Tarde para arrepentirse de lo pasado el sábado… Tarde para cuidarse… Tarde…
“Mientras hay vida hay esperanza”, decía mi abuela con el Fary sonando en el viejo transistor con el que crecí y me hice hombre, y los pelletiers no estábamos a 1000 km de casa para rendirnos… así que la catedral de entrada al último día de Hellfest nos esperaba…
Era ya mediodía y los complejos acordes de Revocation nos llamaban a gritos desde el Altar, no dejándonos lugar a escaquearnos, aunque lo que más apetecía era tirarse en el Kingdom Of Muscadet a ver pasar la vida.
Los de Boston salieron a la palestra cargados de energía y rápidamente se la contagiaron al respetable que, desde el primer momento, no dejaron de hacer Headbanging, como si trataran de ir al unísono con las guitarras de la banda.
Dan Gargiulo y el bajista Brett Bamberger no se estaban un momento quietos, llenándonos el foso de piojos a los pobres fotógrafos, que no dábamos abasto subiendo la velocidad de obturación de nuestras cámaras y, por si fuera poco, David Davidson no se daba un respiro, consciente del poco tiempo que tenían e intentando aprovecharlo al máximo.
Así fue y sonaron temas de su último álbum, como That Which Consumes All Things o Vanitas, pero también temas ya clásicos del Death Metal, como Of Uneordly Origin y Communion, haciendo vibrar al respetable.
Después de la inyección de Death Metal en sangre decidí dejarme caer sobre el césped del recinto mientras disfrutaba de un buen pichet, acto necesario para regular el pH, que ya comenzaba a hacer de las suyas, y disfrutar del rock con tintes sureños y country de Blackberry Smoke. Riffs años ’70, amplis Orange y vestimenta del siglo XX por doquier: cóctel perfecto para que nuestras gargantas pidan más y más, más y más cerveza.
Los georgianos demostraron estar como en casa y, con su actitud desenfadada, dieron un gran bolo en el que brillaron y mucho Charlie Starr a las voces y Paul Jackson con la guitarra solista. Su juventud, comparándolos con otras bandas del género, juega a su favor en los di-rectos y temas como Waiting for The Thunder(2016) o Flesh and Bone, de su último trabajo Find The Light, fueron cayendo, bien condimentadas con algún que otro cover, como el Come Together de los añorados The Beatles.
Sin irme demasiado lejos, me quedé a disfrutar el bolo de Trivium. Lo cierto es que le tenía ganas a Matt Heafy y sus esbirros, ya que había oído que se encontraban en un momento de forma espectacular y que, por fin, habían encontrado el batería que de verdad llena el hueco dejado por Travis Smith: Alex Bent, para los amigos.
El bolo comenzó con The Sin And The Sentence, de su álbum homónimo, para continuar con la genial (a mi parecer) Beyond Oblivion y Sever The Hand completando así un triplete de inicio muy actual, como si quisieran romper con el pasado.
Beaulieu estaba increíble a la guitarra y el bajista Paolo Gregoletto, con su pinta de hombre duro, tiene mucha presencia en el escenario, paseando el bajo de derecha a izquierda e intentando sacarle un poco de protagonismo a Heafy.
Misión harto difícil se ha buscado el bajista, ya que el frontman y guitarrista de la banda no solo está en un momento dulce de voz, sino que no deja de moverse y subirse a todo cuanto parapeto se le pone delante, captando casi por completo la atención de todo hijo de padre.
La mezcla de estilos de la banda de Orlando estaba consiguiendo que todo el mundo se lo pasara bien, desde los modernitos de pantalón de chándal seguidores del metalcore hasta los más puretas, enfundados en nuestros ropajes negros y adoradores del Thrash hasta la saciedad. Encima, el bolo llegaba a su punto álgido con temas como The Heart From Your Hate o In Waves, armando un cóctel explosivo del que solo podríamos salir con numerosos moratones. Así fue y así se lo he contado… Metalcore, Thrash y moratones, solo echando de menos que hubieran tocado Dying in Your Arms.
El cansancio comenzaba a aflorar y Ferre Pelletier y un servidor nos decidimos a esperar por Testament sentados en el mullido césped con la compañía de dos rubias en vaso grande, mientras escuchábamos a lo lejos a Clutch.
La banda de Thrash de San Francisco ha sufrido constantes cambios en su formación a lo largo de los años, aunque mantiene la esencia del Thrash íntegra en lo tocante a su sonido.
Los riffs raudos y cortantes de la Gibson de Skolnick, la otra guitarra acariciada por el miembro fundador Eric Peterson y la percusión rápida, ejecutada desde hace ya unos años por Gene Hoglan, nos metía de lleno en este subgénero del heavy metal desde el primer tema del bolo, Brotherhood of the Snake.
