El 2 de Junio de 2017 quedará ya para siempre grabado a fuego en la memoria de las más de 50.000 afortunadas almas que se congregaron en el Paseo Marítimo de Algés para asistir al tercer concierto de la gira europea de Guns N Roses, en su retorno al viejo continente, dentro de la esperadísima gira de reunión “Not In This Lifetime Tour”.
Como no podía ser de otra manera, Pelletier Horror estuvimos allí para contarlo.
La expedición de engendros partió a primera hora de la mañana, cargada de ganas, ilusión y cervezas. Tras la obligatoria parada técnica para comer, alrededor de las 16:30 (hora local) llegábamos a las inmediaciones en la capital lusa; momento en que empezaron a sucederse una serie de incidencias que trastocaron ligeramente nuestros planes iniciales, en cuanto a horarios se refiere.
Casi una hora para entrar a la ciudad debido al intenso tráfico y un pequeño problema de logística a la hora de encontrar el hostal que teníamos reservado, hicieron que nuestra salida hacia el recinto se demorase hasta bien pasadas las 18:00.
Desgraciadamente, el cúmulo de imprevistos no terminaba ahí…
Después de un buen tramo ya recorrido en taxi, cual fue nuestra sorpresa al comprobar el colapso absoluto de las carreteras de acceso a nuestro destino, lo que nos obligó a bajarnos en medio del trayecto y emprender el camino a pie…. Casi una hora caminando que, sin embargo, se hizo más amena de lo esperado gracias al avituallamiento en forma de zumo de cebada y a las hermosas vistas que pudimos presenciar en el camino (como anécdota del trayecto, ver pasar en nuestra dirección dos furgones con lunas tintadas custodiados por la policía, lo cual hizo volar nuestra imaginación acerca de quién podía ir allí dentro… Por supuesto que saludamos con la educación y cortesía que nos caracteriza).
Poco antes de las 20:00 comenzamos a divisar por fin nuestro objetivo. Si bien es muy criticable el caos que se formó para acceder por carretera, hay que reconocer que una vez allí, la entrada a las instalaciones se produjo de forma increíblemente fluida, a pesar de la inmensa cantidad de gente que no paraba de llegar.
La primera impresión, una vez dentro del Golden Circle, es que la diferencia de precio con respecto a las entradas de “pista normal” está más que justificada. Desde Pelletier Horror ya habíamos advertido que el esfuerzo económico merecería la pena para quien pudiese permitírselo y la fehaciente prueba de ello se veía reflejada en algunas caras de la gente que ocupaba las primeras filas, fuera de la zona Golden, considerablemente lejos del escenario, cuyas miradas transmitían una mezcla entre resignación, arrepentimiento y envidia (quién sabe si sana o no).
Un espacio en el que no solo estás pagando por esa proximidad al escenario, sino también por la comodidad de disfrutar del espectáculo sin agobios y sin parecer sardinas enlatadas; ya que el número de entradas puestas a la venta en esta zona fue muy inferior al necesario para completar el aforo. O al menos así fue en Lisboa….
No perderemos la oportunidad para resaltar y denunciar como se las gastan en nuestra querida “Españistán”, donde dos días después se pudo ver en el Vicente Calderón un Golden Circle que casi doblaba en tamaño al de Lisboa y estaba prácticamente lleno. Si, para más inri, a esto le añadimos que el precio de las entradas era sensiblemente mayor (181 pavos, el Golden Circle de Madrid, frente a los 138,50 de Lisboa, nada menos)…. Nunca nos cansaremos de decirlo: por estos “pequeños detalles” y por muchas cosas más… Portugal rules!!!.
Por fin estábamos dentro. Felicidad. Primera visita a la barra y directos a posicionarnos frente al escenario. Debido a nuestro imprevisto retraso, quizás no logramos situarnos todo lo cerca que nos hubiese gustado, pero por contra gozábamos de total libertad de movimientos, sin dejar de disfrutar de una ubicación privilegiada; especialmente si uno se daba la vuelta y veía todo lo que tenía detrás….
