Año tras año, cuan migración de la cigüeña, la expedición Pelletier hace los preparativos para su peregrinaje a Clissôn. Eso sí… Pese a su cercanía a París, nuestra intención no es la de traer ningún niño en el pico.
Clisson, ciudad del Rock, se convierte en la Meca de todo seguidor de la buena música (o de la fiesta, en general) durante un fin de semana al año; atrayendo al territorio del Muscadet (vino de la zona) a personajes muy dispares: desde el ecléctico ratón de biblioteca, hasta el orco grandullón y barbudo de las tierras del norte.
Muchos kilómetros, muchas risas y nuestra expedición llegó al “Val de Moine” ,emocionados y cada año un poco más temprano. Ganas de…
Pichet en mano y a buscar las pulseritas… Nada más llegar, vimos la ya mítica guitarra de la glorieta y segundos después la primera novedad de este Hellfest; pero voy a ser malo y no os la desvelaré de momento, para que esta crónica no pierda un ápice de interés.
Ya entrada la noche, accedíamos a la Hell City, donde siempre hay novedades. Este año, la más destacable era un pequeño escenario en el que tuvieron lugar diversas Jam Sessions y conciertos de bandas locales durante todo el fin de semana. Pero el jueves era otro tema, ya que dicho escenario comunicaba con un ring de boxeo para que el respetable disfrutara con The Rock and roll Wrestling Bash, un musical firmado por Carlos Martínez y que mezcla el sonido de una banda de Rock con la parte más divertida y pizpireta de la lucha libre mexicana.
La gente se lo pasaba en grande y las colas para coger el abono 2018 presagiaban lo que dentro de unos meses volverá a pasar: otro Sold Out en pocos días.
HELLFEST DÍA I (Viernes 16 de Junio)
Unas horas de sueño, los quehaceres típicos de las casitas portátiles, los saludos regados con cerveza a los vecinos de parcela y ya estábamos preparados para un gran fin de semana.
El año pasado, la gente de la organización se vio un poco superada por un incremento notable de gente y tuvo bastantes problemas con la entrada al recinto el primer día. Para este año se preveía algo parecido, pero los gabachos van por delante y acondicionaron una nueva entrada antes de la Hell City, mucho más amplia y estética, donde realizaban las comprobaciones de mochilas y demás enseres, aligerando así la zona de la catedral y consiguiendo que todo el mundo pudiera entrar sin esperar. Muy de agradecer, su previsión…
Cuando nosotros entramos por la zona de prensa, nuestros amigos de correrías ya se habían hecho una idea de por donde iban los tiros de los hardrockeros ingleses Inglorius.
Particularmente, decidí dar un paseo por el festi, relacionarme con el personal, probar la cosecha anual del Muscadet local ….; pero el bro Serginho Pelletier gozó cosa mala del directo de Myrath, poniéndome más tarde los dientes largos.
Después de los grandes cambios de la Warzone del año pasado, no nos esperábamos muchas novedades este año y, efectivamente, estábamos en lo cierto, todo estaba majestuoso y en su sitio: el gran Lemmy, el Kingdom Of Muscadet, el bar Jägermeister… Todo menos los skaters, que eran sustituidos este año por pulverizadores que chorreaban una nieblina de agua que vino de perlas a infinidad de festivaliers, sobre todo el sábado y el domingo.
Un poco después del mediodía, saltaba a las tablas del Altar la banda madrileña Wormed. La verdad es que tenía ganas de verlos, ya que, como muchos sabréis, acaban de sacar un larga duración, Krighsu, y lo que había oído hasta el momento indicaba que siguen siendo una de las bandas nacionales más en forma y con más repercusión fuera de nuestras fronteras.
Durante un poco más de media hora, Phlegeton y los suyos desplegaron todo su potencial en directo con un Altar hasta la bandera; dejando claro que igual se merecen un poco más de tiempo, bien mediada la tarde. La calidad de los madrileños se hizo presente, funcionando como una maquinaria con un engranaje perfecto. El Sci-Fi Tech Death Metal que practican dejó momentazos, como la sublime interpretación de “Tautochrome”.
