
Madrid, Real Jardín Botánico UCM, 29 de junio de 2018.
Viernes 29 de junio. Una mayoría aplastante de parroquianos metaleros de interior llena la Caja Mágica de Madrid para ver a Guns n’ Roses y todos sus acompañantes del Download Festival. Mientras tanto, unos pocos marcianos estábamos donde probablemente Slash hubiera querido estar. ¿Dónde? En el Botánico de la Universidad de Madrid. ¿La razón? Jeff Beck, maestro de maestros, el genio al que admiran todos los guitarristas que nosotros admiramos, está a punto de ofrecer uno de los pocos conciertos que este hombre ofrece fuera de territorio anglosajón. No somos dignos. Así que allá vamos.
El entorno es una pasada: vegetación, nada de atascos en las barras, mercadillo, terrazas…. ¡No parece un festival!. Además, por experiencias anteriores (Imelda May, Marillion, Robert Plant…), esperamos muy buen sonido.

Mientras anochece, la serbia Ana Popovic sale a escena y suelta unos guitarrazos de aúpa. Descarga sus repertorio de Hard Blues y rock acelerado con una buena banda que no acaba de sonar bien al 100% (¡Lagarto,lagarto!). La cosa se va animando y arreglando, porque la dama lleva 20 años de tablas y es pura electricidad. Sus manos recorren el mástil como un gato persiguiendo a un ratón. Se diría que a Gary Moore la salió una hija respondona, porque la chica tiende a efectos hard’n’heavy , lo hace de fábula y, a veces, le da un aire muy Hendrix a la cosa. Además, tiene una presencia imponente; como si a las altas y rubias suecas del landismo les diera por cazar osos.
Una hora de traca que vale la pena, francamente. Si toca cerca de tu casa, vete a verla.
Y luego llega Mr. Jeff Beck, que acaba de cumplir 74 años. Sabiéndolo, uno no puede evitar
pensar que, a cierta edad, el tiempo es muy injusto con los pobres mortales y no trata a todos
por igual. En su caso, el dios Cronos ha sido muy, muy generoso, porque el tipo mantiene una
percha espectacular y sus dedos reparten sabiduría y salvajismo por las sufridas cuerdas de su
Stratocaster: pulgar, slide y palanca torturan el instrumento en pos de la belleza.
El bolo arranca con el riff denso y sórdido de Pull It, de su último disco ‘Loud Healer’ (fabuloso),
enlazando con algunas notas de Stratus (homenaje a otro maestro, Tommy Bolin) para
finalmente desahogarse con la bellísima Nadia. Tres instrumentales, cero pausas y un abanico
de estilos y sensibilidades que raya en lo peligroso (desde la furia hasta la sutileza más
imperceptible).

El peligro está en el riesgo y Jeff Beck siempre ha sido un guitarrista atrevido y experimental
que huye del éxito en favor del arte, lo cual le ha cosechado enemigos y fracasos dentro del
sistema, pero la más rendida admiración de la mayoría de los genios de la guitarra eléctrica
(desde Blackmore a Satriani, por ejemplo) los cuales le consideran el puto amo. Su segundo
nombre es “riesgo” y esto compromete su show para los que realmente no somos muy
duchos en sutilezas jazz, fusión, tecno o le que le pase al brujo por su cabeza.
Muchas veces estos conciertos instrumentales no son el colmo de la diversión precisamente,
pero el maestro llama inmediatamente a Jimmy Hall, un vocalista que parece el primo de
pueblo de Mick Jagger y juntos nos recuerdan que Jeff Beck es uno de los padres del Hard Rock
y el Blues británico, con aquel acojonante Jeff Beck Group y antes los Yardbirds.
La pareja descarga clasicazos como Morning Dew, A Change is Gonna Come o Superstition, más
un homenaje al blues de Otis Rush (que también era una fuente de inspiración para Led
Zeppelin), temas que alterna con instrumentales propias y versiones de todas las épocas del
señor Beck. La calidad es suprema, un curso de técnica instrumental, pero también de emoción
escénica. Para mi sorpresa, las franjas instrumentales del concierto no bajan la emoción ¡más
bien la suben! Estamos todos embobados, pero no estáticos. Y el sonido, impecable, los
instrumentos nítidos, contundentes y con aire entre ellos: la perfección.
Hay que decir que Jeff Beck viene muy bien flanqueado, visual y musicalmente. Él acapara casi
toda la atención, con sus gafas de sol gigantes, sus greñas con flequillo, su chaleco, su
pañuelo, su antipática flema británica: puro Soho años 60. A su izquierda el mejor bajista que
he escuchado en muchos años, la maravillosa Rhonda Smith, con nervio, con marchita y con
una potente imagen: morena, sonriente, vestida con colores claros y unos rizos selváticos; en
contraste con Vanessa Freebairn-Smith, aparentemente tímida, sentada junto al contrabajo,
vestida de negro, pelo rubio y lacio y gesto de catequesis; parecía salida de una novela inglesa
del siglo XIX.
Y luego está ese genio llamado Vinnie Colaiuta, creando percusiones imposibles; percusiones
que literalmente dialogan con la guitarra, usando los silencios de un modo musical, subiendo y
bajando la intensidad de los diálogos. El gachó es tan marciano como el propio Beck y la
prueba está en su variado y estrafalario currículum (Frank Zappa, Satriani, Sting, Quincy Jones,
Eric Clapton, Herbie Hancock o ¡Megadeth!).

El “primo” de Mick Jagger tiene la voz avejentada, lo cual es ideal para el blues, pero además
suelta cataratas vocales y llega a notas jodidas. Idóneo para el repertorio. Después de que el
concierto termine con la mítica versión instrumental de A Day In The Life, el viejo Jimmy es el
encargado de hacer que truenen los bises, con una poderosa versión de You Shook Me (¿serían
capaces de hacerla hoy en día Jimmy Page y Robert Plant? ¡Lo dudo!) y una gran Going Down
(se la habéis escuchado también a los Purple de David Coverdale) que ,curiosamente, también
había interpretado Ana Popovic. No pasa nada, ambas versiones sonaron tremendas.
Entonces, sin que nadie lo hubiera reclamado, se acaba el concierto, el viejo Jeff borra su
pose de militar inglés y nos muestra un rostro simpático y agradecido (sorpresas te da la vida).
Sin duda el yayo disfruta con lo que hace y nosotros, pues también. ¡Qué diablos! Hemos
recibido una gran lección sin necesidad de ponerse intelectuales y, lo mejor, nos vamos a casa
con la sensación de haber oído sonidos de guitarra que nunca más volveremos a escuchar.
Stay Pelletier