Los circle pit comenzaron a sucederse más bien pronto que tarde y en The Pale King el respetable comenzó a girar como si estuvieran jugando al juego de la silla durante una orgía romana. La verdad es que el momento era sublime, con Chuck Billy marcándose un espectacular tema a las voces y unos coros perfectamente ejecutados por Peterson. Sin dar descanso, los dos guitarras se juntaron en el centro del escenario para enseñarnos lo que significa la palabra thrash.
La verdad es que la banda parece estar pasando una segunda juventud y estos dos temas de su último trabajo, sin contar recopilatorios y directos, así lo demuestran. Dos temas potentes y que llegan al respetable como si hubieran estado siempre ahí,…
More Than Meets the Eye le trajo a Billy la posibilidad de pelotear un poco al festival galo y Electric Crown al resto de la banda de cantarle y tocarle el Happy Birthday al frontman. Creo que cumplía 25 años y Skolnick, a modo de regalo,le agasajó con varios solos justo antes de que Gene Hoglan le pidiera el micro para cantarle el temita, ayudado por el inmenso numero de gabachiers y no tan gabachiers que veíamos el espectá-culo.
La tregua duró poco y los Pit volvieron con Into The Pit, donde Billy, sin desmerecer los coros de Alex y Steve, estuvo muy bien, sin dejar de tocar una guitarra imaginaria y recordando sus tiempos de guitarrista, pre-Testament. Headbanging “como para unha voda” en Over The Wall y un grandioso Wall Of Death en The Formation of Damnation, tema final del bolo.
Muy buen show, sobre todo Billy, Skolnick y Hoglan, aunque me gustaron más en 2016, en una de las carpas. A mi parecer, son de ese tipo de bandas a las que los escenarios enormes no les benefician.
Lo gordo (y no hablo de Chuck Billy, que luce una fisonomía parecida a la mía) acababa de empezar. Como siempre, el Hellfest se guarda cosas importantes para el domingo y en esta su decimocuarta edición no iba a ser menos.
De momento, los Stone Temple Pilots esperaban para subirse al escenario, pero un servidor ya está mayor para aguantar veinte conciertos seguidos, así que me dediqué a rascarme los cojones y descansar, para aguantar el último tirón de festival.
Para cuando volví a la realidad, Scott Ian y sus esbirros de Anthrax entonaban los acordes de Cowboys From Hell, tema de Pantera, para encadenarlo con Caught in a Mosh y así comenzar el bolo entre carreras de su frontman, Joey Belladonna, saltos de su bajista Frank Bello y los primeros Circle Pits del respetable.
La guitarra de Ian me hizo girar la cabeza para ver a Mercedes Milá…, a Belladona, perdón, con cara de mala leche y preparado para darlo todo.
Como buen Thrasher, enseguida estuve en mi salsa y mis pies me sorprendieron acercándose a la zona del pecado. La versión que la banda hace de Got The Time invitaba a meterse de lleno en la brecha y, como mandan los cánones, allí acabé.
Da gusto ver como envejecieron estas bandas, Anthrax, Testament o Slayer, si las comparamos con otras del mismo ramo… Eh??? Amigos Mustaine y Ulrich???
Los estadounidenses llevan algunos años sin publicar trabajo (el último, For All Kings (2016)), así que decidieron dar un bolo basado en su trabajo Among The Living (1987), solo dando dos concesiones a otros Lp’s, con los temas Now It’s Dark e In The End y algún cover; el ya nombrado Got The Time y Antisocial de Trust, consiguiendo dar un concierto que resultó un soplo de aire fresco en la calurosa y cansina tarde gala.
La tarde comenzaba a decaer cuando al Main 1 se subieron los estadounidenses Lynyrd Skynyrd. Para muchos era uno de los platos fuertes de la jornada porque hemos crecido con esta música, en nuestras casas, nuestras segundas viviendas (los bares), nuestros primeros coches, etc…
Todos hemos soñado con ser Dennis Hopper o Peter Fonda en Easy Rider, el Dennis Quaid de Great Balls of Fire!!. No sé… se me ocurren mil ídolos de juventud relacionados con el rock and roll, con esa forma de vida, con la rebeldía, con el pelo largo, los tattoos, la birra y el Jack Daniel’s.
Las modas pasan, pero el Rock ‘n Roll más puro sigue ahí, consiguiendo emocionarnos a todos, a los más jóvenes, a los de edad incierta y a los maduros curtidos en mil batallas, así que allí nos agolpábamos 50000 con los nervios a flor de piel y sin poder ocultar nuestras emociones.