Era la hora de fagocitar, pero mi compañero Santi Pelletier se quedó en las carpas (como suele hacer de costumbre) para no perder detalle de los sonidos más pesados y extremos del festival y así poder contarme todo lo que sucedió por esos lares del Averno.
En el Temple vio a Valkyrja, pues una ración de black metal a mediodía siempre entra fetén. El quinteto sueco, ataviado con sus míticas pinturas blancas ensangrentadas, practicó un black sin fisuras. Comandados por el holandés Rogier Droog (RSDX) en las labores vocales, supo instigar a la masa haciendo que se formaran los primeros pits. Un grupo que prácticamente no innova nada en el género, pero que cumple a la perfección en el apartado musical, como buenos suecos. Hicieron un buen concierto, mezclando temas de sus tres lps.
También pudo ver a Subrosa, esta vez en The Valley. La proximidad entre estos tres escenarios (Altar, Temple y Valley) hace que puedas cambiar de uno a otro sin problema y, para un Pelletier veterano en la Hellfesta, hizo que pudiera verlos en las primeras filas. Con un comienzo cuidadosamente lento y pesado, la voz de Rebecca Vernon empezó a cautivar a los asistentes. Los primeros acordes de la lenta “Black Majesty” se apoderaban de The Valley y los violines de Sarah Pendleton y Kim Pack seducieron e hipnotizaron a los allí presentes.
“Wound of the Garden” y “Despair Is a Siren”, todos de su última obra, For This We Fought The Battle Of Ages, fueron los otros dos temas que incluyeron en este corto pero genial set list. Cuarenta minutos de denso doom mezclados con la melodía de unos infaustos violines, bajo una tenue luz azul que por momentos se teñía de rojo sangre.
El grupo de Salt Lake City volvía al Hellfest, tras su actuación en la edición de 2014, para fascinar a todo el repetable que estaba bajo la carpa y fuera de ella también, ya que desde hace un par de años una gran pantalla impera en los aledaños de tan magnas estructuras.
Una vez de vuelta en el recinto, de camino al Main Stage 2 para ver a Queensrÿche, me paré un momento a disfrutar de los últimos momentos del directo de Avatar (pena no poder estar en 6 sitios a la vez, visto lo visto).
Volviendo a Queensrÿche… El caso es que los americanos saltaron al escenario con un Todd La Torre dispuesto a hacernos olvidar que Geoff Tate ya no es la voz de esta mítica banda. El set list del Condition Human (nombre de la gira en la que están envueltos) está compuesto íntegramente por temas de sus discos anteriores a 1990: Empire, Queen of The Reich… , lo cual se agradece sobremanera.
Aunque el respetable se mostró bastante frío con la banda si lo comparamos con otros artistas míticos, me parecieron muy solventes y convincentes y me quedaron ganas de ver que nos deparará el futuro de la banda.
Entre bambalinas, Wilton afirmaba que Queensrÿche nunca había tocado en la Fiesta del Infierno, lo que nos hace creer que él sí tiene olvidada una época de su trayectoria, ya que en el 2009 han estado con Mr Tate… En fin…, así de mal están las cosas.
De dicha entrevista también pudimos sacar que están trabajando en nuevo material y que en 2018 habrá nuevo disco y seguramente nueva gira. ¿Estáis preparados?
Mientras Queensrÿche actuaba en el Main Stage 2, Helmet hacía lo propio en The Valley y Santi Pelletier los veía, mientras sacaba unas fotos y bebía unos tragos de su mítico pichet de LK. Nos contó que los neoyorkinos dieron un gran concierto, con una puesta en escena muy sencilla y combinando temas de su último disco, Dead to the World, como “Life or Death” , “Bad News”, “Red Scare” o “Drunk in the Afternoon” (tema muy apropiado para el estado de varios miembros de la Pelletier Family en ese preciso momento) con otros más míticos como el “córvido” “Milktoast”, que sonó más duro que nunca, el genial “Unsong”, que hizo que bastante parte del público empezara a cantar y a saltar, o el alternativo “Wilma´s Rainbow”, del grandioso disco Betty, entre muchos otros más.
