La primera jornada había transcurrido y los rayos de Lorenzo calentaban nuestras caras el sammedì por la mañana.
El ya sabido desayuno pelletier, la ducha reparadora y me fui directísimo al Main 2, donde Skindred estaban a punto de comenzar su show.
La banda de Benji Webbe es la perfecta para ponerte las pilas. Su mezcla de estilos y la fuerza que su frontman transmite en todos sus directos hacen que rápidamente te olvides de todos tus dolores.
Una congregación de festivaliers bastante abultada (para la hora que era) hizo que tuviera que sacar mis armas Pelletier para llegar a las primeras filas.
Para That´s My Jam los truquitos míticos ya habían surtido efecto y el respetable estaba volcado, saltando, gritando y … sudando!!!…
El Kill The Power (mezclado con un trozo de Out of Space de The Prodigy) y su buque insignia, Nobody, trajeron la apoteósis a la pradera del Main y dieron paso a Warning, tema con el que llegaron al final, dando un bolo corto pero en el que todo el mundo se lo pasó en grande, como siempre que los galeses se suben a la palestra.
Un paseo, un le vin, un aperitivo y las carpas me esperaban. En The Valley se preparaban Erinç Sakarya y Hanno Klänhardt para su descarga de Sludge Metal y allí me dirigí.
La banda de Hamburgo, Mantar, se ha hecho un rápido hueco en la historia de la música, gracias a álbumes como Death By Burning y Ode to Flame, pero los tiros no irían por ahí en estos primeros compases del bolo.
Age of The Absurd y Taurus, de su último lp The Modern Art of Setting Ablaze, nos mostraron el camino hacia ese sonido áspero que caracteriza a la banda alemana.
La pose de Hanno y la omnipresente batería de Enric no dejaban lugar a dudas de lo que ocurriría encima del escenario y, efectivamente, no hubo aventuras raras ni grandes derroches de originalidad. Lo que sí hubo y a raudales fue mucho metal, con un público extasiado y sin dejar de hacer headbanging hasta el momento de Era Borealis, corte en el que se desató la locura.
Así se toca, cojones…
El tema de fagocitar en el Hellfest es un momento grandioso, ya que, como siempre en los últimos años, la oferta es muy variada y nada cara. Así que me dirigí a disfrutar de uno de los placeres de esta vida, eligiendo en este sábado una parrillada argentina que ya conocía de anteriores ediciones.
Con el estómago lleno, un par de pichets entre pecho y espalda y otro en la mano, volví a las carpas para ver lo que nos ofrecía el Black Metal Melódico y orquestado de Carach Angren.
Un año atrás y en el mismo escenario había visto a Dimmu Borgir y lo cierto es que me esperaba algo parecido, en esta ocasión.
Nada más llegar me di cuenta de las similitudes en lo tocante a la música de las dos bandas. En cambio, la puesta en escena es bastante distinta, siempre en mi opinión, y teniendo en cuenta que Carach se subía a mediodía mientras Dimmu lo había hecho ya llegada la noche, factor que jugaba a favor de estos últimos.
Seregor (Dennis Droomers) es un frontman con un estilo totalmente distinto a Shagrath, mucho más dinámico en sus movimientos y puesta en escena. Una guadaña adornaba su micro, herramienta que el frontman agitaba y movía continuamente al son de los tambores de Namtar.
Baastian Boh (The Butcher), miembro no permanente de la banda, se une a ellos para sus bolos en directo y tengo que decir que es como si hubiera estado siempre ahí, adaptándose perfectamente tanto en la estética como en el sonido y haciendo que una guitarra LTD de siete cuerdas sonará mucho y muy bien.
Ardek aparecía tras el articulado brazo que sujeta los teclados en todos sus bolos, enmascarado y sin dejar de moverse, por lo menos tanto como su instrumento le permitía.
General Nightmare, The Carriage Wheel Murder o blood Queen fueron buenas muestras de lo que la banda ofrece cada vez que se sube a un escenario pero, en mi caso, tengo que decir que me gustó más la propuesta de Dimmu Borgir del año pasado.
Es cuestión de gustos…
Llegaba el momento…, la vuelta de nuestros hermanos Moonspell a las carpas galas…, momento esperado por este Pelletier como agua de mayo.
En esta página estaréis cansados de oír hablar de la gran formación lusa así que no os entretendré con el rollo de siempre. Si queréis saber más sobre los directos de Ribeiro y sus huestes, escribid Moonspell en el buscador… Putos vagos de mierda!!!
Aún y así comentar que el bolo comenzó, como viene siendo habitual en los últimos tiempos, con En Nome do Medo, consiguiendo volcar a una carpa hasta la bandera con la música de estos genios. Capa, máscara contra la peste, crucifijo con luz láser, nada faltó en el bolo que nuestros hermanos prepararon y que estuvo basado en su último disco, 1755, pero sin olvidar los míticos himnos de estos hombres con corazón de lobo. Hablo, como no, de Opium, Álma Máter o Full Moon Madness…
En definitiva, un gran bolo, con un Ribeiro que empezó más flojo pero que a partir del segundo tema se hizo con el escenario, con el respetable (que no era poco) y con un servidor…, que vivió uno de los grandes momentos de este Hellfest.
