el mundo se acaba…
Como la opción del concierto de Trollfest no me convenció en absoluto, me dirigí hacia el Mainstage 1 , a por la primera opción, a por la buena, ya que los norteamericanos Godsmack estaban a punto de dar uno de los bolos del día.
Llegué y en el primer minuto ya me arrepentí de haber perdido el tiempo. Sully Erna y sus esbirros estaban comiéndose el escenario, mientras decenas de engendros surfeaban por encima de nuestras cabezas y el fuego comenzaba a arder, explicándonos, con hechos, donde estábamos…
“Esto no es el salón de tu casa, Motherfucker. Bienvenido al Festival del Infierno…”
Los norteamericanos, conscientes de que sólo tenían cincuenta minutos, habían puesto toda la carne en el asador. Ya habían sonado “1000Hp”y “Awake“. Pero por desgracia esos dos temas me los perdí, llegando justo en el momento en que sonaban los primeros acordes de “Unforgettable”, tema de su último álbum When legends Rise (2018).
“Something different” y “Say My Name“, nos acercaban a la ya clásica “Batalla de Tambores”, que la formación de Massachusetts se marca en cada bolo.
Dos hombres y dos baterías que se mueven por el escenario para quedar enfrentadas, cuatro baquetas aporreando unos sufridos parches y varios covers de temas que impactaron al respetable. De todos es sabido lo gran baterista que es Shannon Larkin, pero nos sorprendimos de que el bueno de Sully Erna (guitarra y vocalista de la banda) sea un percusionista y batería excelente. Fue uno de los puntos álgidos del concierto y la hecatombe cayó sobre el Val de Moine.
Y es que no tenemos más que elogios para ambos percusionistas, pero en especial para el gran Shannon Larkin, este rubiales dejó claro que no hace falta un continuado doble bombo (método al que recurren sistemáticamente infinidad de bandas de Power Metal) para sonar potente y alto y que el buen hacer con las baquetas trasmite el mismo sentimiento pero sin esa sensación de repeticiones… Si lee esto algún seguidor de los Sabaton, Sonata Arctica, Nightwish, etc… que estudie!!!! Eso sí, a Helloween, ni tocarlo…
Pero no hay batalla sin contrincante, no hay duelo si no hay enemigo, y ahí estaba el bueno de Sully para demostrarle a Larkin que no era el único gallito del corral.
Acariciando unos timbales y sacándoles un sonido cada vez más potente, el frontman americano intentaba poner contra las cuerdas a su rival mientras a miles de festivaliers les entraba la curiosidad y se ponían de puntillas para no perderse detalle.
Este momento fue mágico, una floritura de Larkin tirando la baqueta al aire y aporreando los platillos al recogerla despertó a la fiera. Pelos como escarpias, sexos que salen de su letargo, vorágine orgásmica digna de la mayor orgía del valhalla… inexplicable con palabras.
Después del recital y de que Sully demostrara que podría ser el batera de cualquier banda, “Bulletproof” y la coreada “I Stand Alone” nos llevaron al final del concierto, dejándonos la sensación de que habíamos visto uno de los grandes bolos del día.

El del Paseíto es Noé Pelletier, los dos actores principales son el cantante y el bajista de Amaranthe que no se quisieron perder los shows de la tarde.
Sin tiempo a respirar nos dimos un paseíto hasta el Mainstage 2, escenario dedicado a bandas francesas durante todo este primer día. Allí se preparaban los parisinos No One Is Innocent que jugando en casa lo tuvieron muy fácil para volver loco al exaltado respetable, consiguiendo que hubiera continuos remolinos y Mosh Pits desde los primeros compases.
Kémar Gulbenkian no dejaba de saltar e incluso llegó a hacer el gesto de disparar a la gente en “Silencio“, uno de los temas insignia de la banda.
A pesar de las constantes variaciones en su formación, los gabachos, estaban demostrando estar bien compenetrados y se sacaron un set list muy potente. Nomenklatura, La Peau y todos a saltar derramando litros de cerveza que el suelo sorbía con rápidez y fruición. En mi caso, no era el momento de innovar y la pradera gabacha se me antojaba un buen maestro a seguir…
Continuas alusiones a su nuevo larga duración (Frankestein, 2018) hacían presagiar un bolo con mucho material nuevo y en este momento le llegó el turno al tema homónimo, que fue recibido entre el público de forma mucho más fría que los temas más clásicos. Con continuas referencias al español, cosa que se había dado durante todo el show, Kémar presentó Chile acordándose de Neruda, Salvador Allende y Victor Jara para acabar el bolo con “What The fuck”.
