Sobrevivimos… No sé como, pero después de una larga noche conseguimos despertarnos para el tercer y último día de festival. El hecho de dormir en casa hizo que me levantara mucho más descansado que los de las Quechuas. Aún así, la regulación de pH era el primer objetivo del día.
DÍA 3: Sábado 8 de julio
El cansancio de los días se iba acumulando y al entrar al recinto la fatiga y la sensación de melancolía, porque el festival iba a llegar a su fin, se veía reflejada en las caras de los festivaliers. Cansancio, resaca y melancolía, pero había que aprovechar esta última jornada, ya que todavía quedaban buenos grupos por ver, muchas risas por echar y muchas birras (y otros brebajes) por beber.
Este año no había muchos pelletiers en el festi, así que descartamos el típico vermutheo de mediodía por las calles de Viveiro. Fuimos directos al festival, ya que teníamos ganas de ver de nuevo a Mutant, unos viejos conocidos del Resu (actuaron en las ediciones de 2013 y 2014).
Se notaba que era el último día y la peña necesitaba un respiro, ya que no había tanta gente a primeras horas como en los días anteriores; pero Pla, Cristian y Caki (componentes de Mutant) estaban dispuestos a darlo todo sobre el Chaos Stage.
Basaron todo su setlist en el último disco, “Pleiades” (discos del 2016), un auténtico discazo que en directo suena todavía más potente.
La calidad técnica de los gallegos se vio reflejada en un concierto que empezó con Alcione, un verdadero temazo cargado de continuos cambios de ritmo, pero sin perder la dureza y agresividad.
Tenía ganas de ver a Cristian, el nuevo bajista, en directo. Lo conocía de verlo con su otro grupo, Neverside, y la verdad es que encaja perfectamente en la banda: un gran músico que se une a otros dos grandes.
Quizás las paradas entre canción y canción rompían un poco el ritmo del concierto, pero Pla tenía que reivindicar la escena galega: “Hai que ir aos concertos nas salas, non só nos festivais”.
Guerra Florida provocaba los primeros pits de la tarde. No eran muchos, pero sí valientes los que se pusieron a “pegarse” en la brecha. Nueva parada (Pla, non fales tanto) y llegaba la hora de Obsidian y su combinación perfecta de sludge con thrash. Los estradenses (y el vigués) gozaban de un sonido perfecto y la peña se iba acercando cada vez más a este bolazo; quedándose más de uno sorprendido por este power-trío, seguramente.
Canvas ponía el punto y final a un concierto que se quedó corto debido al escaso tiempo que tuvieron. Una pena no poder ver más, pero los festis son así: una auténtica contrarreloj por equipos (bandas, crew, staff…).
Nuestros colegas vaskos nos recomendaron a Besta y hasta el Desert Stage nos dirigimos para verlos. No se equivocaban…
Personalmente, nunca los había escuchado… Mal hecho, porque este cuarteto lisboeta me dejó sorprendido. Practican un grindcore-punk políticamente incorrecto, o al menos así se denominan ellos. Guitarras rápidas y sucias, con una potente base rítmica para dejar rienda suelta a un Paulo Rui que se encarga de blasfemar guturalmente.
La verdad es que ver a Paulo Rui en directo es un auténtico espectáculo. No paraba de subirse por el escenario, moverse e incluso comerse el micrófono. La locura se apoderó de él, o, mejor dicho…, él se apoderó de la locura y nosotros nos contagiamos de ella. Un hecho destacable fue el detalle de que se dirigiera al público en portugués y no en inglés. Esto sería lo normal, pero si lo subrayo es porque ya lo vi en otras ocasiones, con otros grupos lusit-anos.
Gran concierto. Una putada el desconocimiento de sus canciones y discos… Me quedará como asignatura pendiente darles unas cuantas escuchas.
La cancelación de última hora de Krisiun, debido al mal tiempo sobre el aeropuerto de Madrid (Fck Spn), hizo que nos quedáramos por el Desert Stage. Un descanso de los concerts de vez en cuando no viene mal. Allí escuchamos el pesado doom de los Conan, ya que Arch Enemy no nos convencía mucho. La verdad es que en ese momento estaba a otros menesteres y no le hice mucho caso al bolo. Ser de la zona implica que conoces a mucha peña… Bueno… Ya sabéis como van estas historias… Salir, beber, hablar con la gente…
Sí que pudimos ver el final de concierto de All Out War y el potente metalcore de los neoyorquinos nos volvió a meter en faena; aunque el Ritual Stage no estaba para muchos trotes, ya que el barro en las primeras filas hacía que se viese un gran hueco. Normal, tras tres días de circle of pits, bailoteos y pogos, pero es un tema que creo que la organización podría solventar de alguna manera (serrín o paja, quizás?).