En media hora, los estadounidenses se despacharon Skynyrd Nation, Gimme Back My Bullets, What’s Your Name y varios temas más. El resto del bolo es incontable…
Simple Man, dedicada por Van Zandt a las madres… Había unas cuantas allí y otras muchas escuchando el tema en sus casas, en algún lugar del mundo, con lágrimas en los ojos o con la risa más feliz de su vida…. Esto es el rock n roll!!!
La batería y el piano de color blanco daban al cuadro un aire inmaculado, solo roto en los momentos en que Mark Matejka, Rickey Medlocke, Keith Cristopher y, sobre todo, Gary Rossington juntaban sus guitarras para hacer los míticos truquitos del rock, transportándonos a los primeros directos de nuestra vida, entre las piernas de nuestros padres y a hombros de estos pequeños grandes hombres, cuando sonaba el single más conocido. Días de juventud y libertad…
Gimme Three Steps sonó increíble , con mucha fuerza y con Van Zandt, el baterista Michael Cartellone y, sobre todo, el teclista Peter Keys dando una lección magistral de como debe sonar un buen tema de rock n roll.
Nos acercábamos al final del bolo cuando a Medlocke le pareció que no era suficiente protagonista y se saltó las normas para cantar trozos de Call Me The Breeze (cover de JJ Cale) ante los ojos atónitos de todo el respetable. Pero, por si esto fuera poco, Keys eligió ese momento para marcarse un solo ante la atenta mirada de sus compañeros.

Foto de Santi Pelletier
La esperada Sweet Home Alabama, muy bien secundada a los coros por Dale Krantz Rossington y Carol Chase, fue la antesala del volcán.
La banda se marchó con todo el respetable jaleándolos, para reaparecer minutos después con la intro de Free Bird, ejecutada por Keith al piano entre un montón de símbolos del país de las barras y estrellas y Medlocke marcándose el solo del tema entre vítores y aplausos.
Sentimientos “como para unha boda” parecían salir de nuestros cuerpos para unirse y formar una nube sobre nuestras cabezas cuando la pantalla vino a empeorarlo todo… Aparecieron unas velas en ella, con los nombres de miembros de la banda y otros ilustres músicos escritos debajo de ellas, que se iban apagando según iba sonando el tema. Poco más hay que decir…
Sólo… Ronnie James, allá dónde estés, no nos sueltes de la mano…
Unos poros muy abiertos por el calor de la jornada no estuvieron a la altura del momento. Demasiadas emociones contenidas durante años y solo un tema para dejarlas aflorar, Free Bird.
Si no has estado, nunca tendrás ni puta idea…
Como a Lamb of God los vería en menos de un mes en otro de los grandes festivales europeos, el Resurrection Fest, me tomé la libertad de irme a dar un garbeo por el recinto, mientras mi cuerpo volvía a su estado natural, al momento en el que estaba y me pasé por el Kingdom of Muscadet a regular el pH con los caldos de la zona.
Casi una hora de respirar hondo me trajo de nuevo a 2019 y me acerqué para ver el final del show de Lamb of God, mientras la oscuridad comenzaba a hacerse presente. Los virginianos estaban dando un bolo con mucha fuerza, pero repito: eso será harina de otro costal.

Foto de Santi Pelletier
Una birrita y preparados para la vuelta de Slash, Myles and The Conspirators a los Main del hellfest.
La superbanda comenzó su bolo con The call of the Wind y Halo, como dándonos a entender que el bolo no tendría nada que ver con el espectáculo de 2015, por lo menos en cuanto a set list se refiere.
El sonido era increíble y nuestros protagonistas sabían que tenían que darlo todo, después de algo tan potente como lo que habíamos visto anteriormente, así que Slash no tardó en subirse a la tarima para recordar quién es Papá; bien arropado por Myles, que demuestra cada día ser uno de los mejores frontman de Hard Rock del momento y gran aspirante a ser recordado entre los mejores, con los años.
Back from Cali, canción de Slash, fue el primer tema que repitieron de la anterior vez y es que suena espectacular en directo. Esa intro que recuerda el galope de un caballo, las voces subiendo de Myles y Slash que lo vive como si no hubiera un mañana.
Mind Your Manners, Driving Rain y Kennedy se fue a tomar algo… Sí, habéis leído bien, el frontman se retiró a sus quehaceres dejando que Todd Kerns, el bajista, se hiciera cargo de las voces en Dr Alibi. El canadiense salió airoso del momento gracias, en buena parte, a los coros del propio Slash, convirtiendo la situación en una fiesta, cosa que conseguían transmitir al público que vibraba con la misma intensidad que en las grandes noches de concierto.
