Las segundas jornadas de un festival suelen ser duras, ya que el primer día, fruto de la algarabía y emoción del comienzo de un gran fin de semana, suele ser digno de una gran celebración; lo que implica que en este segundo día tengas que regular el pH, si no quieres que la malvada resaca te amargue una buena jornada de conciertos.
En mi caso, la experiencia hizo que me tomase de una forma más relajada esa primera jornada, aunque esa regulación de pH tenía que hacerse de igual forma. El hecho de jugar en casa hizo que, una vez más, llegáramos al festival más tarde de lo previsto.
Viernes (7 de julio)
Las nubes de “Mordor” que habían desaparecido el primer día no quisieron perderse la jornada del viernes y, aunque cayeron unas cuantas gotas (nada grave), nos dieron una tregua. El agua sabía que el elemento protagonista del día iba a ser el fuego y vaya si lo fue.
Nada más entrar al recinto nos dirigimos rápidamente a ver a los Legacy of Brutality. El grupo de Puerto de Vega (Asturies) volvía al Resurrection Fest, después de actuar en la edición de 2011.
Tras pisar los escenarios del Wacken Open Air en 2016, los asturianos eran uno de los grupos nacionales más esperados por todos. Esta expectación la pudimos comprobar in situ, ya que miles de personas esperábamos la descarga de brutalidad de los portoveguenses.
Desde el primer momento, Legacy of Brutality demostró el por qué de tal expectación. Y es que salieron a machacar cráneos… Su death metal hizo temblar Celeiro y los festivaliers se lo agradecieron desde el primer momento, formando los primeros circle pits.
Tocaron temas de su último disco, “Giants”, como Cathedral of Hatred o Under the Hammer of doom, entre otros; no faltando temas de sus primeros discos, destacando un increible Behind The Black Mirror y un brutal Beyond the Walls of the Colosseum.
La solvencia y calidad musical demostrada por los asturianos es algo digno de admirar para los amantes de la música extrema; aparte gran actitud, que hizo que los miles de fans se contagiaran y no pararan de moverse en los continuos pits y en un increible wall of death.
Al terminar el concierto, la sensación que se nos quedó fue de que si este grupo tocara en el escenario grande por la noche, no pasaría nada; más bien lo hubiésemos agradecido, ya que ahora mismo es uno de los mejores directos del panorama nacional.
A ese escenario grande, el MainStage, fue al que nos dirigimos, tras pasar a degustar nuestra preciada Estrella Galicia: era la hora de Annihilator. Y pese a que solo eran las 7 de la tarde, el recinto estaba hasta arriba de peña.
Una larga espera por problemas técnicos hizo que el concierto se retrasase, por lo que el tiempo para tocar de los canadienses fue reducido sensiblemente.
Parecía que los problemas ya se habían solventado y el bueno de Jeff Waters & company entraban en escena con No Way Out. Un Waters que se encargaba de las labores vocales, tras la marcha de Dave Padden el año pasado, se mostró muy cercano con el público, muy agradecido e incluso bromeando, entre canción y canción.
King of the Kill sonaba en Celeiro y los circle of pits empezaron a ser todavía más grandes. El grupo, pese a su nueva formación, sonaba como si llevaran años tocando. Y es que, excepto el guitarrista Aaron Homma, que lleva en el grupo desde 2015, fue el año pasado cuando se incorporaron Fabio Alessandrini a la batería y Rich Hinks al bajo. En fin… Waters es una especie de Mustaine a lo canadiense, en cuanto a la gestión de su grupo se refiere.
W.T.Y.D. (Welcome to your Death) era el primer gran clásico de la tarde, o al menos eso creíamos, ya que fueron muy pocos. El concierto duró muy poco. El retraso inicial hizo que se acortara tiempo y nos quedamos sin ver y escuchar grandes clásicos como Alison Hell o Never Neverland. ¿Un concierto de Annihilator sin Alison Hell? Pues sí, aunque parezca mentira, fue así.
Second to None y Phantasmagoria pusieron punto y final a un concierto que nos supo a poco. Solo tenían 45 minutos y se retrasaron casi 15, así que calcula. No entendemos como un grupo de este nivel toca tan poco tiempo. Aún así, los canadienses mostraron una gran actitud en el escenario, sin parar de moverse y mostrando unas grandes cualidades técnicas. Esperemos volver a verlos por estos lares; eso sí: más tiempo, por favor.
Otros que tenían el tiempo contado, apenas 40 minutos, eran Vita Imana; pero a los madrileños eso no les importaba, ya que lo aprovecharon de una manera fulgurante.
Tocar a las 8 de la tarde en el Chaos Stage, ante miles y miles de personas, era algo que tenían más que merecido, puesto que los más de diez años de carrera y sus cuatro discos son más que suficientes para volver a tocar en el festival mariñán, tras las ediciones de 2011 y 2013.