Pero las sorpresas no se habían acabado y para este último tema saltó a las tablas Niko Jones, voz y guitarra del grupo punk Tagada Jones, cosa que elevó los ánimos del numeroso público que se lanzó con premura a un inmenso mosh pit.
Y es que los mosh pit fueron protagonistas en este primer día de festival, y no sólo en los Mainstages, ya que en The Altar parte de mis compañeros pelletiers estaban viendo como los norteamericanos Power Trip movían al personal con su propuesta de Thrash Metal- Crossover.
Los de Dallas son una de las grandes esperanzas de este género, ya que este joven quinteto pese a sólo tener dos discos en su haber, tienen toda la energía y ganas que le faltan a algunas de las grandes bandas de thrash, además de contar con esa vena macarra thrash-punkarra, que tanto nos gusta.
Rápidos temas como “Executioner’s Tax (Swing of the Axe)”, “Nightmare Logic”, “Crucifixation” o “Manifest Decimation” entre otros, hicieron que los fans más thrashers no se pararan de mover ni un segundo con continuos circle of pits, wall of deaths y crowd-surfing, que tanto gustan en este género; siendo uno de los mejores conciertos del día para muchos de mis compañeros pelletiers.
Pero yo decidí no subir hasta las carpas, pese al calor, y es que no me fui muy lejos, no quería perderme lo siguiente… porque Dagoba tienen la fama de montar los Wall of Death más impresionantes de toda La France. Y como buen Pelletier no podía perderme esto. No vaya a ser que llegues a la noche, un día, sin moratones.
La música en off del Drácula de Bram Stoker nos traía a la banda a la palestra y nada más sonar “I,Reptile”, tema con el que suelen empezar sus shows, el respetable se ganaba la máxima respetabilidad de demonios y ángeles caídos haciendo los primeros circle of pit.
Nicolas Bastos sonaba como una apisonadora, consiguiendo que nos olvidáramos de su predecesor Franky Constanza desde los primeros acordes, mientras el resto del grupo se mostraba hiperactivo en el escenario, contagiando a todo el mundo, hasta a los de las filas más atrasadas.
Shawter estuvo increíble a las voces, Werher Ytier y el guitarrista Richard “Ritch” de Mello otro tanto de lo mismo, no solo a las cuerdas sino también a los coros dando mucha fuerza al conjunto vocal.
Destacaron grandes temas como “Inner Sun”, “Face The Colossus” o “The Things Within”, entre otros. Los de Marsella basaron su setlist en sus últimos trabajos (excepto a Poseidon), olvidándose completamente de los dos primeros, Dagoba (2003) y el EP Release The Fury (2001).
Pero la locura se desató con “The Sunset Curse”, ya que la masa de abrió como las aguas del Mar Rojo en las leyendas bíblicas de Moisés, formándose un colosal Wall of Death, uno de los más grandes que hemos visto. Fue auténticamente brutal.
Después de la descarga de Groove/industrial metal me tomé un descanso para pasarme por una de las cortinas de agua que fueron novedad en la pasada edición del festi y darme un refrescante chapuzón.
Se hace duro estar una tarde en los Mainstages y no sólo por el calor, ya que también te pierdes a muchos grupazos en las carpas. Pero para eso tengo a mis compis pelletiers, que me contaron como All Them Witches dieron uno de los conciertos más emotivos del festival.
Su mezcla de stoner-rock/blues/pisicodélico hace que el grupo de Nashville sea uno de los grupos de su género que más ha crecido en estos últimos años y no sólo musicalmente, ya que el número de seguidores de la banda también ha ido subiendo proporcionalmente, como se demostró en este festival, con un The Valley lleno hasta la bandera.
Este joven trío supo meterse al público en el bolsillo desde el primer instante, temas como “Diamond”, “Alabaster”, “Charles Williams” o “Blood and Sand / Milk and Endless Waters”, son una auténtica delicatessen en directo. Con una depurada técnica, su música creó un ambiente lleno de emoción y sentimentalismo. Un auténtico lujo lo que vieron mis compañeros pelletiers en este concierto de All Them Witches.
Pero yo seguía obsesionado en el producto local, y no sólo en sus preciados vinos, esta vez Ultra Vomit y su jocosa propuesta me esperaba mientras hacían sonar los acordes del tema de los Looney Tunes.