Sin tiempo para darse cuenta cayó, Nightrain, el primer y único cover de los Guns and Roses. ¿Serán uno de los headliners de la XV edición y por eso el guitarrista achisterado ha decidido no tocar más covers de la banda que le llevó al estrellato?. ¿Lo haría así para no saturarnos de la música de una de las mejores bandas que el Hard Rock parió? … El desenlace, en la crónica del año que viene.
Pero volviendo a este 2019…
En el solo del tema a Slash le sudaba hasta la chistera y a mí me temblaban los cojones!!! Que animal, el tío!!! Manera de tocar…
Y no quedaba nada!!. Anastasia y una versión de World On Fire con los solos alargados para lucimiento del músico, como mandan los cánones del Hard rock…
Había tenido Thrash por un tubo en este domingo, pero un Pelletier nunca tiene suficiente. La sed de metal te corroe, la misma sensación que si le faltara la sangre al gran Lestat, así que me preparé para ver lo que los Slayer tenían preparado en su Final World Tour.
Los americ-anos salieron a la palestra entre luces rojas y oscuridad, mucha oscuridad, como si fuera un presagio de lo que queda en años venideros. Y es que la banda más en forma del Thrash deja los escenarios en medio de un panorama nada alentador en lo tocante a los Big Four, de los cuales solo Anthrax resiste estoicamente, con Mustaine lleno de achaques y Metallica convertido en “Algodón-ica”.
Volviendo al tema, Kerry King estaba totamente metido en su papel: headbanging como para unha boda, solos desde el primer tema y toda la presencia en un escenario que un buen guitarrista tiene que tener; en cambio, Tom Araya pareció entrar más flojo, como si el aire que hacía se llevara su voz a un sitio no cercano.

Foto de archivo por Santi Pelletier
Para el tercer tema, World Painted Blood, la cosa estaba solucionada y el barbudo frontman estaba en sus registros habituales. Por cierto, que grande Paul Bostaph en este tema, aporreando los parches para conseguir que esta suene como una apisonadora.
No es fácil distraerse en un bolo de esta gente, porque todo pasa muy rápido, sin tiempo a decir ni mú; nada de concesiones, nada de tonterías y es que el thrash nunca fue simpático, ni agradable…
Ni una palabra hasta la presentación de War Emsemble, en la que Holt se soltó a la guitarra solista y se marcó el primer solo de su noche, vigilado de cerca por King, que se puso su traje de faena y hacía la rítmica con su Speed V Handcrafted G2. Muy bonita, esta Signature, por cierto…
El respetable se volvía loco y la banda lo notaba encima del escenario, no dando tregua y completando un show mucho mejor que el que había cerrado este mismo festival en 2017, donde habían estado desangelados y con pocas ganas.
El escenario estaba plagado de focos de colores, como nunca antes había visto en un bolo de King y sus coleg-ass, demostrando que esta última gira está pensada para quedar en la retina de todos los thrashers y creando esa sensación de alegría por lo afortunados que somos pudiendo ver esto, pero también de tristeza porque todo tiene un final.
Musicalmente, nada que decir a mayores, nada que no hayamos dicho mil veces, nada… Simplemente, que actualmente y en directo es la mejor de las cuatro bandas del Big Four.

Foto de archivo por Santi Pelletier
Para concluir y con el recuerdo a Hanneman en la pantalla trasera, Araya se dirigió al público para dar las gracias, mientras por detrás del escenario comenzaba a sonar el ruido de los fuegos de artificio que ya vienen siendo habituales en el Hellfest.
Aún quedaba otro plato fuerte: nada más y nada menos que Tool pisaban tierras galas después de once largos años sin cruzar el charco y visitar la vieja Europa.
Aunque no son mucho el santo de mi devoción hay que quedarse a un acontecimiento así, más que nada por si algún día le gustan a tus nietos. Por esa extraña sensación de superioridad que se te queda cuando les dices que tú has estado!!!…
Maynard y los suyos salieron, como siempre, con este en segundo plano, lugar que no abandonó en todo el bolo. Gráficos muy psicodélicos acompañaban las letras y sobre todo la música de la banda, una de las abanderadas en el rock progresivo, con un gran número de seguidores, de premios y de discos vendidos.
No es mi rollo, así que tengo que decir que me aburrí un poco y solo la cerveza me sacaba de la somnolencia que me causaba el estilo musical y, sobre todo, el cansancio acumulado de 4 días en la fiesta del Infierno.
Sin más dilación y resumiendo: otra gran edición del Hellfest y a la espera de la XV.
STAY PELLETIER
@PelletierHorror
@redgra