Llegaba la última jornada del festival y teníamos esa sensación agridulce de, que pese a los infortunios (día 1, día 2) y pese a la climatología, estaba siendo un buen festival.
DÍA 3 (Sábado 24 de julio):
El día amanecía oscuro y gris, y la lluvia amenazaba con hacernos una nueva visita, pero no nos importaba, ya que, armados con unas buenas botas y un chubasquero, estábamos preparados para enfrentarnos al último día de festival. Ya esperábamos que pudiera suceder cualquier cosa, pero eso nos daba igual. Como se suele decir: ya teníamos el culo pelado.
Los primeros conciertos de la jornada no nos seducían, así que aprovechamos para dar una vuelta por el festival, viendo la multitud de puestos de merch y demás menesteres que podías encontrar en el recinto.
La oferta gastronómica del festi era bastante variada, abundando los puestos de comida rápida, aunque podías saborear platos típicos daneses como el Smørrebrød (una especie de sandwich de carne) o Medisterpølse (una longaniza frita), entre muchos otros.
El primer grupo al que teníamos ganas de ver era Hatesphere. El Death Metal melódico de los daneses era uno de los grandes atractivos de la jornada, sobre todo porque tocaban en su país.
Era la segunda vez que visitaban el Copenhell (después de actuar en la warm up de 2013), pero la primera que lo hacían en el escenario grande. Un Helvíti que presentaba bastante cantidad de público, pese a que la lluvia ya había hecho acto de presencia.
He de decir que el hecho de que el suelo estuviera asfaltado, excepto en las dos colinas, hacía que solo se formaran pequeños charcos y no el temido barro, como sucede en un famoso festival alemán, cuyo nombre no quiero mencionar (creo que la mayoría de vosotr@s ya sabéis cual es).
Volviendo al concierto, Hatesphere salió a escena machacando tímpanos y rompiendo cuellos. New Hell era la primera muestra de lo que este joven quinteto nos iba a ofrecer y tanto al grupo como al público les daba igual la lluvia que cayera: iba a ser una hora cargada de diversión metalera.
Reaper of Life seguía esa dinámica demoledora. Este magnífico tema de su tercer disco, “Sickness Within” (2005), refrendaba lo visto hasta el momento; y eso que el guitarrista y fundador del grupo, Peter Lyse Hansen, es el único miembro que queda de esa formación, ya que desde 2010 la banda ha sufrido continuos cambios en la “plantilla”, debido a que parte de sus antiguos miembros se centraran en otros proyectos paralelos (I Am Fire, The Kandidate o Hell’s Domain entre otros).
Pero ese cambio de formación no ha mermado al grupo, si no que lo ha dotado de una savia nueva. Desde que en 2010 se incorporaran el vocalista Esben “Esse” Hansen y el batería Mike Park Nielsen, el grupo sacó tres auténticos discazos, como son: “The Great Bludgeoning” (2011), “Murderlust” (2013) y el ya citado “New Hell” (2015).
Estos tres discos conformaron el grueso del set list en el festival de la capital danesa. Temas como Resurrect With a Vengeance, Your Sad Existence, Murderlust, Lines Crossed Lives Lost o Iconoclast (este último tema contó con la colaboración del vocalista de The Black Dahlia Murder, Trevor Strnad) hicieron que sus compatriotas vibraran con un concierto lleno de energía y potencia.
Esos temas de sus tres últimos discos los supieron combinar a la perfección con temas de los primeros años de la banda. El ya citado Reaper of Life no fue el único tema interpretado de las primeras etapas de Hatesphere; canciones como Vermin, The Fallen Shall Rise in a River of Blood, Forever War, Disbeliever o Sickness Within, hicieron retumbar los industriales parajes de Refshaleøen.
Gran concierto de los de Aarthus, que en sus diecisiete años de existencia han sabido mantenerse fieles a su estilo, pese a los ya comentados cambios de formación. El Melodic Death Metal no está muerto; todavía se pueden seguir haciendo discos sin utilizar voces limpias y dar conciertos cargados de intensidad y brutalidad, como el vivido en este Copenhell.
