Pardiñas: Cantando as Corenta. 4 de agosto de 2019.
De mi primera estancia en el FESTIVAL DE PARDIÑAS, hace casi tres lustros, guardo un buen puñado de recuerdos. Entre ellos hay uno que me inspira una sensación muy especial.
Veréis: un poco saturado de alcohol y de jaleo, echo a andar por los caminos. Fascinado por la belleza de los campos lucenses, me dejo llevar kilómetro a kilómetro. Al cabo de un rato estoy en paz con el silencio. Entonces el aire, que juguetea de cuando en cuando con el calor y los sonidos del paisaje, decide hacerme un regalo que nunca olvidaré: un eco lejano de instrumentos tintinea en la atmósfera como si fueran susurros de algún fantasma juguetón que se estuviera columpiando en mis oídos. En el escenario deben de estar probando el sonido y algún espíritu amable me lo trae hasta allí, anunciando de paso cuál va a ser mi destino para todos los veranos. Siempre el primer fin de semana de agosto.
En todos estos años he acumulado música, alcohol, experiencias y, sobre todo, amigos. Pardiñas de algún modo es mi hogar, aunque viva a 400 kilómetros de distancia. Tomarse unas cervezas bajo la copa de un carballo, sestear en la hierba, hacer un recorrido por los puestos, toparse con las gaitas junto al bar, perseguir al Bloquinho, husmear por la zona de luthiers, encontrarse con los viejos amigos y perderse entre los desconocidos… Innumerables huellas que se van acumulando para bien.
Un detalle: hay una pequeña experiencia que revivo año tras año (no soy el único), igual que un ritual que me llama de improviso, siempre en alguno de los conciertos del domingo, de todos los domingos: en algún momento, en mitad de la noche, mirando al escenario, siento una llamada silenciosa y vuelvo la cabeza a mi derecha. Allí está: una fila de árboles enormes y espigados se elevan hacia el cielo entre algunas penumbras y la luz indirecta de los focos y las lámparas. Son como ángeles de niebla. Me siento feliz sabiendo que siempre están ahí, esbeltos y serenos. He preguntado qué árboles son esos (técnicamente no forman parte de la carballeira, vaya). “Cipreses”, me han dicho alguna vez. La verdad, yo no acabo de creérmelo; en mi tierra los cipreses son árboles de jardín, estrechos y cerrados sobre sí mismos, con la copa peinada formando un pirulí. Estos se expanden hacia arriba con las ramas abiertas hacia el cielo y parecen estar ahí, a su aire, llenos de alma, plenamente conscientes.
Bien. Sobre los músicos y estilos que suenan cada año en aquella carballeira nunca he sido muy ducho. Casi prefiero dejarme sorprender a ver qué encuentro: bailes tradicionales, experimentos de fusión, nuevas músicas, jazz, ska, punk sociológico , hip hop sociopático, de todo. La cosa es fundir el presente, el pasado y el futuro e invitar a las músicas del mundo a vivir la celebración de la cultura gallega. Sin ir más lejos, este año hemos visto desde unos japoneses tocando música celta hasta unos portugueses desafiando la gravedad con su swing rockabillie, por no hablar de la presencia de ANXO LORENZO, OS CARUNCHOS, OS MELIDAOS, del rock comprometido de ZËNZAR o las voces y percusiones casi telúricas de HABELAS HAINAS. Demasiado para unas pocas líneas. De hecho, antes de llegar a su punto álgido esta edición del Festival de Pardiñas, musicalmente, ya estaba siendo una de mis favoritas.
Pero centrémonos: porque estamos aquí para constatar el acontecimiento del año, la gran celebración del XL ANIVESARIO DE PARDIÑAS, el concierto supremo que homenajea todas las historias, memorias, esencias y presencias de cuatro décadas de encuentros: hablamos de CANTANDO AS CORENTA, o sea del “PARDIÑAZO”.
Es domingo, pero contraviniendo la tendencia habitual de otros años, esta vez hay más público que el sábado; en realidad hay más gente que en ninguna otra velada de toda la historia del festival. La noche se enreda entre las percusiones lejanas, los ojos expectantes, el olor a churrasco, los litros de cerveza, las resacas vencidas, los murmullos impacientes. Hay un cartel lleno de nombres destacables, hay comentarios sobre artistas invitados, propuestas escénicas, ensayos secretos…, aunque la verdad es que prácticamente nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que vamos a escuchar y presenciar.
