Puede que el bueno de Joe Lynn Turner sea el mayor perdedor de la historia del Rock. Me explicaré: el tipo tiene una de las mejores voces que se hayan dado nunca en el género, es un cantante con una personalidad única, buen compositor, con unas tablas y un historial que tiran de espaldas, respetado por los más grandes del negocio…. Y aún así parece condenado a ser una figura de culto y añadiría que muy privada.
Ampliemos la explicación: JLT empezó en los 70, con una muy buena banda de rock melódico: Fandango. No tuvo éxito, pero al poco de disolverse, otras bandas del mismo palo se forraron con esa misma fórmula.
Luego, Ritchie Blackmore lo reclutó para sus colosales Rainbow, con la fea papeleta de suceder a Dio y Graham Bonnet. A pesar de las suspicacias, el jovencito Joe se alzó triunfante, llevó al grupo a su terreno, parió 3 discos imprescindibles y un directo (Fynyl Vynyl) que hay que tener sí o sí.
Pero cuando, por fin, esos nuevos Rainbow están triunfando y son valorados por crítica y público, una oferta millonaria hace que Blackmore regrese a Deep Purple, en una degradante reedición del Mark II.
Turner en la calle. Crea un disco en solitario con todo para vender millones. No vende nada. Yngwie Malmsteen lo recluta para sus Rising Force, paren uno de sus mejores discos y, como nadie soporta al sueco, se disuelven. Dejan como legado un Live in Leningrado donde la guitarra suena muy alta y la voz muy baja (produce Malmsteen, claro).
No pasa nada. Deep Purple ha expulsado a Ian Gillan y requiere sus servicios. Crean un muy buen disco (Slave and Masters, 1990, que, sorprendentemente, en aquel momento no suena a viejuno) y los Purple mejoran considerablemente sus conciertos. Da igual. El público no acepta a Joe. De hecho, esa es casi la única gira de Deep Purple sin directo oficial. ¡Manda huevos! .
Vuelve Gillan y Turner se convierte en un outsider que colabora con todo el mundo – en proyectos buenos y no tan buenos – y además desarrolla una notable carrera en solitario. Nadie parece darse cuenta.
No importa; Joe es uno de los grandes y un currante nato. No le avergüenza reconocer que se gana la vida cantando jingles, mientras gira con la música que realmente le gusta. También compone para Bon Jovi y Cher, sin apenas reconocimiento, y se lo rifan para cantar versiones, porque es un cantante colosal y puede hacer suyo el repertorio de cualquiera (desde los Platters hasta Ronnie James Dio). ¡Diantre, escuchen su versión de Back in Black de AC/DC y flipen!).
Hace poco, Deep Purple entró en el RnR Hall of Fame. Nadie invita a Turner. Ritchie Blackmore se solidariza con su viejo colega y los manda a todos a la mierda. Hablan de reformar Rainbow; finalmente se hace, pero con otro cantante…. En fin…
El gachó ya tiene 66 años y, sí, definitivamente, es un perdedor; pero el perdedor con más clase de todo el planeta.
El domingo 1 de abril dio una lección de tablas en la excelente sala Capitol de Santiago (una maravilla de local), con una magnífica sección rítmica (currículum imponente), un teclista con pinta de informático (pero que sonaba como si hubiera estado toda su vida en la banda del arco iris) y, como guitarrista invitado, Jorge Salán. A este le falta personalidad, pero toca muy bien. Además, mola ver a un guitarra heavy con una camiseta de Tom Waits.
Por cierto, traen muy buenos teloneros: Regresión: Hard Rock español 80’s con estilo y rodaje. Valen la pena. Y luego el propio Salán, haciéndose algunos blues.
Por fin empieza Turner, con sus pintas de horterilla heavy de barrio (chaleco y guantes de cuero, camiseta de calaveras, barrigón y pelucón) pero atacando con dos de Rainbow (Death Alley Driver y I Surrender). La banda se luce. Turner correcto, pero conservador. Una vocecilla dentro de mí agradece que no finja tener 30 años y nos ahorre esos sonrojantes vibratos caprinos, típicos de las divinidades de su edad. Pero me estoy equivocando, porque el tipo solo está en fase de calentamiento. A mitad de concierto ya canta como un salvaje y alterna melodía y rugido con absoluta destreza. Siente las canciones y transmite mucho. Las canciones más moñas (Stone Cold y Street of Dreams) no bajan la intensidad del concierto. Elige dos buenos temas de su carrera en solitario (Dark Days, tremenda) pero la cosa va de Rainbow y con sorpresas: la rarísima Jealous Lover y, en el último tramo, nada menos que Drinkin with the Devil; el mejor rock and roll de los 80 y, dados los procesos químicos y líquidos que estaba experimentando un servidor, la mejor para representar la velada.
A estas alturas, Mr. Peluquín tenía a todo el mundo comiendo de su mano y aún nos regaló una hiper-vitaminada Stranded que causó placenteras taquicardias. Cerró con Rising Force, de su época Malmsteen, lo que permitió a Jorge Salán volar a gusto. Y en los bises, homenaje a Dio con un juguetón y alargado Long Live Rock and Roll, con jam, con blues, con solos de todos los músicos, con vacile al público y con un Joe Lynn Turner que estaba sentando cátreda. Sí señor: pudimos alcanzar el arco iris.
STAY PELLETIER
Texto: Yago Pelletier
@PelletierHorror
Fotos: Martín Pelletier
@redgra