Poco me esperaba del siguiente concierto que iba a ver en el Main (poco o nada), pero aún así necesitaba reducir el nivel de exaltación de mi cuerpo serrano, así que me dirigí a por una cervecita y al susodicho escenario.
Allí estaba Sharon Den Adel, saltando y botando como una loca mientras sus “revolucionarios” compañeros de banda la secundaban, tal tio Gilito al billete de dólar. Ohh, lo que he dicho…
Los temas clásicos y el fuego hacían que las almas del respetable se transportaran a esta parte del infierno más suave, más bulliciosa y alegre, mientras tarareaban las letras que la banda les ponía en la pantalla de atrás, tal y como si de un karaoke se tratara… En fin… Lo de siempre, pero con un show menos visual que en otras ocasiones y sin colaboradores sorpresa (léase Tarja Turunen en 2016).
Gracias por haber venido, Within Temptation, pero nos vamos a otra cosa…
La otra cosa no es más que el regreso de Johan Längquist a Candlemass. El frontman vuelve a sus orígenes, por la puerta grande, sustituyendo nada más y nada menos que a Mats Levén, el frontman de los últimos seis años.
Los de Estocolmo se subían al Altar bien entrada la tarde, para llevarnos a los primeros tiempos del Doom Metal y la verdad es que, tanto los músicos como el propio Johan, salieron muy enchufados, como si realmente estuvieran en los años 80, pero con más canas.
Leif Edling, bajista y principal compositor, mostró desde el principio quien manda, situándose a la derecha del cantante y buscando constantemente la cercanía con sus esbirros y con el respetable, en general.
Previsiblemente, sonarían varios temas de su primer disco, debido a que fue el trabajo en el que había participado el nuevo/viejo frontman, pero no fue así y tuvimos que esperar casi al final del bolo para que sonará A Sorcerer’s Pledge, extraída de este trabajo.
La carpa estaba repleta ya en los primeros temas, The Well of Souls y Dark Reflections, y las “brechas” eran constantes en las primeras filas, lo que mantenía a los suecos en volandas y con ganas de dejar un buen sabor de boca.
El concierto se me hizo corto y cuando me quise dar cuenta ya estaba sonando Black Trinity, tema en el que Johan estuvo más flojo en el apartado vocal, pero en el que el resto de la formación estuvo sublime y, como no, Solitude, que ponía el broche de sangre al show, entre los aplausos del público, los fotógrafos y hasta algún que otro segurata.
Decidí, después de los ritmos pesados del Doom Metal, pasarme por el Kingdom Of Muscadet “a tomar unhas tazas”, como se dice en mi pueblo, para ver si me alteraba un poco la sangre. Con mi jarra y con Def Leppard de banda sonora me senté en la pradera a pasar el tiempo. Nada se me antoja mejor para ver a los engendros gabachiers enfundados en sus disfraces corretear y hacer el bobo, como si de buenos Pelletiers se tratara, por todo el recinto.
El momento no me decepcionó y pude ver de todo…; pero en el Hell todo dura poco y, sin tiempo a digerirlo, le tocaba el turno a uno de los platos fuertes del día, del festival y de mi vida…
La gira 50 aniversario de los ZZ Top recalaba en Francia para hacer un show extendido y con mucho lucerío para lo que estamos acostumbrados a ver de los americ-anos. Aun así, las viejas cosas familiares seguían en su sitio: las largas barbas, los sombreros y las gafas de Dusty y Billy, o el pañuelo en la cabeza. Novedades sí, pero sin pasarse…
Got me Under Pressure arrancó los primeros aplausos después del solo final y dichas palmadas dieron inicio a I Thank You (cover de Sam & Dave, 1968); que, a su vez, dio paso a Waitin´For The Bus, momento en el que ya me relajé y me dediqué, única y exclusivamente a disfrutar del sonido del hard rock más clásico, ignorando por completo todo lo que sucedía a mi alrededor.
Los de Houston escogieron unos trajes llenos de brillantes, unos micrófonos que consistían en unos tubos repletos de leds (bastante feos, en mi opinión) y una pequeña renovación en sus instrumentos, tanto en el bajo como en la guitarra, dejando entrever que aún les quedan unos años haciendo lo que más les gusta y que las modas pueden influenciarles un poco, pero no cambiarán su estilo ni aunque Joey Di Maggio se ponga tonto.
El bolo fue transcurriendo entre temazo y temazo. Gimme All Your Lovin, la icónica para los pelletiers Beer drinkers and Hell Raisers, Sharp Dressed Man, y La Grange, que acabó con Dusty fumándose un puro.