Como colofón final, “In the Meantime”, interpretado majestuosamente por el gran Page Hamilton, puso punto y final a uno de los mejores conciertos de la jornada.
La Hellfesta no nos daba respiro y aún no habíamos llegado ni al ecuador de la jornada. No eran ni las cinco de la tarde cuando Devin Townsend Project empezaban de forma arrolladora en el Main Stage 1. Uno de los músicos más prolíficos de los últimos años se plantaba delante de una marea de gente, presentándose y anunciando que llegaba la hora del Prog Metal.
“Rejoice” fue el tema elegido para comenzar y la genial “Stormbending” nos metía de lleno en uno de los mejores bolos que vimos este año en tierras francesas (y en general).
Con un sonido perfecto, unas luces azules con tonos morados y un ligero halo de humo, el artista canadiense nos brindaba una majestuosa “Failure”, interpretada de forma magistral por toda la banda. Pero la figura de Mr. Townsend destacaba de forma notable, demostrando toda su clase y su poderosa voz, mientras dejaba destellos de su enorme carisma, como se podía comprobar en sus gestos y miradas.
Un concierto donde Transcendence, su último disco, fue piedra angular y donde, aunque era por la tarde, el hipnotismo que nos producía el show hacía que no te enteraras del sol y no pudieras dejar de mirar ni un segundo tan magnánime ESPECTÁCULO.
Aunque no faltaron guiños a sus otros proyectos como “Deadhead” o “March of the Poozers”, el punto álgido del show tuvo lugar con la siempre épica y coreada Supercrush!, del inconmensurable ‘Addicted’ (2009), donde la voz operística de Hevy Devy transporta al respetable hasta cotas inusitadas, en cuanto a lo atmosférico se refiere.
“Kingdown” y “Higher” fueron las canciones elegidas para el final de un show, que fue absolutamente perfecto.
Unos momentos de relax para asimilar lo que acabábamos de ver, un Le Vin para regular el pH, que a esas horas ya andaba revuelto y, ehhh….. un momento!!! ¿Qué es eso que suena en la Warzone? Mientras pedíamos un pichet de Muscadet, oíamos a lo lejos a The Bouncing Souls y al momento se nos vinieron las vascongadas a la cefa, ya que el sonido de los americanos nos recordaba mucho a nuestros “La Polla Records”. La verdad es que, una vez nos acercamos, los parecidos se fueron disipando, las letras no tienen nada que ver, su actitud en el escenario tampoco… En fin…, no sé lo que me hizo sentir eso (probablemente el Muscadet…), pero fue así!!! ¿Cosas del di-recto, quizás?. Los americanos estaban dando un buen concierto y la Warzone se veía a rebosar.
Lo prometido es deuda, así que voy a comenzar a contaros alguna novedad… Despacio , me dirigí de nuevo hacia los mainstage, porque estaba oyendo como el respetable interpelaba al próximo grupo del que voy a hablaros: PowerWolf.
Una de las novedades y, a nivel conciertos, quizás la más importante, se podía ver nada más mirar a los escenarios. Se trataba de dos grandes pantallas que flanqueaban los mainstages, las cuales serían grandiosas si no fuera porque tenían dos fallos. El primero, que aunque se ven desde mucho más lejos y con una nitidez increíble, afean los escenarios. Para mí eran más estéticos cuando las pantallas estaban en medio del decorado, más integradas. Y el segundo fallo es que eran pequeñas, si las comparamos con el monstruo que estaba en el centro. En toda mi vida de conciertos no recuerdo haber visto algo tan grande y tan nítido.
Gustos aparte, la banda de los hermanos Greywolf estaban listos para salir y las pantallas antes mencionadas nos mostraban un pequeño conciliábulo entre bambalinas de los miembros de la banda.