La banda recorrió hace un año casi toda la superficie del país vecino en una gira organizada por la productora del Hellfest, bien secundada por Display of Power. Según ha llegado a mis oídos la gira resultó ser un éxito aunque, en mi opinión, el buen hacer de los de la Coru-neno debió haber influido en que esto pasara así.
Y es que, como todos sabemos, los Display of Power bordan los temas míticos de los estadounidenses Pantera.
Otra curiosidad, los galaicos tocaban en la warm-up mientras en el escenario principal lo hacía la banda principal del Knotfest, teniendo un gran éxito de público a pesar de la competencia. Y su ídolo, Tito Phil, lo hacía el domingo en The Valley, con the Illegals.
Se me ocurre una cuestión…. ¿Sería el Tito Phil uno de los engendros que estaban viendo su propio tributo y pasando de los enmascarados Slipknot?… Si es así que nos escriba para contarnos que le pareció el bolo.
Volviendo al tema, o sea Ultra Vomit, otra vez Niko Jones al escenario para ejecutar las voces de Un chien géant, mucho gestito, mucha perorata que un servidor no entendía por no tener ni puta idea de francés y todo el mundo pasándoselo bien.
En mi caso, al igual que me había pasado con Trollfest, no me convencieron y me fui para no volver, esta vez rumbo a The Altar. Allí comenzarían Kvertelak su espectáculo.
Los noruegos empezaron de forma arrolladora, con Ivar Nikolaisen portando un vaso negro mientras cantaba la letra de “Åpenbaring”. Fueron momentos tensos en los que nuestra mirada no sabía a que parte del escenario ir, todo allí arriba era movimiento y, en mi caso, no volví a la realidad hasta que los coros de “Bruane Brenn” me devolvieron a la misma.
La voz más gutural y sucia del frontman noruego dejaba paso a unos coros más melódicos y ejecutados a la perfección por los hombres de las cuerdas, dando al conjunto un halo de oscuridad y grandiosidad que solo las grandes bandas, y en las carpas de nuestro amado Hellfest, pueden ofrecer.
Charla cómplice entre los tres guitarras y Mr. Bjarte Lund Rolland brindaba con una birra… ¡Se presagiaba algo grande!
Maciek Ofstad se acercó al micro para pedir un Circle Pit, ante los ojos atónitos de todo el respetable que se apresuraba a abrir un hueco en medio de las primeras filas y la zona donde me encontraba. ¡Se mascaba la tragedia!
Kjetil Gjermundrød imprime al momento, con pequeños redobles, un halo de inquietud que acaba cuando la potente “Berserkr” comienza a sonar. La canción del álbum Nattesferd se ha convertido en una fija de los bolos de los noruegos y está desató la fiesta, convirtiéndolo todo en una orgía de saltos, empujones y cuerpos sudorosos frotándose como si no hubiera un mañana.
Pero los vikingos aún no estaban contentos, les parecía poco show el que estaban ofreciendo, así que el frontman y Marvin Nygaard (bajista) decidieron romper la baraja, vender su alma al diablo, y bajarse del escenario para surfear por las primeras filas como si de fans se tratara.
¡Vaya puta animalada! Todo esto y no habíamos llegado al ecuador del bolo…
De nuevo tralla y melodía, con esos coros brutales que tanto nos gustan.”Fossegrim” nos regaló un gran solo de Mr. Maciek, para deleite del personal.
Increíbles como sonaron las guitarras en este tema, solo jugando en su contra que hay tres guitarristas en la palestra, y este hecho facilita un poco llegar a semejante manantial de notas.
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Aun después de lo vivido, a los nórdicos les quedaban tres balas en la recámara,(“Blodtørst”, “Månelyst y “Kvelertak”) que soltaron seguidas, solo haciendo un kit kat antes de esta última para tocar “Månelyst”, de su álbum Meir, el más laureado, si nos basamos en las listas mundiales, hasta la fecha.
Aunque no lo mencioné, Kjetil Gjermundrød estuvo increíble a los parches, no dejándose intimidar por el resto de instrumentistas y demostrando que el solo era capaz de orquestar los graves que tanta cuerda necesita para sonar amalgamadas. El caso de no hablar de él se debe a que su nombre es impronunciable (no como el de sus coleg-ass, mucho más asequible a mi vocabulario).
No hay palabras para describirlo… ¡¡¡CONCIERTAZO!!!
Al mismo tiempo, en The Valley, y según me contaron alguno de mis compañeros pelletiers, Graveyard dieron otro bolazo. Pena no poder estar en The Altar, The Valley, el sofá de casa y el balneario de aguas dulces al mismo tiempo.