La lluvia nos daba una pequeña tregua y nos dirigimos al escenario Pandemoniun. Otro grupo de jóvenes nórdicos nos iba a “amenizar” la tarde: en este caso era el turno de Lost Society, un grupo de thrash-speed metal finlandés.
Los finlandeses son un auténtico torbellino en directo. Pese a su juventud, el grupo cuenta con tres discos, editados ni más ni menos que por el sello Nuclear Blast.
Braindead y KILL (Those Who Oppose Me) fueron el punto de partida de un concierto lleno de energía y velocidad.
Comandados por la voz de Samy Elbanna, Lost Society practican un thrash rápido y contundente, donde sus compañeros de mástiles, Arttu Lesonen en la guitarra y Mirko Lehtinen al bajo, están continuamente en movimiento, mientras realizan diversos coros. Todo ello bajo la potencia y velocidad de Ossi Paananen a la batería.
Headbanging, saltos y un poco de locura eran los ingredientes perfectos para un concierto donde los continuos circle pit surgían de forma espontánea.
Terror Hungry y Rage Me Up hicieron que el público danés se envolviera en esa ensortijada “lucha” de empujones y saltos…; y es que la música de los fineses incitaba a ello.
I am the Antidote y N.W.L. continuaban ese frenético ritmo que solo se vio parado por un pequeño problema técnico que pasó desapercibido, ya que el bueno de Paananen aprovechó para realizar un magnífico solo de batería, mientras se solucionaba el asunto.
La poderosa Riot, de su último disco “Braindead”, puso el punto final a este bolazo. Tenemos que estar atentos a esta banda en los próximos años, porque Lost Society está evolucionando a pasos agigantados y les depara un gran futuro.
La maquinaria del Copenhell seguía rodando, pero necesitábamos un descanso… Una parada para hidratarte y sentarte siempre se agradece, especialmente el ultimo día de festival.
Mientras esperábamos a otros “jóvenes” nórdicos (los suecos Europe), escuchábamos al grupo local Huldre, que practicaban un folk-pagan metal que no nos llamaba nada.
La lluvia ya había parado hacía tiempo y parecía que unos pequeños rayos de sol daban la bienvenida a los sempiternos Europe.
Atesoran más de treinta y siete años sobre los escenarios (aunque pararon desde 1992 a 2003), once álbumes de estudio, múltiples recopilatorios y un himno ochentero universal y archi-conocido (nananana…nanana..na..naaaa); pero con una actitud jovial y energética, digna de respeto. Eso sí… Físicamente, los años no pasan en balde y el bueno de Tempest cada vez se parece más a una señora mayor (Mercedes Milá, tal vez…).
Fuera de bromas, este grupo merece un respeto. Hace unos cuantos años que los vi en el Hellfest y no me disgustaron para nada. En este Copenhell no teníamos muchas expectativas, pero la verdad es que no nos decepcionaron.
Comenzaron con temas de su penúltimo álbum “War of Kings”. La canción homónima de este disco y Hole In My Pocket daban el pistoletazo de salida a este concierto, pero fue con Rock The Night cuando los miles de asistentes se vinieron arriba. Se podía ver entre el público a los rockeros más veteranos del festival, que no dejaron de disfrutar (y de no probarlo) durante el transcurso del mismo.
A los suecos se les veía disfrutar sobre el escenario y no era para menos. Alentados por miles de personas, interpretaron temas clásicos como Scream of Anger, Sign of the Time o Ready or Not, intercalándolos con temas de su segunda etapa (2003-2017) , como Last Look of Eden, Firebox, Nothin´to Ya o The Beast.
El concierto estaba llegando a su punto final y Supertitious hacía que el bueno de John Norum nos deleitara con un gran solo, y eso que es un tema de la época en la que abandonó el grupo, debido a desavenencias musicales.