Génesis y Gondwana abrieron un concierto explosivo (sin necesidad de fuego): Vita Imana salieron a comerse el escenario y al final se comieron casi el Resu entero.
Javier Cardoso no paraba ni un momento, realizando sus típicos saltos y patadas voladoras, y eso que el escenario estaba un poco resbaladizo, como nos comentó al día siguiente, mientras compartíamos unas birras. En Seis Almas incluso se tiró a las manos de un público que no paró de loquear ni un segundo.
No faltaron grandes temas como: Romper con todo, Mi camino, Un nuevo sol. No faltó el Wall of Death en Paranoia. El concierto tenía un ritmo frenético y eso que Dani tuvo un pequeño problema con la batería que se solventó rápidamente.
Ni los Resukids, que aparecieron en escena, se quisieron perder el que fue, sin dudarlo, uno de los mejores bolos del festival. Quizás no sea nadie y Mentes concluyeron un concierto que rozó la perfección. Vita Imana se comieron el Resu y volverán para volvérselo a comer.
El destino hacía que Architects y TruckFighters se solaparan. Personalmente, ya había visto a los dos grupos y al final me decanté por el fuzz rock de los suecos.
Era la primera vez en la jornada que pisaría el Desert Stage y sabía que los de Örebro no me defraudarían. Pisaban tierras gallegas por primera vez en su carrera y venían a presentarnos su último disco “V” (que incluimos en los mejores discos del 2016).
La energía que desprenden los suecos se apoderó del Desert Stage, en especial la del guitarrista Dango (Niklas Källgren), que es un auténtico terremoto en directo: sus movimientos, sus miradas enloquecidas, sus saltos… Parece que esté en estado de trance, cuando se sube a un escenario.
Sus compañeros, Ozo (Oskar Cedermalm) al bajo y voces, y Pezo (Oscar Johansson) a la batería se contagiaron del torbellino de su compañero y nos deleitaron con momentos inolvidables, especialmente la interpretación de Desert Cruiser, un temazo que alargaron hasta los doce minutos de duración.
Warbringer y Terror eran los grupos que tocaban justo después, pero había que hacer un alto en el camino: la noche empezaba a caer y había que fagocitar un pulpo á feira para reponer fuerzas (Galiza is different, Resurrection Fest is special).
A los que sí que fuimos a ver fue a Lost Society. No hacía ni un mes que los había disfrutado en el Copenhell y tenía ganas de volver a ver ese thrash metal lleno de energía.
Los finlandeses son un auténtico torbellino en directo (estos no necesitan Monster para activarse). Pese a su juventud, el grupo atesora tres discos en directo, editados ni más ni menos que por Nuclear Blast.
Braindead y KILL (Those Who Oppose Me) fueron el punto de partida de un viaje lleno de energía y velocidad (¡Tranquilos, que esta vez no iba de LSD!). Mucha gente se perdió este conciertazo para hacer sitio en las primeras filas del Mainstage para ver a Rammstein (creo que la única vez que hice eso fue en el Hellfest del año pasado, para ver a Black Sabbath).
Comandados por la voz de Samy Elbanna, Lost Society practican un thrash rápido y contundente, donde sus compañeros de mástiles, Arttu Lesonen en la guitarra y Mirko Lehtinen al bajo, están continuamente en movimiento, mientras realizan diversos coros. Todo ello bajo la potencia de Ossi Paananen a la batería.
Headbanging, saltos y un poco de locura son ingredientes perfectos para un concierto, donde el circle of pit surgía como si nada. Terror Hungry, I am the Antidote y la poderosa Riot fueron de los temas más aclamados en este concierto.
Lost Society es una banda perfecta para el Resurrection Fest, así que seguramente la veamos de nuevo por estos lares.
Llegaba la hora de los cabezas de cartel y todo estaba a punto para que Rammstein “quemara” Viveiro. Se podía decir que no cabía ni un alfiler en el recinto, así que decidimos ver la actuación desde la entrada del Pandemoniun, lugar estratégico para poder hidratarse ante las llamaradas.
La espera se hizo larga, los alemanas se hicieron desear, hasta que apareció una cuenta atrás en las pantallas y el primer petardazo de la noche. Christoph Schneider empezaba a martillear su batera y Ramm4 empezaba a sonar. La maquinaria germana comenzaba a rodar, los guitarristas Kruspe y Landers bajaban en una plataforma y Mr. Till Lindemann entraba en escena vestido de blanco, bailoteando, y lanzaba su sombrero con otro gran petardazo: empezaba el teatro, empezaba el show.
Y vaya show… Los alemanes empezaron con un sonido excepcional y una gran contundencia (se notaba el gran presupuesto que la organización había invertido para este concierto). Rammstein demostraban desde el minuto 1 por qué eran los cabezas. Te podrán gustar o no, pero no puedes negar que vas a ver un auténtico espectáculo.