Pero como hay que elegir me dirigí hacia la Warzone, eso sí, con parada obligatoria en el Kingdom Of Muscadet para probar el vino local (Le Muscadet). Desde que cambió hace tres años este escenario, podemos afirmar que es uno de nuestros favoritos (mira que nos gusta), porque el Hellfest apuesta por la continua evolución e innovación del recinto y del festival en general, y eso lo sabe hacer como nadie.
Cuando llegué a este escenario aún no había comenzado el concierto de Hank Von Hell.
Os voy a poner en antecedentes, aún a riesgo de ser pesado… el puto año pasado coincidieron en este país, en este festival y en este puto escenario: Gluecifer, Backyard Babies, The Hellacopters y Turbonegro callando bocas y dejando el pabellón muy alto.
Aún tengo en mi cabeza a Biff Malibu cantando “I got a War”, a Dregen haciendo mil diabluras con las seis cuerdas, y al Duke of Nothing echándose a las espaldas todo el repertorio de Turbonegro y saliendo airoso de tal mortal envite (Gracias señor por estos bolos, nada me falta…).
El caso es que el bueno de Hank desoló en 2010 a los Turbojugend de todo el mundo dejando al grupo noruego para dedicarse a… sus cosas.
Sus cosas no trajeron ninguna novedad al mundo musical…
Pasados nueve años el orondo frontman (ahora no lo está tanto) vuelve para hacer una cosa harto parecida a lo que estamos acostumbrados, sólo que con otros músicos, pasando de largo de las excentricidades de Euroboy y de la sonrisa constante de Happy Tom.
Este regreso, sumado a lo alto que habían dejado el listón sus compañeros de la Scandinavian wave, hacía que miles de fans esperaran al bueno Hank subirse por primera vez a esta Warzone. Eso sí, sería una dura prueba para él, ya que estaría ante una legión de festivaliers ávidos de sangre y con el “mazo de juez” preparado para tirar por los suelos, al más minimo error, su directo.
Pero lejos de intimidarse, Mr. Von Hell se lanzó al escenario dispuesto a desglosar de cabo a “rabo” su último y único disco Egomania. La pegadiza canción que da nombre al disco fue la primera en sonar en la tarde, mientras nuestros ojos iban escrutando, poco a poco, a la banda que acompañaba al artista.
Las pintas de Hank, las de siempre (ya dijimos que bastante más delgado) y las de su banda siguen llamando la atención por su excentricidad, desenfado y lucha contra lo establecido. Dos guitarristas dueños de un extenso repertorio de movimientos imposibles, un bajista cuyo mostacho es una mezcla entre Dalí y el teniente Martín Castillo de Miami Vice (más rubio y más joven) y un baterista que se salva un poco de la quema y parece más “normal”.
Cinco temas más del disco antes mencionado y llegó uno de los momentos cumbres del concierto, ese momento esperado, esa primera cover de su banda mater, ni más ni menos que Selfdestructo Bust, tema que puso por todo lo alto al respetable, puesto que hasta ese momento se encontraba un poco aletargado, tal serpiente a la espera de su cobaya.
El tema fue defendido con solvencia, lo que dio fuerzas a la banda para ejecutar la segunda parte de su show, ahora sí, con todo dios bailando, saltando y haciendo “gestitos” dulces y cariñosos al más próximo.
“Blood”, “Wild boys Blues“ y “Bum To Bum” fueron los siguientes temas elegidos. Y en ese preciso momento en el que todos lo estábamos pasando de puta madre, me di cuenta que era cierto lo que había sentido al escuchar el disco y también lo que había escuchado a críticos sin fin, Hank Von Hell suena mucho a Turbonegro. Quizás mucho más cerca de sus mejores años de lo que su antigua banda volverá a sonar.
“I Got Erection” y “All My Friends Are Dead” fueron las ersiones elegidas para acabar. ¡No podía ser de otra manera!
En fin, muy buen bolo, con unos músicos muy integrados en el espectáculo, sin dejar de moverse, reírse y acompañando a su líder en toda clase de diabluras.
Lo bueno de un gran festival, o lo malo según se mire, es que te obliga a hacer continuos cambios de estilo, porque aunque nada es obligatorio en la fiesta del infierno, todo es interesante.
Así que mis huesos acabaron en The Temple, donde Tom Gabriel Warrior y sus esbirros de Triumph of Death pretendían transportarnos a 1982, a los primeros momentos del Black y el Death Metal, a HellHammer.