El teclista Mic Michaeli, fiel escudero y compañero de Tempest desde los inicios de Europe, empezaba a tocar la, quizás, melodía más famosa del rock de los ochenta: The Final Countdown sonaba en Refshaleøen y todo el Copenhell bailaba y canturreaba esta famosa canción, que ha viajado durante todo este tiempo a parajes más allá de las fronteras del Rock. Sin lugar a dudas, fue uno de los grandes momentos del festival.
No pasaron ni cinco minutos del final del concierto de Europe y Overkill ya estaban dispuestos a patear culos. Sabía que los de New Jersey no iban a defraudarme y estaba preparado para una buena ración de thrash metal.
A principios de este 2017, Overkill publicó “The Grinding Wheel”, su décimo octavo álbum de estudio (casi nada), y en ese verano iban a hacer una gira por varios festivales europeos ; parando, como no, en este magnífico Copenhell.
Cuando se saca un disco nuevo y se hace una gira de presentación se suele incluir unos cuantos temas de este en el set list, pero cuando estas en un festival la cosa cambia; el público quiere los grandes éxitos de la banda y Overkill, que están curtidos en más de mil batallas, ofrecieron al público danés un concierto cargado de himnos, en el que no faltaron temas como Rotten To The Core, Hello From the Gutter, Ironbound, Elimination o la poderosa Fuck You.
Bobby “Blitz” y D.D Verni, miembros fundadores del grupo, tienen más tablas sobre el escenario que todos los grupos de esta jornada juntos (con permiso de Europe), y la pareja de guitarras Derek “The Skull” Tailer y Dave Linsk parece más que consolidada. Es el puesto de batería el que más ha cambiado, pero como pudimos comprobar in situ, el fichaje de Jason Bittner (Shadows Fall, Toxic, Flotsam and Jetsam) ha sido un acierto, demostrando tener una gran pegada y poseer una técnica soberbia, recordando por momentos a su colega Chris Adler.
Damas y caballeros, niños y niñas, hagan caso a este humilde Pelletier: Overkill en directo nunca defraudan y son una apuesta 100% segura.
Tras tanto concierto, decidimos hacer una parada para fagocitar algo. Como ya comentamos anteriormente, hay una gran oferta de restauración y el hecho de que esté en varias zonas te da la posibilidad de “desconectar” un poco de los conciertos sin salir del ambiente festivalero.
L@s Daneses/as son amables y divertid@s, les gusta fiesta, la bebida (no lo prueban) y el buen comer. A grandes rasgos, tienen muchos parecidos con el pueblo gallego. Son gente cercana, pese a ser un pueblo del norte. Creo que no tienen nada que ver con sus vecinos escandinavos (suecos y noruegos). Más bien, son más parecidos a los finlandeses (no sé si habéis visto a algún finlandés borracho alguna vez, pero es una fiesta).
El ambiente del festival era insuperable; además, ya no llovía y el sol empezaba a ponerse. Rob Zombie era el siguiente concierto que íbamos a ver. Personalmente, no me convencía mucho la idea de ver un directo suyo después de la mala experiencia que tuviera hacía una semana en el Hellfest, donde no aguanté más de dos temas, así que me lo tomé con filosofía: ver el concierto cerca de la barra del bar.
La verdad es que no conozco la discografía de Rob Zombie (ni me interesa). A decir verdad, conozco más su filmografía. Así pues, me dediqué a saborear la Royal Beer, viendo el espectáculo de luces y sonidos pregrabados, mientras Rob intentaba cantar (si es que se le puede llamar cantar a eso).
Tras unos cuantos temas, More Human Than Human de los White Zombie hizo que me empezara a animar, para ponerme al mismo nivel de las miles de personas que estaban presenciando el concierto en ese momento. La cerveza me debía estar subiendo, porque a partir de allí empecé a “disfrutar” del concierto. Buena parte de culpa de ello la tenía el magnífico guitarrista John 5, que más tarde nos deleitaría con un gran solo de guitarra.