El show no fue una caja de sorpresas, pero si colmó las expectativas de todo el mundo que salió de allí con ese regustillo que dejan las grandes cosas, esa satisfacción que recorre tu cuerpo por dentro y que no es fácil de contar. Ni es fácil, ni quieres hacerlo… Que se joda el que no estuvo…
Mientras tanto, los suecos Dark Tranquility ponían patas arriba al respetable del Altar, llegando incluso al punto en el que Michael Stanne se bajó de las tablas e hizo un Dúo con una guapa mujer que se agolpaba contra la valla, buscando dar todo su apoyo a la banda de Death Metal.
Esto es el puto Hellfest, señores… Todo puede pasar…
La noche había caído sobre el Val de Moine y era el momento de que apareciera uno de los Headliners más esperado, pero también más criticado…
Artistas alabados por muchos y repudiados por otros tantos… Vividores de rentas como nadie, artistas del artificio, de las máscaras y de la ostentación.
Al grito que nos invitaba a ver el mejor show del mundo, saltaban los Kiss al escenario. Bueno, más bien bajaban desde el techo en plataformas elevadoras, a ritmo de Detroit Rock City.
El bolo comenzó con toda la pomposidad de la que presume la formación y para cuando llegó Say Yeah, cuarto tema, Paul Stanley ya nos había dado varios discursitos. El fuego había aparecido por doquier, la purpurina no era para menos y ya habían ejecutado varios truquitos del manual del viejo rockero. Dichos trucos son los archiconocidos por todos de jalear al público de la derecha y luego al de la izquierda para hacer una especie de batalla de gritos, el otro de ponerse los guitarras juntos y moverse al unísono y, para mezclar bien todo esto, una buena ración de relamidas al micro por parte de Gene Simmons. Cóctel perfecto para muchos, a juzgar por los caretos del momento.
Ahhh… Me olvidaba… El eeeehh eeeehh yeah tampoco faltó… en I love It Loud… Todo originalidad, los chicos de Nueva York.
Una alargada versión del Heaven’s on Fire, tema popularizado y mucho por la MTV de los ochenta, nos metía de lleno en War Machine, con Simmons haciendo las veces de frontman, además de tocar el bajo y escupir llamaradas mientras las turbinas escupe fuego, a su vez, no daban abasto.
La gente aplaudió, no sé si tanto como Stanley esperaba (a juzgar por su “guauuuuuu”), pero aplaudió…
Lick It Up y llegaba el momento del solo de Eric Singer (actual The Catman) en 100000 years, que además nos aproximaba a la mitad de las dos horas para las que estaba programado el bolo.
Justo después, en Cold Gin, llegó el momento de Tommy Thayer, para marcarse su solo a las seis cuerdas. En mi opinión, ni siquiera los fuegos artificiales fueron suficientes para sacarme del sopor que me produjo tal cosa. Supongo que la culpa no la tiene el bueno de Thayer, pero la verdad es que ahora estamos muy acostumbrados a que la nueva hornada de guitarristas, tan técnicos y metódicos, se arranque unos solos mucho más contundentes. Hay que dejar las cosas para el que sabe…
El vuelo de Paul, la lengua y la sangre cayéndose por los ropajes de Gene, el bajo con forma de hacha del bajista, el fuego, la pólvora, la brillantina, el I Was made for loving you… Hubo de todo “como para unha boda”, antes de los encores.
Justo después del receso, Eric Singer se sentó detrás del piano y se puso el mono de trabajo para interpretar Beth, balada que nos transportó grandes momentos de otros Hellfest, como cuando Steven Tyler (Aerosmith) cantó Dream On o David Draiman extasió a todo el mundo con la interpretación de The Sound of Silence.
Con esto llegó la despedida, pero los más duchos en esta materia sabíamos que aún quedaba en el tintero Crazy Crazy Nights y Rock ‘n Roll all Nite y que los neoyorkinos no se irían sin tocarlas.
Unos minutos después, nos dieron la razón y un montón de globos anunciaban el primero de los dos temas, para después tocar la última, entre un sinfín de confetti.
No se puede decir que haya sido el concierto de mi vida…
Nunca te puedes ir a dormir con el mal gusto que genera un bolo cuando no te satisface. Esto es y será una de las primeras normas Pelletier; así que, tal y como tenía el pH, la tienda parecía estar muy lejana.
Ante tal situación, me dirigí a una de las zonas nuevas de esta edición, al Party Tent en primera instancia y al Fury Tent medio minuto después. Os preguntareis qué cojones son estos “tent”, no?. Pues bien, se trata de dos nuevos after que vienen a completar la oferta del Metal Korner. El de siempre sigue a lo suyo y alberga los conciertos en directo de la warm up y una mezcla de heavy metal que va desde los sonidos más extremos a los más melódicos.
Mientras tanto, el Party Tent se enfoca más hacia la fiesta en sí, sonidos heavy y rock ochenteros, estética más parecida a las antiguas discos y todo el mundo a bailar…
La tercera carpa en discordia, el Fury tent, se queda con el apartado más extremo de la música que amamos y ahí podemos pasarnos horas escuchando Black, Death, etc, etc.
Increíble de nuevo, la organización del festival galo…
Poco más que añadir a este sábado de Hellfest, así que STAY PELLETIER y en nada os contaremos lo que ocurrió el domingo
@PelletierHorror
@redgra