Llegué un poco tarde, por aquello de pararme en el Hell´s Food Court a fagocitar y a empinar el codo. ¡¡¡Cosas en las que soy un primera!!!
Pocas luces y todas ellas frías, pantallas Marshall “como para unha boda”, el bueno de Tom pegado a su gorro, a su flying y bien secundado por el guitarrista André Mathieu, por Alessandro Comerio a los parches y una bajista con el pelo casi tan platino como el del frontman, la italiana Mia Wallace (Niryth); esta era la estampa a la que nos enfrentábamos.
El suizo demostró desde el primer momento estar en un excelente estado de forma y los pocos temas que la banda en la que se inspiran llegó a editar fueron cayendo, como oscuros mazazos sobre nuestras sienes. Destacamos: “Massacra”, la homónima “Triumph of Death” o el single inédito, “Blood Insanity”, que tardó la friolera de treinta y dos años en editarse, todas ellas sonaron increíbles.
Los comienzos pesados de dicho tema dieron la oportunidad a la bajista rubia de ser protagonista mientras Tom deambulaba por el escenario y Mathieu adoptaba una pose maléfica. Una pose que se me antojaba algo entre un cuervo siniestro y una estatua infernal devastada por el paso del tiempo. Postura que abandonó con el primer redoble de batería para acercarse al micro y cantar el susodicho tema, con un tono mucho más grave pero igual de efectivo que el usado por The Warrior.
Grandes músicos emulando, con respeto, a una de las bandas más recordadas, binomio perfecto a priori que resultó ser cierto a posteriori.
El cantante suizo se lo pasó en grande con su nueva formación, demostrando estos una gran presencia y carisma sobre el escenario, sobre todo Mia Wallace, una auténtica vampiresa, que hipnotizó a más de un pelletier.
Al acabar el concert, ya nos quedamos por la zona de las carpas, porque no teníamos ninguna intención de bajar a los Mainstages.
Porque no tenía pensado hablar de Manowar antes de este festival y no lo haré pese a lo ocurrido. Sólo comentar que el bolo se suspendió por motivos de escenario y decibelios (y seguramente “money”), y que sus sustitutos de última hora fueron Sabaton (mejor no hablar de ellos tampoco).
Estos últimos me imagino que si tocaron, aunque sabemos que su frontman se quedó sin voz al principio del concierto (vaya por dios…), así que si antes sus conciertos eran una especie de karaoke metalero, podemos asegurar (sin verlo) que este ya lo fue del todo (patetic)
Y es que nuestros cabezas de cartel de este día estaban en las carpas: Fu Manchu y King Diamond, con dos estilos muy diferentes, pero que dieron dos conciertos magistrales.
Empezamos por los californianos, ya que tocaron antes. Y para eso transcribimos las palabras de nuestro compi Santi Pelletier, ya que es la persona idónea (los vio unas cuantas veces) para opinar sobre este concert:
” Llegamos a un The Valley donde ya no cabía un alma, puesto que Fu Manchu regresaba al Hellfest dos años después, para dejar claro que son la banda de fuzz-rock más grande de este planeta.
Y es que empezar un concierto con “Evil Eye” y “Eatin’ Dust”, hace que se te pongan los pelos como escarpias. La energía que transmitía el cuarteto de Orange County se palpaba en el ambiente, con miles y miles de personas moviéndose de forma desenfrenada, bailando, y sacando sus más preciadas air guitars.
A los californianos no les hace falta calentar, ni adaptarse al concierto, porque sabes que desde el primer segundo lo van a dejar todo en el escenario.
Prácticamente rozan la perfección en cada instante, te da igual que toquen “Clone of the Universe” de su último disco, que un clásico como “California Crossing”, la intensidad va a seguir siendo la misma.
Scott Hill te va a llevar en volandas hacía el orgasmo musical. Lo escuchas, lo ves, lo sientes, y percibes que él mismo tiene esa sensación al interpretar su música, esa es la verdadera comunión entre grupo y público.
Fu Manchu tiene el status de gran banda, porque se lo han ganado a pulso todos estos años. En el Hellfest no iban a ser menos, no sólo por su actitud, si no porque se reinventan en cada gira y en cada concierto. En esta ocasión no podía ser distinto y nos regalaron unos cuantos clásicos que no suelen estar en sus directos, como “Boogie Van”, “Redline” o “Coyote Duster”.