Rob Zombie es consciente de sus limitaciones vocales y no solo se rodea de grandes músicos, ya que el circo que monta es digno de ver. Aparte del gran despliegue de luces, del vestuario estrafalario, del atrezzo tipo Serie B que tiene por el escenario, de sus coreos de stripper borracha…, el tipo es inteligente y sabe agitar a las masas. Qué mejor manera de hacerlo que saliendo con la camiseta de fútbol de la selección danesa y portando la bandera de Dinamarca?.
El circo ya lo tenía montado, el pan se convertía en opio patriótico futbolero… En fin… Cosas veredes, querido Sancho.
El teatro acabó con el tema Dragula. Desde aquí quiero hacer un agradecimiento a Royal Beer, por ayudarme a pasar ese rato de una forma más o menos divertida.
El festival iba llegando a su fin, pero antes faltaba uno de los grupos que tenía más ganas de ver. Puntuales como un reloj suizo, Opeth salían a escena, en un abarrotadísimo escenario Hades.
Sorceress, la canción homónima de su último disco, abría el concierto de la banda sueca. Desde mi punto de vista, no creo que sea el tema más adecuado para comenzar un concierto, pero todos sabemos la evolución de Opeth a lo largo de estos últimos años, dejando más protagonismo a las voces limpias que a las guturales (prácticamente inexistentes en sus dos últimos discos).
La verdad es que este tema en directo gana bastante, sobre todo en la contundencia de los pesados riffs de guitarra; destacando también las labores de Joakim Svalberg en los teclados. Cuando escuché por primera vez Sorceress tenía dudas sobre como iba a sonar en directo el órgano, ya que tiene un papel bastante importante en la canción, pero esas dudas se me despejaron en seguida al escuchar y ver la magnífica interpretación del bueno de Joakim.
Ver a Opeth en directo debería ser obligatorio en cualquier escuela o conservatorio de música, ya que la calidad de estos músicos es sobresaliente. La figura de Mikael Åkerfeldt acapara todas las miradas, hipnotizándote y hechizándote con sus melodías y su amplio registro vocal; como pudimos comprobar en la magestuosa Ghost Of Perdition, una canción que contiene la esencia del grupo: esa mezcolanza sublime del death con sonidos más melódicos, propios del rock progresivo, psychedelic rock o jazz.
Cusp of Etenity volvió a traernos la calma; una calma que, precisamente , transmitía el grupo y, en especial, el bueno de Martín Méndez. La serenidad con la que toca el bajo choca en ocasiones con la agresividad musical de ciertos instantes; especialmente en temas como Heir Apparent, que volvían a poner al público a mil por hora.
Era, tema de su último disco, nos traía la versión más progresiva de la banda. Impecable Fredrik Åkesson en la guitarra, realizando un gran solo. Me pregunto si estos tíos fallaron alguna nota en todo el concierto, aunque esa cualidad es digna de cualquier grupo sueco que se precie.
El concierto iba terminando, Mikael seguía con sus monólogos habituales entre canción y canción, aunque esta vez mezclaba el inglés con sueco (o danés, vaya usted a saber), hasta que las primeras notas de Deliverance retumbaban en todo Refshaleøen. La enorme pegada de Martin Axenrot despertaba a un muerto. Desde que tomó el testigo de Martín López, la batería no ha tenido otro dueño. Su enorme y variado registro es la pieza que encaja y engrana esta maquinaria melomaníaca y Deliverance es el himno que todo ser viviente, con una inteligencia emocional mínima, debería escuchar antes de irse a la tumba.
Los caprichos del destino hicieron que Myrkur, otra de las bandas que más me apetecía ver, tocaran a continuación de los suecos, pero en el escenario Pandemonium.
La verdad es que pudieron esperar un poco entre la finalización del concierto de Opeth y el comienzo del de Myrkur, pero las temidas solapaciones (un hecho bastante raro en este festival) aparecieron justo en el momento más inesperado. No llegaron a coincidir más de cinco minutos, pero entre eso y llegar al otro escenario, me quedé sin poder entrar al foso, teniendo que hacer las fotos entre el público y con escasa luz.