Nada más sonar los primeros acordes de “Blessed & Possesed” me dí cuenta de la gran presencia del bajista Falk Maria Schlegel y, durante todo el directo, él y el frontman, Attila Dorn, proyectaban dos largas sombras que difuminaban a todo el resto del conjunto. Daba igual más luces, menos, más guitarras, más bajos… Todo quedaba en un segundo plano ante estos dos monstruos de las tablas!!!
Un público totalmente entregado no dejaba de saltar y tararear uno tras otro los estribillos de “Resurrection by Erection” (con un final apoteósico por parte de Dorn que demostró sus dotes operísticas), “Sanctified with Dynamite” y, sobre todo, el tema que cerró el concierto, “We drink Your Blood”.
Mientras esto sucedía, otros miembros de la expedición pelletier, más afines a sonidos extremos, decidieron ir a ver al bueno de Lars Göran Petrov (Entombed A.D.), pero esta vez para verlo con los suecos Firespawn. La banda formada en 2012 por el mítico vocalista de Entombed, junto a su compañero Victor Brandt (Entombed A.D.) y Alex Impaler (Necrophobic), camparon a sus anchas en The Altar, puesto que practican un Death Metal de la vieja escuela, cargado de velocidad y de ritmos endiablados.
Interpretaron temas de sus dos únicos discos, “Shadows Realms” y “The Reprobate”, destacando cortes como “The Emperor”, con la que abrirían, “Serpent of the Ocean” y “Lucifer Has Spoken”. La verdad, siempre es un placer ver al bueno de Lärs en directo.
El sol seguía calentando a media tarde cuando Ministry comenzaba su set en el Main Stage 1. Creo que fue un gran error poner a la banda del artista de origen cubano Al Jourgensen (Alejandro Ramirez Casas, para los allegados) a media tarde. El rock industrial de esta mítica banda que lleva más de 35 años en los escenarios bien merecía cerrar la jornada del viernes. Sobretodo después del bochornoso concierto que dieron los encargados de hacerlo: unos tales In Flames (o al menos así dicen que se llaman, aunque yo creo que debieron cambiar el nombre hace años, igual que cambiaron su música). Pero no adelantemos acontecimientos…
Un show de Ministry de día es como una rave sin drogas: las luces, las imágenes en las pantallas, la música…, todo pierde efecto. Es más, hasta el propio Al Jourgensen se veía sorprendido de estar tocando a esas horas y en pie; y eso que ahora está mucho más limpio que antes (atrás quedaron sus multi-adicciones, según dice él).
La verdad es que un concierto de rock industrial después de uno de power metal no tenía mucho sentido. Aún así, pudimos disfrutar desde la lejanía de temas míticos como “Antifa”, “Señor Peligro”, “NWO” o “So What”, entre muchos otros. Un concierto descafeinado que si se hubiera puesto en una hora nocturna hubiese surtido mucho más efecto. No creo que fuera por problema de viajes, ya que al día siguiente tocaban en el Graspop en Bélgica. Pero a veces hasta los más grandes se equivocan.
Despues de ese mal trago, peregrinamos nuevamente hacia las carpas; en este caso a The Valley, para ver otro de los grandes conciertos de la jornada: Baroness.
Los estadounidenses habían anunciado un cambio en su formación solo unas semanas antes de su gira europea, sustituyendo al guitarrista Peter Adams por Gina Gleason, una joven pero experimentada guitarrista de Philadelphia que ha tocado con el mismísimo Carlos Santana, entre muchos otros.
Era la primera vez que Baroness actuaban en el Hellfest y la expectación en The Valley se hacía notar. Un Valley que se tiño de “púrpura”…
Purple, último disco de los de Savannah fue el gran protagonista, aunque intercalaron temas de este con otros de sus álbumes anteriores. Abrieron con “Kerosene”, para mi gusto un comienzo un poco lento, aunque el público ya estaba entregado desde mucho antes de que comenzara el show.
Lento pero intenso… En los primeros temas se pudo ver la calidad que atesora la joven y bella Gina, impecable en sus solos y con una actitud, energía y sentimiento digna de un evento semejeante.