No acabamos de ver el concierto, ya que Mantar, uno de los grupos más esperados por mi parte, iban a comenzar.
La propuesta de estos alemanes que mezcla sludge, black, doom y hasta punk, era uno de los mayores atractivos de la jornada, de ahí la gran respuesta por parte del público, que abarrotó el frondoso cesped del Desert, paradójicamente (This is Galiza).
Hanno (de verdad se llama así, no es una coña de las nuestras) y Erinc hacen que parezca que la banda posea más miembros (quizás los rippers que aparecen en el videoclip de Cross The Cross les acompañen en los conciertos) y es que este power-duo es una auténtica bestialidad.
Con Cult Witness y Praise the Plague dejaban claro sus intenciones: destrozar nuestros cuellos, porque el headbanging que hicimos los miles de personas que estábamos en ese momento viéndolos, hizo que tuviéramos agujetas en el cuello unos cuantos días.
Una puesta en escena diferente, uno enfrente al otro, machacando los parches y la guitarra en cada nota, con unos rostros agresivos, al borde de la enajenación, hacía que el impacto fuese brutal. Temas como: Cross the Cross y Pest Crusade nos ponían a mil.
Y de repente… llegó Jesús. Quizás fue una de las anécdotas del festival y es que un auténtico person disfrazado de Jesucristo emergió entre los brazos de la gente para ponerse de pie enfrente al grupo… Hanno no dudó en ofrecerle una birra: “No puede estar Jesucristo en mi show sin una cerveza”, exclamó.
Esto provocó que las miles y miles de personas se vinieran aún más arriba. Y Era Borealis y White Nights cerraban el que, en mi humilde opinión, fue el mejor concierto de la jornada hasta ese momento (cuando vi a Obituary cambié de parecer).
La sensación de haber visto un gran concierto me invadía de nuevo y llegaba el momento de pisar por primera vez en todo el día el recinto del Mainstage.
Mastodon estaban dispuestos a dejar el pabellón bien alto, aunque no estoy muy seguro si lo consiguieron. Una gran lona con la portada de su último disco, “Emperor of Sand”, se erigía sobre el escenario y Sultan’s Curse, tema de ese mismo álbum, comenzaba a sonar.
La verdad es que en la primera parte del concierto estaba un poco lejos y el sonido no fue todo lo bueno que me esperaba, así que decidí acercarme un poco más para ver si desde más cerca el sonido mejoraba. En esa primera parte, los de Atlanta mezclaron temas de su último LP con otros más clásicos, como Divinations, The Wolf Is Loose, Bladecatcher, Blac Tongue y Colony of Birchmen. Pero, a partir de allí, “Emperor of Sand” acaparó de nuevo todo el protagonismo.
Vimos a unos Mastodon un tanto estáticos sobre el escenario. Quizás Bill Kelliher, al no encargarse de las parte vocales, podía moverse con más libertad por el inmenso escenario, ya que Brent y Troy son de la escuela de Mustaine (parece que tienen las botas pegadas al suelo).
Personalmente, me pareció un concierto por momentos aburrido, donde faltaron temazos como The Motherload, Curl of the Burl, High Road o Oblivion, entre muchos otros; pero está claro que si quieres centrar el concierto en tu último disco, se te van a quedar muchos temas en el tintero. Menos mal que finalizaron con Blood and Thunder, una de sus mejores canciones.
Al finalizar, me quedé con una sensación agridulce, así que nada mejor que una nueva visita a la barra para sacar ese gusto un tanto agrio, antes de ver a los noruegos Taake.
Ørjan Stedjeberg (Høst) y los suyos saltaban a escena maquillados, como buen grupo black metalero, pese a que aún la noche no se había cernido sobre el festival. La verdad es que ver un concierto de black metal a plena luz del día resta bastante al espectáculo, pero aún así miles de seguidores (algunos frikis maquillados, también) esperaban a los de Bergen.
Norbundet, de su penúltimo álbum, “Noregs vaapen”, abría este show, trasladándonos a las frías estepas noruegas, con un sonido más sucio que el habitual, ya que pude ver a este grupo el año pasado en el Hellfest (Hellfest 2016: Día 3), gozando de un mejor sonido.