Entre ir de un sitio a otro y tener que realizar una incursión entre la gente, casi había pasado medio concierto, pero eso no importó para que me quedara prendado por la voz de Amalie Bruun. Me sentía como Ulises ante los cantos de las sirenas… Su voz angelical nos iba atrapando y hechizando en temas como Hævnen, donde la sirena se conviertía en medusa, al desgarrar su voz de forma endemoniada.
Amalie era la auténtica Queen of the night, mostrando su lado más dulce en Onde børn y su lado agresivo en Mordet; acaparando todas las miradas con su vestido blanco, que contrastaba con las ropas oscuras de sus compañeros.
Myrkur basó su set list en su ep homónimo y su primer disco, titulado “M”, aunque nos regaló un avance de su último disco: “Mareridt”, interpretando el tema del mismo nombre.
Canciones como Nattens barn y Skaði volvían a sacar la vena más oscura y agresiva del grupo danés; auténtico black metal que hizo que el público enloqueciera.
Dybt i skoven y Skøgen skulle dø daban de nuevo el toque melódico que tanto caracteriza al grupo, y hacía que nos hechizasemos de nuevo con la voz de Amalie.
Myrkur demostró en el Copenhell tener un directo poderoso y seguro que los veremos el año que viene en el cartel de numerosos festivales.
Slayer era el siguiente grupo que tocaría y, personalmente, sería la tercera vez que los vería en tres semanas.
Los angelinos eran los encargados de cerrar el Hades, escenario principal, y antes de que empezara el concierto ya había una multitud de público esperando para la descarga thrashera de los norteamericanos.
Repentless fue el pistoletazo de salida de uno de los mejores conciertos de la jornada y del festival. Los cuatro jinetes del apocalípsis del metal nos iban a ofrecer sus más grandes himnos: The Antichrist, Mandatory Suicide, War Ensemble, Hallowed Point, Postmorten, Dead Skin Mask, Seasons in the Abyss, entre otros, retumbaban en Copenhague como si fueran a anunciar el día del juicio final.
El cansancio acumulado y el hecho de ver el mismo concierto por tercera vez consecutiva hacía que casi toda la emoción se fuera apagando poco a poco; todo lo contrario que en muchos de los festivaleros que todavía tenían fuerzas para “pegarse” en el pit.
Pero, aun así, ver a Kerry King y Tom Araya, acompañados por un Gary Holt y Paul Bostaph que parece que llevaran toda la vida en el grupo, hacía que pese a mis escasas fuerzas y energías disfrutara de los últimos coletazos del concierto, con temazos como South of Heaven, Raining Blood, Chemical Warfare y Angel of Death. A medida que iban sonando estos temas mi energía se iba recargando poco a poco y no era para menos.
Siempre recordaré el verano de 2017, aquel que vi a Slayer tres findes consecutivos.
Aún quedaba el concierto de The Black Dahlia Murder, pero nuestros cuerpos no estaban para otro concierto. Aun así , nos resistimos a abandonar el recinto (seguro que es una sensación que la has experimentado alguna vez, si has acudido a un festival). Horas de risas, buen rollo, cerveza (y otros menesteres), música y un sin fin de emociones que se juntan los instantes finales antes de acabar el festival.
Decidimos tomar nuestros últimos tragos al calor y a la luz de una hoguera, charlando amistosamente con unos daneses muy simpáticos, mientras escuchábamos la música del grupo norteamericano de fondo.
En ese momento todas los infortunios y malos tragos por los que pasamos, parecía que se habían desvanecido. Creo que ya estábamos preparados para entrar en el Valhalla… Ya estábamos bendecidos por los dioses nórdicos.
En los instantes finales antes de abandonar el recinto, echamos la mirada atrás como si despidiéramos a un amigo que se veía reflejado en el enorme grafitti del lobo, con la sensación de que volveremos algún año…
Stay Pelletier
Texto: Santi Pelletier
Fotos: Rakel Pelletier y Santi Pelletier