Después de intercalar “March to the sea” y “Green theme” con “Morning Star” llegó uno de los momentazos del primer día: “Shock me”. Este tema nos electrocutó, penetrando en nuestra piel como una gran descarga. En mi opinión, deberían haber abierto el concierto con este temazo, pero a veces lo bueno se hace esperar.
Baroness dio un auténtico recital. Se podía ver en las caras de los músicos el reflejo del más puro sentimiento de tocar y gozar. Un regalo para los allí presentes, que devolvimos en cada una de las muchas ovaciones dadas.
Fue un concierto con mucho sentimiento, demostrándolo en temas como “If I Have to Wake Up (Would you stop the rain?)”, “Fugue” o en la maravillosa “Chlorine & Wine”. Pero también estuvo marcado por la energía y potencia que caracteriza al sludge rock de lo norteamericanos como pudimos comprobar en “Tower Falls”, “The Gnashing” o “Isak”.
“Take my Bones Away” puso el punto y final para el que, en la opinión de varios pelletiers, fue el mejor concierto de la jornada del viernes.
Habíamos hecho un largo viaje, con muchas horas metidos en una furgoneta; porque nosotros lo hacemos como las bandas de los 70: nada de aviones. Uno de los motivos era poder ver de nuevo a Deep Purple, sentir que la historia viva del Rock nos embargaba de nuevo, mostrándonos ese camino sin retorno que hemos tomado hace ya más de un cuarto de siglo. Y es que en ese camino hubo muchas paradas pero por muchas que vengan nunca consiguen hacer olvidar el punto de partida.
Los ingleses saltaron al Mainstage I con “Time for Bedland” y “Fireball” ante mucha gente y muchos críticos que estaban esperando a ver en qué estado de forma se encontraban. La banda demostró desde el primer momento que aún están sobrados para tocar temas que llevan décadas poniéndonos los pelos de punta.
Y es que te pones a pensar en la gente que pasó por la banda morada y da vértigo: Blackmore, Lord, Coverdale, Hughes, Bisoñé Turner o Satriani, por ejemplo… ¿Cómo dar un directo a la altura?
Pues ahí estaba Ian Paice para demostrar por qué ha estado con todas las formaciones y, más bien pronto que tarde, al final de “Strange Kind of Woman”, se marca su primer solo, haciendo salir gritos de todas las gargantas presentes.
El concierto proseguía con Ian Gillan siendo el más flojo de la banda, cosa que se esperaba, y que aunque puso todo encima de las tablas, su voz no es la que era, dejando un poco cojo el apartado vocal.
En su rescate vino Don Airey con su teclado, para marcarse un solo de cinco minutos, antes de que los acordes de “Perfect Strangers” sonaran en el Val de Moine. Para mi gusto, de las mejores canciones del concierto. Con el concierto en su fase final, el respetable esperaba poder tararear el “Smoke on the Water” y este llegó para lucimiento de Steve Morse y para poner punto y aparte a la actuación de los británicos.
Aún quedaban cartuchos en la recámara y los británicos tocaron “Black Night”, no sin antes rendir tributo a la música de finales de los ’60 con “Hush”, cover del tema de Joe South que la banda ha publicado hace más de cuarenta años.
¿Suficiente para ser Headliners? Bueno… Para mí en ese cartel había bandas que se merecerían ese honor por el momento que están pasando, pero bien es cierto que una gira despedida de los Purple, aún a pesar de no estar en plena forma, es una ocasión única. Después de ver el espectáculo, me reafirmo en que se merecen las letras grandes de cualquier cartel.
El cansancio comenzaba a dejarse sentir pero aún teníamos que ver lo que estaba pasando en el Mainstage 2, donde Sabaton desplegaba su Power Metal con tonos erótico-festivos y letras que hablan de hazañas bélicas y matanzas atroces a partes iguales.
Vestimenta militar, fuego por doquier, el ya famoso tanque en el que se asientan los parches de Hannes Van Dahl, bombas de humo e incluso la aparición de Laurent Fabisz (vocalista de los franceses Kryzees) para cantar “Swedish Pagans” no fueron suficientes como para que lo consideremos uno de los directos de este año.