Desde el primer momento, el respetable se entregó a la agresividad de los noruegos y eso que cantaban en su idioma natal (estoy seguro de que pocos de los que estábamos allí los habíamos escuchado antes). Du ville ville Vestland, Hordalands Doedskvad 1, proseguían un concierto donde los guitarristas, Aindiachaí y Gjermund, no paraban de moverse y realizar headbanging, mientras nos regalaban verdaderos solos y riffs épicos como en Fra Vadested til Vaandesmed; mientras que V`Gandr en el bajo (muy activo también) y Brodd a los parches sustentaban esa repetitiva y atronadora base rítmica, a la vez que Høst blasfemaba con su voz de ultratumba.
Buen concierto de los escandinavos que finalizó, como viene siendo habitual, con Nattestid Ser Porten Vid Part I, de su primer disco, también llamado “Nattestid Ser Porten Vid”.
Taake musicalmente les da mil vueltas a los Mayhem, pero claro…, ellos no quemaron iglesias, ni un antiguo miembro asesinó a otro y acabó en la cárcel, ni otro se suicidó… y esas cosas normales que hacen por las tierras norteñas. Pero antes de seguir hablando de Mayhem, había un concierto antes que, en teoría, eran los cabezas de cartel del sábado. Cambiábamos las tornas, porque era hora del punk-rock de Rancid.
A día de hoy, me arrepiento de haberme quedado en Rancid y no ir a ver a Orange Goblin. Lo siento por los fans de los californianos, pero personalmente prefiero a los londinenses. Cosas del destino (y del nolopruebismo) hicieron que me quedará a ver a Rancid. Soy un auténtico ignorante de este grupo, no conocía, ni conozco ninguna canción de ellos (ni falta que me hace) , así que no los juzgaré.
Sólo decir que era uno de los grupos que más esperaban los fans del punk (mira que dieron la vara algunos, ¡Eh. Steaf!), y que, según los entendidos, repasaron temas de sus más de 25 años de carrera. Iterpretaron canciones como Radio, Ghost of Chance, Time Bomb o Ruby Soho, entre muchas otras, haciendo las delicias de sus aficionados. Desde luego, yo no fui uno de ellos.
Antes de que acabara Rancid, ya me fui acercando hacia el Chaos Stage, para ver a Mayhem.
Veíamos el escenario totalmente oscuro y envuelto en una humareda y las luces lo tiñeron de azul, para que unas campanas dieran la señal de que el concierto comenzaba.
Los noruegos saltaban al escenario ataviados con unas túnicas negras y con la cara totalmente pintada. Estaba sonando Funeral Fog.
Mayhem estaban envueltos en una gira especial donde tocarían completo su primer álbum, “De Mysteriis Dom Sathanas”, el más aclamado y controvertido. Un disco en el que las voces fueron grabadas por el actual vocalista de la banda, el húngaro Attila Csihar, que volvería a Mayhem diez años más tarde (2004).
El sonido era bastante malo, no sé si tuvieron algún problema o algo, pero con Freezing Moon y Cursed In Eternity la cosa no mejoró. Attila parecía que estaba en una auténtica misa negra. No dejaba de realizar movimientos con las manos mientras “cantaba” (si a eso se le puede llamar cantar).
Era complicado distinguir el sonido de los guitarristas Teloch y Ghul, muy activos tras sus capuchas negras. Pagan Fears y Life Eternal proseguían un concierto donde la puesta en escena y el ambiente ocultista era perfecto (no así para los fotógrafos). Las luces, el humo, los crucifijos, hasta se podía ver un altar en medio del escenario con un par de velas. Todo ello con un telón de fondo donde se podía distinguir la foto de la iglesia del disco “De Mysteriis Dom Sathanas”.
El maldito sonido hizo que el concierto dejase de ser atractivo y fuimos muchos los que nos fuimos. Pero…, ¿a dónde ir?, porque ni Talco, ni Sabaton nos convencían; así que decidimos ir a ver a los bilbainos Porco Bravo.
Porco Bravo en directo es como tener sexo con una gorda resultona o un gordo resultón (según preferenci-ass) en una noche de locura. Al principio no te cunde mucho, pero a medida que vas bebiendo y los vas conociendo te ríes, te lo pasas bien y al final echas un polvazo que flipas… (musicalmente hablando, claro).
El Pork&Roll llegaba al Desert Fest, los de Barakaldo estaban dispuestos a dejarlo todo en el escenario… y vaya si lo hicieron.