Asistimos a un concierto donde los fans de la guitarra estaban en su Disney World particular, era un puto parque de atracciones de solos y riffs. Y buena culpa de ello fue por el buen hacer de Mr. Bob Balch, ya que era la enésima vez que nos obsequia con una clase magistral a las seis cuerdas.
Para más inri, “Moongose”, “Hell on Wheels”, “Dimension shifter”, “King of the Road” y “Saturn III” para acabar el show.
Y es que el concierto se nos pasó volando, como si estuviéramos conduciendo un Plymouth Superbird de los 70, “cabalgando” por el desierto de asfalto,mientras escuchamos a Fu Manchu a toda ostia y sintiéndonos los reyes de la carretera. Absolutamente impresionante lo vivido aquella noche en Clisson.”
Después de ver un conciertazo, se nos presentaba una duda, ver a Gojira en su tierra o quedarnos en The Temple para ver el espectáculo de King Diamond desde las primeras filas. El gusto por las rubias en jarra y la compañía de algunos Pelletiers, fans empedernidos del ex-líder de Mercyful Fate me decantaron por la carpa.
Con un poco de retraso, la superbanda que acompaña al rey diamante saltó a las tablas que se habían engalanado para la ocasión simulando una antigua mansión, con su pomposidad, sus misteriosos y aterradores altos techos, incluso se palpaba en el ambiente su olor a almizcle y humedad…
La ocasión la pinta el diablo…
Tonos cálidos en una luces que se alejaban, y en mi pensamiento todavía perduraba lo vivido en aquel concierto del danés en 2016. Pese a ser en el mismo festival, aquella vez había sido en uno de los Mainstage, pero esta vez sería bajo la carpa, y eso nos hacía presagiar muchas novedades.
El hombre de las mil voces siempre plantea una auténtica obra teatral encima del escenario, pero esta vez ha querido ir más lejos. No adelantemos acontecimientos…
La intro de “The Wizard” (tema de Uriah Heep) nos metió de lleno en el bolo, en el que se fueron sucediendo temas como “The Candle”, “Vodoo”o “A Mansion in Darkness” mezcladas con los típicas intros pre-grabadas, que nos metían aún más en el lúgubre ambiente. Se respiraba Heavy Metal por todos lados y la voz de Mr. Petersen tenía encandilados a los seguidores que en ese momento abarrotaban la pequeña gran carpa que cubre The Temple.
Las guitarras parecían haber salido de los años 80, los gestos típicos de los guitarristas de esa época, headbanging por doquier, alzamiento de instrumentos a la mínima, riffs rápidos y mucha presencia de los platillos del batera Matt Thompson. Sólo con el sonido instrumental hubiera sido suficiente para causar esa sensación metalera de antaño. Pero eso sería para gente normal, nada es suficiente para The King, así que decidió darnos un sorpresón y tocar un tema inédito, “Masquerade of Madness”, que irá incluido en su nuevo trabajo.
A continuación soltó “Halloween” consiguiendo que todo el respetable tarareara el tema de su primer álbum como rey Diamante, tema que ya tiene la friolera de treinta y tres años (la edad de cristo menos un mes).
Los continuos gags teatrales del danés y también de una bailarina/actriz que salía de entre bambalinas, de vez en cuando, hacían que nuestros ojos no se despegaran del escenario, para no perder detalle. Y entonces llegó otra sorpresa, “The Invisible Guests” (desde 2006 sin tocarla en directo). “You will forget what, You saw here tonight…” reza la canción, pero King Diamond parecía estar intentando todo lo contrario, dar un bolo que se quedara en nuestras retinas per secula seculorum.
Como si buscara rizar el rizo un poco más, se sacó de la manga “Behind These Walls”, corte de su Lp The Eye (1989) que nunca habíamos podido disfrutar en sus bolos, para continuar, en los encores con temas bastante olvidados en sus set list (“The Lake” y “Burn”) y acabando por todo lo alto con “Black Horsemen”.
En definitiva, gran show de Heavy Metal, con unos músicos muy duchos y el frontman de las mil voces no sólo cantando bien, haciendo continuos alardes de su carisma, incluso en temas menos conocidos.
Hasta aquí llegó nuestra primera jornada, eso sí, antes de ir a dormir nos fuimos a echarnos unos bailes a las carpas after-party, pero eso ya es otra historia…
STAY PELLETIER
Texto: Martín Pelletier (con aportaciones de Santi Pelletier).
Fotos: Martín Pelletier y Santi Pelletier.
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@redgra