El pasado 11 de marzo era una fecha marcada en negro en el calendario de mucha gente del noroeste peninsular, incluidos varios Pelletiers. Resulta que Black Label Society se dejaban caer por la Sala Capitol de Santiago D.C., dentro de una Route Resurrection de los chavales del Resurrection Fest, y la ocasión de ver a Zakk Wylde y sus huestes en una sala no era como para dejarla pasar, así como así.
Después de una fiesta pre-concierto de lo más acertado y animado en el Miudo Rock Bar, que funcionó fetén como “punto de encuentro” para mucha gente y en la que los reencuentros, abrazos, sonrisas, birrêttas y metalón fueron la constante (hay que tomar nota y hacer más cosas de estas, chavatares), las hordas del metal se encaminaban hacia la ya mítica sala Compostelana.
El ambiente por la calle y en los bares aledaños a la sala dejaban más que patente que tocaba concierto de los gordos y que la cosa iba a estar de lo más concurrido. La cola para entrar a la sala no ofrecía información contradictoria al respecto.
Dentro, cola para el ropero (algo prácticamente inaudito), y más dentro aún, una pista abarrotada en la que, aún así, no fue difícil llegar hasta delante y hacerse con un sitio más que decente (habría que ver en otro tipo de “eventos”….).
Tras una, a mi entender, patética introducción, a modo de “mash-up” de War Pigs y Whole Lotta Love… (sí, sí… De las que te encuentras por YouTube y hace 10 años te hacían gracia…), los americ-anos saltaban a las tablas capitolinas, comandados por el mítico Zakk Wylde.
El vikingo yanki se subía a la plataforma situada delante de su micro y, a ritmo de Genocide Junkies, comenzaba la pesada descarga, moviendo esa luenga cortina de troba rubia en su ya característico oscilar de izquierda a derecha, mientras disparaba los primeros riffs, repletitos de pinch harmonics “marcadelacasa” (como no…).
Dos temas encadenados de ‘The Blessed Hellride’ (Funeral Bell y Suffering Overdue) daban paso al primer momento verdaderamente álgido de la noche, con la trepidante Bleed for Me. Zakk subido en su tarima, arengando, en “modo cromañón”, a que las masas coreasen los sincopados gritos del principio y de antes de cada verso, con un resultado más que satisfactorio.
Aprovechando que el ambiente estaba ya calentito, era el momento de la primera concesión de la noche al nuevo disco, ‘Greammest Hits’, con Heart of Darkness; para, acto seguido, poner la sala totalmente patas arriba con la mega-coreada Suicide Messiah, del que sigue siendo, en mi opinión, su mejor disco de largo hasta la fecha: ‘Mafia’ (2005).
Bow down you chose your maker
He never gives he’s always the taker
The electric burns that fuel the fire
It’s just your Suicide Messiah
Oh yeah!
Oh yeah!
La sala latía al ritmo de un mismo corazón y lo mejor de todo es que, aún estando hasta la bandera, cada uno disponía de su confortable parcela de terreno en la cual nadie le molestaba. La sensación fue de lo más cómodo, durante todo el concierto; sin agobios, sin empujones, sin sentir invadido tu espacio vital y con gran facilidad para retornar a tu sitio primigenio, después de cada visita a la más que necesaria barra.
De modo similar a como hiciera tras Bleed for Me, pero a lo bestia, Mr Wylde aprovecha el momento de euforia y desconcierto general generado por Suicide Messiah para calzarnos no uno, ni dos, si no TRES temas seguidos del disco nuevo (Trampled Down Below, All That Once Shined y Room of Nightmares). Más que astuto movimiento del guitarrista americ-ano, aprovechando el tirón de dos de sus temas más populares para “colarnos”, de un modo un tanto tímido, 4 temas de un disco nuevo que, quizás, el público aún no tenía tan escuchado o asimilado.
Tras la prescindible, a la par que soporífera, Bridge to Cross, Zakk Wylde se sentaba en un pi-anito que tenía en el margen derecho del escen-ario y, tras una larga intro pianística, llegaba el momento íntimo de la noche, con el eterno y recurrente recuerdo al malogrado Dimebag Darrell en In This River (con despliegue de sendas lonas con la efigie del guitarrista por delante de las pantallas de los amplis incluido).
No deja de resultarme simpática la imagen de Hell’s Angel garrulón y “mal lavao” de Zakk intentando ponerse sentimentaloide e intimista al piano… “Sempre hai cousas…”, como dijo el otro…
Tras mostrarnos su cara más sureña con The Blessed Hellride, el concierto volvía a retomar su ritmo con A Love Unreal, el quinto y último guiño de la noche a ‘Grimmest Hits’.