Una cosa es segura: el “diplomático” XURXO SOUTO será, por derecho y galones, nuestro maestro de ceremonias y sabrá hacer su trabajo. Él bautizará este evento y soltará sus riendas: ha llegado EL PARDIÑAZO.
Empieza el homenaje. Una sección de metales flanquea el escenario, creo distinguir algo que parece sonido de acordeones y ahí está la CORAL Y GAITAS DE XERMOLOS arrancando una obertura que resume generaciones y décadas de vida y presagia un gran acontecimiento. El público se ha congelado, está ahí y quiere estar en todo lo demás, como queriendo vivir plenamente ese instante y todo lo que al mismo tiempo ha de venir desde ese mismo momento hasta que la medianoche cambie para siempre el calendario.
Y así estaremos durante todo el concierto, hechizados en una burla al tiempo hecha por la música y la camaradería, por la comunión entre opuestos, por la gran ceremonia compartida por muchos a lo largo de los años. Estamos viviendo Historia. ¿Cómo resumirlo todo? Imposible.
La gaita de PEPE VAAMONDE abriéndose camino en medio de la noche, bien flanqueado por LA BANDA DEL PARDIÑAZO, magnífica durante toda la velada, engarzando destellos de soul y llevando el timón con sus metales.
De algún modo hemos iniciado un viaje pero nadie está seguro de a dónde ni por dónde. XURXO SOUTO viene y va; presenta, bromea, atrapa la solemnidad y la devuelve dando pista al BLOQUINHO DE XERMOLOS, aquellos que empezaron tantas cosas. Suenan festivos pero también hímnicos; no sé explicarlo bien pero evocan muchas sensaciones. KEVIN WEATHERILL, de los INMACULATE FOOLS, sube al escenario con esa pinta de duende trajeado y empieza con su propio repertorio, engrandecido por las gaitas de XERMOLOS, para acabar uniéndose a la fiesta pura y dura, balbuceando en galego aquellos versos que todos acabamos cantando alguna vez (Ya saben: “E pousa, e pousa, e pousa…”).
Xurxo anima el cotarro una y otra vez; capitanea la parte más juerguista y puramente pardiñeira. Cuando entona aquello de Fun a Parga e Guitiriz no sabríamos decir si es artista o público, porque aquello es ya una experiencia pánica. Una sonriente SUSANA SEIVANE también se suma, en una especie de cabaret que le brinda LA BANDA del PARDIÑAZO, siempre inspirada, antes de mostrar sus virtudes habituales para, algo más tarde, hacernos botar al grito de “¡Gaiteira!” en pleno aquelarre instrumental.
Todo está saliendo a las mil maravillas. Incluso los astros están de nuestra parte, porque miro hacia el cielo y contemplo a la mismísima Osa Mayor llenando el cielo de Pardiñas.
Hay mucho más: UXÍA nos balancea con su elegancia nostálgica e incluso el emblemático ANTON REIXA sube al escenario y, aunque a priori su aspecto recuerda más al sereno tertuliano que al descocado líder de aquellos míticos RESENTIDOS, su aparición resulta como mínimo entrañable y ¡ojo! Que uno se traga sus más flojas impresiones cuando finalmente le ve a tope en la versión más gallega imaginable de su Galicia Caníbal. ¡Qué diablos! ¡Que levante la mano el que no estaba deseando que llegara ese momento!
XOXÉ MANUEL PEREIRO con aspecto de punky patriarcal continúa el alboroto y nos recuerda que el pogo resucita a los muertos. Y también está SITO CARRACEDO avivando las máquinas con dibujos sonoros y vivaces. Y OS PAPAQUEIXOS, poniéndose balcánicos, sacudiéndonos en la parte ska del cerebelo. Aquello no era ya cuestión de detenerlo. Imposible dar debida cuenta de todo lo que está pasando y no solo en escena. Pero no os preocupéis: habrá un DVD para dejar constancia.
Justo antes del final, el escenario se llena hasta los topes con casi todos los músicos y algunos colaboradores entusiastas y allí se desata la tormenta. Para la despedida, la hermosa voz de UXÍA se adueña de la noche meciendo el abrazo colectivo de músicos y público. Inolvidable.
Y sí, no recuerdo el momento, pero no pude evitar volver la vista, otro año más, hacia esos árboles eternos que sujetan el cielo. Y vuelven a insistirme: “Son cipreses” Bueno, ¿qué más da? Tal vez lo sean: cipreses. Cipreses de Pardiñas con los brazos abiertos.
STAY PELLETIER
Yago Pelletier
@PelletierHorror
Onde conseguir ese DVD?
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