Faltaban ya escasos minutos para el gran momento y obvia decir que nos perdimos a los dos teloneros. Nos hubiera gustado ver a toda una leyenda del grunge como Mark Lanegan, aunque personalmente creo que la elección no fue la más acertada para “calentar” a un público que está esperando a Guns N Roses; habiendo infinidad de bandas de rock más adecuadas para la ocasión, como por ejemplo cualquiera de las que los acompañaron antes de la gira europea.
Marcaba el reloj las 21:00 cuando, con puntualidad británica, sonaba la sintonía de los “Looney Tunes”, anunciando la inminente aparición en escena de la legendaria banda de Los Angeles. El gigantesco Frank Ferrer asomaba ya detrás de la batería, seguido del entrañable teclista Dizzy Reed, la extravagante Melissa Reese y el carismático guitarrista Richard Fortus. Pocos segundos más tarde, irrumpían al mismo tiempo el gran Slash y Duff Mckagan, cada uno de un lado del escenario, cuando empezaba a sonar “Its So Easy”. Inmediatamente después, entraba en escena Axl Rose.
Ya estaban todos, los teníamos ahí delante, a escasos metros. Demasiados años de espera, pero sí: estábamos viendo por fin a los Guns N Roses.
Después del clásico tema de apertura, seguido como ya es habitual desde siempre por la magnífica “Mr. Brownstone”, llegaba la canción que da nombre al último álbum oficial de la banda (ya en la época sin Slash ni Duff), “Chinese Democracy”. Sin ser un gran admirador de ese último trabajo de Axl, debo admitir que tiene grandes temas; entre ellos este, que para nada desentona en el repertorio y que claramente funciona muy bien en directo.
Sin dar ningún tipo de tregua, la banda enganchaba con dos de los trallazos más esperados. Todo un himno como la icónica “Welcome To The Jungle” y la arrolladora “Double Talkin Jive”, completaban un inicio de concierto sencillamente fulgurante.
Las primeras impresiones tras este gran comienzo eran la de estar viendo a un grupo que saltó al escenario a darlo todo, sin escatimar lo más mínimo e intentando conectar con el público en todo momento. Si bien es cierto que una de las grandes incógnitas era el rendimiento de Axl Rose, esta quedó disipada enseguida. Desde el primer instante se pudo apreciar que el pelirrojo tenía el día. Entró a matar y en sus ojos se apreciaba esa “mirada del tigre” de las grandes ocasiones.
En cuanto al sonido, teníamos ciertas reticencias debido a las críticas que nos habían llegado en este aspecto sobre el comienzo del concierto de Bilbao, solo dos días antes. Nada más lejos de la realidad… Esa desconfianza se desvaneció desde el primer minuto, pudiendo disfrutar de un sonido absolutamente impecable, de principio a fin.
Se cernía la noche sobre el cielo de Lisboa cuando llegó el turno para “Better”, otra de las concesiones al disco de Axl y sus mercenarios. Dentro del excelso nivel general durante todo el concierto, no fue precisamente este tema lo mejor de la velada; más bien podríamos decir que fue de lo más flojo que pudimos escuchar, aunque hay que admitir que la intro que se marcan en esta canción es realmente fantástica.
Uno de los momentos álgidos en todo directo de los Guns es siempre la interpretación de “Estranged”. La que es, sin lugar a dudas, una de las obras cumbres del grupo a nivel creativo y de inspiración (y una de mis debilidades a nivel personal) sonó majestuosa, limpia, cristalina…
A continuación, caía la primera versión de la noche, si bien es cierto que ya casi podemos considerar “Live and Let Die” uno de esos temas que Guns N Roses han conseguido hacer en parte suyos. La pirotecnia tomaba protagonismo en el escenario. Le siguió “Rocket Queen”, grandiosa como siempre y acertadamente alargada, con duelo de solos incluido, entre Slash y Fortus.
La siempre enérgica “You Could Be Mine” fue con diferencia uno de los temas más coreados por un público que estaba ya irremediablemente entregado a unos ídolos que estaban, literalmente, bordándolo.
Transcurría el show ajustándose a lo previsto en cuanto al set-list, cuando llegó el momento Duff Mckagan. El carismático bajista se ponía al micrófono y se arrancaba con “New Rose”, precedida por un fragmento de “You Can’t Put Your Arms Around A Memory”; momento que aprovechó Axl para dar el primer respiro a sus exigidas cuerdas vocales.