Todos sabemos que Black Label Society es la banda de Zakk Wylde, que esta ha sido remodelada en diversas ocasiones y el colega hace y deshace a placer. Decir que la “mitad joven” de la banda, formada por el batería Jeff Fabb y el guitarra Dario Lorina, cumplen su papel a la perfección; sonando rotundos, compactos y arropando al tito Zakk como a él le gusta (empujándolo hacia arriba y haciéndolo brillar, pero sin quitarle una brizna de protagonismo).
En cuanto a John DeServio, el cual encontró un “funcionariado” en BLS difícil de soltar, y su peculiar y “vaga” manera de tocar el bajo, me limito a repetir la frase que durante el concierto comenté a un broder Pelletier: “cualquiera puede tocar el bajo en Black Label Society”. He dicho.
Para la traca final, el amigo Zakk nos reservaba una extendida versión de la esperadísima Fire it Up, con un solo de 15 minutos interpretado rulando por el medio del público, llegando a subir hasta la tribuna y tocar asomado al balcón, con la guitarra por detrás de la cefa (por cierto… ¿Es cosa mía, o cada vez se arma de guitarras más FEAS, este hombre?).
El dato sorprendente es que se decida a bajar a tocar entre el público (cosa que hizo cada noche, durante esta gira, al parecer) y lo haga con la guitarra enchufada por cable, en vez de utilizar algún tipo de dispositivo wireless… No sé… Igual es que tampoco entiendo mucho, o algo… (aún siendo guitarrista, también…); pero hombre… Estamos en 2018, no?
Pues eso… El rubiales soleando a tutiplén por el medio de la peñita, todos haciéndole un pasillo y tocándole al pasar, como si de una especie de mesías se tratase, y varios maromos acompañándolo para levantarle y llevarle el kilométrico cable y evitar que la gente lo tocara demasiado, también…(o que le aplicaran un Dimebag, que para esto los yankis te son muy burriños…). El propio público acabamos aguantándole del cable en alto, mientras el tío tocaba en medio de nosotros y sudaba como un auténtico cerdo (por cierto).
Me dio la impresión de que este solo de 15 minutos en Fire it Up lo introdujo en el set para quitarse el mono por haberse contenido durante todo el concierto y ceñirse a los temas; algo que no siempre le resultó fácil, al músico de New Jersey.
La última vez que había visto a BLS en di-recto, antes del concierto en la Capitol, fue en un Hellfest en el que presencié como la gente lo abucheaba y, literalmente, le daba la espalda y se le piraba del concierto (un servidor incluido) POR PESADO, (coma) JODER…
Tío…A ver… No puedes estar en un festival, donde tienes 40 minutos para tocar, y meter 20 putos minutos de solo, joder… La gente esperando clásicos o, por lo menos, TEMAS…y el tipiño venga solito por aquí, venga solito por allá…. Además, solitos sin ningún tipo de sentido más allá de la auto-indulgencia pura y dura, vaya….
Me congratuló ver que había corregido ese pequeño “problemilla”, al menos temporalmente.
Aún quedaba tiempo para dos balas de primera, en la recámara de Zakk, y con los clasicazos Concrete Jungle y Stillborn se ponía broche de oro a una velada de lo más fetén.
Sinceramente, de las 4 ó 5 veces que vi a Black Label Society en directo, esta fue la mejor; aunque cabe decir que siempre los había visto en festivales y verlos bien de cerca y con su set completo en una sala como la Capitol fue un auténtico lujazo.
Mención especial para el público y su comportamiento de total 10; sin un empujón, sin una mala cara y sin postureos baratos pajilleriles a modo de “moshpits”, “walls of death”, “corros de la patata” y demás bucaneradas “milenialistas”.
Cabe decir que la media de edad entre el público superaba claramente los 30 años y estamos hablando de un domingo a hora tempranera, pero insisto en que la comodidad y soltura fue una constante durante todo el concierto, aún habiendo un más que flamante “sold out”.
Los heavies, que somos gente cívica, educada y amable y tal… 😉
Y si la velada comenzaba con una fiesta pre-concierto at Miudo’s, esta continuaba con otra fiesta post-concert en el mismo local; pero eso ya es otra historia, cuyo alto contenido de nolopruebismo y engendrez no plasmaré en estas páginas, por conservar un mínimo de dignidad (y por no ir preso)…
Stay Pelletier
Texto: Anxo Pelletier
Fotos: Santi Pelletier