Aún y así el respetable estaba disfrutando de un estilo que es fácil de escuchar y que invita a pasárselo bien, quizás como ningún otro género dentro del Heavy Metal.
A continuación, Rob Zombie saltaba al Mainstage 1. Un gran juego de luces e imágenes se erigían sobre el escenario, pero el pésimo sonido del grupo y la mala calidad musical hizo que emigráramos hacia The Valley, a ver a Monster Magnet, con la mítica parada en el bar para rellenar los pichets.
Con el concierto ya empezado, nos dimos cuenta del gran error que cometimos al no ver a Monster Magnet desde el principio. Menos mal que empezaba media hora más tarde que el de Rob Zombie y solo nos perdimos dos canciones. Llegamos a tiempo para la magnífica “Powertrip”, sin lugar a dudas uno de los mejores temas de los de New Jersey.
Envueltos en una humareda constante, Dave Wyndorf y compañía desplegaron un potente y pesado sonido. Eran los encargados de cerrar The Valley en la jornada vespertina y tenían un difícil papel, ya que horas antes se vivieron momentos memorables con grupos como Baroness, Helmet, Red Fang o Electric Wizard (una pena perdernos a estos últimos, pero los pelletiers aún no somos omnipresentes).
En un set list muy acertado, repasando los mejores temas de los ya casi treinta años de carrera de los estadounidenses, no faltaron: “Twin Earth”, “Negasonic Teenage Warhead”, “Tractor” y la exitosa “Space Lord”. Pudimos disfrutar de un gran concierto, pese a que los litros de Kronenbourg, muscadet y licor café ya habían surtido efecto hacía tiempo.
Pero aún faltaba algo (aparte del Metal Corner, claro…)… Había que ver a In Flames.
Después del decepcionante concierto que dieron en 2015, los suecos tenían una oportunidad única de resarcirse. Con unas condiciones inmejorables, puesto que la organización francesa les brindó una ocasión única para cerrar un primer día de conciertos.
Todos esperábamos un show especial. Algo tendrían preparado… ¿Quizás algo parecido al Wacken de 2012 o al Resurrection de 2015?. Tenían que hacer algo… Pero no lo hicieron. Que In Flames ya no es lo que era lo sabemos todos de sobra; pero ahora mismo es un grupo mediocre, pese a que Anders Frieden y Björn Gelotte atesoran una calidad enorme, como han podido demostrar a lo largo de los últimos años.
Su último disco, Battles, es un disco flojo, al igual que los últimos cuatro, y si basas un set list en estos, el resultado es que el concierto va a ser bastante vulgar, como así lo fue.
Tuvimos un rayo de esperanza al escuchar “Moonshield”, “The Jester´s Dance”, “Only for The Weak” y “Cloud Connected”. Quizás todo cambiaría… Pero no dejó de ser más que un mero espejismo. Sin gozar de un buen sonido, con una puesta en escena que dejaba bastante que desear y un Anders que cortaba el ritmo con sus parrafadas absurdas, el concierto nos decepcionó (again).
Ni siquiera al final del show pudieron darnos un poco de ese death metal melódico de antaño que tanto nos hizo disfrutar. Tuvimos que soportar los coros pregrabados, muy al estilo Bring me the Horizon, de “The Truth” o “The End” y tuvimos que conformarnos con un “Take this life”, que parece que es de los pocos temas que aún recuerdan a los que en otra época eran, probablemente, de los mejores grupos de metal internacional. Como se suele decir: quién te ha visto y quién te ve.
En fin… Seguro que me estoy haciendo viejo, pero estos In Flames hace años que no me gustan, aunque a veces me sorprendieran para bien; pero, por desgracia, no fue así en el pasado Hellfest.
Menos mal que en el Metal Corner uno siempre puede ahogar las penas y al día siguiente íbamos a ver a Aerosmith, Primus y muchos más.
Pero eso lo dejaremos para la segunda parte; pues, en este caso, segundas partes sí que son buenas.
STAY PELLETIER
Texto: Martín Pelletier (@redgra) y Santi Pelletier.
Fotos: Santi Pelletier (@SantiPelletier)