La sensación que tuve al principio del show, fue la misma que tuve el año pasado en el Hellfest: un gran sonido, pero con un comienzo de concierto bastante lento; con temas como Reise, Reise, Hallelujah y Zerstören. Así que, en esos instantes, prácticamente vi más a los camareros de la zona Pandemonium que a los miembros del grupo. No voy a decir que me aburriera en esos comienzos, pero no son los temas de Rammstein que más me gustan.
Una vez de vuelta al concierto, tuve otra vez la misma sensación que en Clissôn, así que me voy a autoplagiar, porque este párrafo lo escribí para la crónica del Hellfest del año pasado y en el Resurrection Fest las sensaciones fueron las mismas:
“Keine Lust mejoraba un poco la cosa… Esos riffs hacían que el público se viniera arriba, pero llevábamos 20 minutos de concierto y todavía no habíamos visto el fuego. La verdad es que me sentía un poco “cromagnon”, siguiendo a la multitud y esperando a que apareciera el elemento del infierno.”
Este año, de nuevo, fue Feuer Frei! el punto de partida de los verdaderos Rammstein; el fuego aparecía en escena, los guitarristas tenían una especie de máscara escupe-fuegos y el público, como loco (como si nunca lo hubiera visto), empezó a gritar y flipar.
Seeman ponía de nuevo la calma y otra vez me sobraba medio concierto. Otra vez visita a la barra (y es que no hay nada como el nolopruebismo para combatir la sensación de hastío).
Menos mal que con “Ich Tu Dir Weh” y “Du Riechst So Gut” cambió la cosa. Estos eran los Rammstein que me esperaba: cañeros y sin contemplaciones, demostrando que eran los jodidos cabezas de cartel. Lindemann no nos dejaba de sorprender, primero arrojando una especie de chispas desde una plataforma y después con un arco con más chispas.
A continuación, el escenario se teñía de rojo para un cañerísimo Mein Herz Brennt, para continuar con Links 2 3 4. Todo había mejorado y seguíamos gritando como monos cada vez que escupían fuego.
La gran Traca final: “Ich Will” (personalmente, una de mis canciones favoritas), la archiconocida (hasta en la sopa) “Du Hast” (con pirotecnia y mascletá incluida) y la gran versión del tema de Depeche Mode, “Stripped”, que hizo que se me pusieran los pelos de punta (again). De lo mejorcito de la noche y me atrevería a decir del festival.
La sensación de todos los festivaliers es que estábamos viviendo algo muy grande. Tras una primera pausa, el público quería más, todos (excepto Rubén) teníamos más ganas de RAMMSTEIN. Llegaba el turno de la poderosa “Sonne”, “Amerika” y una gran “Engel”, con Lindemann volando en plan ángel, con unas alas escupefuego (más gritos de la peña, en “modo imbécil”), fueron los temas que escogieron los alemanes para cerrar el telón de su show.
Todo parecía que había acabado, pero para sorpresa del personal, Rammstein saltó a escena por tercera vez para interpretar por primera vez en directo en Europa el tema: Te Quiero Puta!. Ahora sí que la locura se apoderaba del Resurrection Fest, el público cantaba y los alemanes ponían fin a este magnífico espectáculo.
Después del circo, tocaba la caña; así que, cerveza mediante, nos dirigimos al Chaos Stage, para ver a Napalm Death.
Los ingleses saltaban al escenario con Silence Is Deafening. Su grind core se apoderó de un Chaos Stage lleno hasta la bandera y eso que muchos se habían marchado después de Rammstein.
Los de Meriden se centraron en la primera parte del concierto en su último disco, “Apex Predator – Easy Meat”, interpretando temas como Smash a Single Digit y How the Years Condemn.
Quizás el concierto no gozaba del mejor sonido, pero ver a los ingleses siempre es una gozada, ya que lo dejan todo en el escenario (hasta el bueno de Barney se cayó mientrás hacía sus típicos movimientos al cantar). Un Barney que chapurreaba castellano y que se dirigió al público diciendo que debería hablar en gallego y no en castellano ( es muy grande).
El momento que todos esperábamos fue con Scum, de su primer álbum. Con Suffer the Children y Nazi Punks Fuck Off pusieron el punto y final a un gran concierto; pese a que, como habíamos comentado anteriormente, el sonido no fue el mejor.
Aún teníamos ganas de más y nos acercamos a ver a nuestros colegas Display Of Power, ya que una buena ración de Pantera siempre viene bien. Pero a esas alturas de la película xa non estábamos para moita leria., aunque continuamos la fiesta en Viveiro (pero esas aventuras son más para la sección Horror).
He de decir que sobrevivimos y pudimos asistir al último día del Resu, pero eso habrá que contarlo ya en otro artículo, muy en breve.
Stay Pelletier
Texto: Santi Pelletier
Fotos: Xaime Pelletier y Santi Pelletier.