Comenzaron su concierto con Mírame y Lasciva y su vocalista Manu “Gallego” ya empezaba a hacer de las suyas. Como cantante te puede gustar o no, pero como frontman no puedes negar que es cojonudo. Bromeando sin parar: “Boas Noites, Asturias” o “a ver…, que parecedes españois”, hizo que nos echáramos unas buenas risas.
Los vascos repasaron temas de sus tres últimos discos, mientras Manu seguía con su show (se le pudo ver con una bengala en el ojete o surfeando en una tabla de surf sobre la gente).
Es un grupo que le echa huevos sobre el escenario, que derrocha Eléctrica Actitud y que vive como si fuera la Última Noche (tema que dedicaron a Pulpo, guitarrista que falleció este año y que siguió esa filosofía de vida hasta el final de sus días). Creo que el gran Lemmy estaría orgulloso de esta gente.
Porco Bravo: sodes moi grandes.
Todo iba acabando, la gente se marchaba del Desert Stage con una gran sonrisa en la boca y caras de satisfacción por lo vivido; pero aún quedaba un concierto, así que nos dirigimos nuevamente hasta el Chaos Stage.
Todos esperábamos a Obituary. Todos, menos unas cuantas miles de personas que hacían “karaoke” con Sabaton en el Mainstage. Se nos hizo una espera muy larga, porque escuchar la música de Sabaton es un auténtico tormento, por no decir que es una mierda.
Menos mal que Obituary nos iba a hacer olvidar lo escuchado. El grupo de Tampa saltó al escenario con una gran expectación. Internal Bleeding, tema de su primer disco, “Slowly We Rot” (1989), daba el pistoletazo de salida al que, personalmente, sería el mejor concierto de la jornada y seguramente del festival”.
Sin una gran puesta en escena, con unas luces muy básicas, pero a los de Florida eso les dio igual. Chopped In Half y Turned Inside Out, ambas del disco “Cause of Death” (1990), continuaban un concierto donde el sonido fue mejorando en estos primeros temas.
Las intenciones de Obituary eran claras y no eran otras que ofrecernos el mejor concierto posible, con un set list que repasara los mejores temas de su carrera y no centrarse tanto en su último disco homónimo (que, por cierto, es un discazo).
Así fue como fueron enlazando temas nuevos con otros más clásicos. Este binomio (nuevo-clásico) es sinónimo de éxito seguro y los fans de la banda lo agradecimos enormemente. Disfrutamos de: Sentence Day, Dying, A Lesson in Vengeance, Find the Arise.
La conexión entre el grupo y el público era perfecta, puesto que la entrega demostrada por los de Florida era el broche perfecto a un gran fin de semana de festival.
La desgarradora voz de John Tardy retumbó por todo Celeiro. Seguro que una de las diez mil maneras de morir es escuchando Obituary a todo volumen, hasta que te explote el cerebro. Ten Thousand Ways to Die es un tema que funciona perfectamente en directo y donde los guitarristas Trevor Peres y Kenny Andrews dan rienda suelta a todo su arsenal sonoro.
Pero si hay alguien que dirige toda la rabia y agresividad de Obituary, no es otro que Donald Tardy, el batería que, junto a Terry Butler en el bajo, construye los cimientos de este grupo con su sólida base rítmica.
Los de Tampa proseguían con No, ´Till Death y Don´t Care. Los devastadores efectos de este auténtico huracán se convertían en caras de satisfacción de la gente.
En 2014 ya habíamos disfrutado en el Resurrection Fest de este grupo y esperamos volver a disfrutarlo muchas más veces.
Words of Evil y Slow We Rot pusieron el punto final a un magnífico concierto.
Por mi parte, el Resurrection Fest llegaba a su fin. Después de ver un concierto así, no quería ver nada más y mucho menos a unos tíos pinchando.
El festival viveirense acababa con la mejor edición hasta la fecha. Agradecer el esfuerzo de la organización por superarse año tras año, por sorprendernos, por traer a los mejores grupos del panorama internacional y nacional. Por el magnífico trato que nos dan, no sólo a nosotros, si no a todo el público en general.
Y aunque haya algunos aspectos que se les hayan escapado de las manos, estoy seguro de que lo solventarán.
Como mariñán e galego estou orgulloso de que o mellor festival da Península Ibérica se celebre a poucos kilometros do meu fogar.
Pelletier Horror volverá al Resurrection Fest, a contároslo y a no probarlo.
Longa vida ao Resurrection Fest
Stay Pelletier
Texto: Santi Pelletier
Fotos: Xaime Pelletier y Santi Pelletier.
Pingback: MIS BOLOS DE 2017: LUCES Y SOMBRAS (PARTE II) |