El show avanzaba inevitablemente hacia su ecuador, entrando temporalmente en una dinámica más tranquila, pero no por ello menos intensa. Debo reconocer que “This I Love” fue probablemente el tema que más me sorprendió, seguramente porque mis expectativas sobre él no eran las más altas. Sonó imponente, colosal, con un Axl rayando la excelencia. La siempre desgarradora “Civil War”, poniendo el vello de punta al respetable, fue seguida por el emotivo homenaje al recientemente malogrado Chris Cornell, con la interpretación de “Black Hole Sun”; uno de los momentos más especiales, sin duda, de esos que se quedan para siempre en la retina del espectador.
De pronto, empezaron a escucharse los latidos de un corazón, que marcaban el comienzo de “Coma”; canción esperadísima por cualquier “true fan” y joya indiscutible de la discografía gunner. Un tema oscuro, lleno de cambios, distintas atmósferas y texturas que, como no podía ser de otra manera, fue ejecutada con maestría e hizo las delicias de una audiencia irremisiblemente rendida al espectáculo que estaba viviendo.
Nuevo y merecido descanso para la voz de Axl. Si anteriormente era Duff el que le concedía tregua al vocalista, esta vez fue Slash el que tomó todo el protagonismo, para goce y deleite de su legión de seguidores.
El genio de la chistera impartió en el escenario su enésimo clinic sobre como tocar una guitarra con feeling, pasión y buen gusto, dando una auténtica lección magistral a las seis cuerdas durante casi un cuarto de hora:
comenzó un pequeño solo improvisado de introducción, enlazando con una genial versión del “Johnny B. Goode” de Chuck Berry que desembocó en el siempre recurrente tema central de la película “El Padrino”. Portentoso, soberbio…. Se agotan los calificativos para definir lo de este hombre, que, sencillamente, parece de otra galaxia.
Sin dar respiro, las últimas notas del solo de Slash dieron paso al super-hit que catapultó al estrellato al grupo, hace ya 30 años: “Sweet Child O’Mine”. Con Axl de vuelta en el escenario, dio la impresión por primera vez que todas y cada una de las más de 50.000 personas se desgañitaban cantando, hasta el punto de apenas escucharse la voz del propio Axl y haciendo temblar literalmente el Paseo Marítimo de Algés. Impresionante.
Después de la siempre salvaje e irreverente “Out Ta Get Me”, potente y adrenalínica como un puñetazo en la cara, el concierto entraba en la que seguramente fue su parte más épica…. Nuevo mano a mano entre Fortus y Slash en una cover del “Wish You Were Here” de Pink Floyd absolutamente sublime y que, unida a la parte final del “Layla” de Derek And The Dominoes con Axl ya al piano, daba paso al que para muchos fue el clímax de la noche: “November Rain”. Si bien toda la canción fue monumental de principio a fin, los compases finales resultaron simplemente celestiales, desatando la emoción y erizando las pieles de los asistentes. Tan solo faltó la guinda de ver a Slash subido encima del piano…. No será por la insistencia con la que se lo pedimos.
Imposible concebir un directo de Guns N Roses sin la inevitable “Knocking On Heaven’s Door”. Si antes apuntábamos que “Live and Let Die” es ya considerada casi como de cosecha propia, podríamos afirmar que la versión del tema de Bob Dylan es ya desde hace tiempo una canción de los Guns por pleno derecho. Un corte en el que se explayaron, estirando su duración considerablemente, y en la que hubo cabida para la improvisación, la interacción de Axl con un participativo público y el lucimiento personal de los dos guitarristas.
Lamentablemente, el final del espectáculo estaba cada vez más cerca, pero no sin que antes una atronadora y potentísima “Nightrain” nos volase la cabeza, directamente.
Llegaba la hora de los bises que, curiosamente, ni siquiera dieron tiempo a ser reclamados por la masa, ya que la banda estaba de vuelta escasos segundos después de haberse retirado.
La siempre conmovedrora “Patience”, con Slash sentado y empuñando una guitarra acústica, daba paso al momento más inesperado de la noche… Quizás uno de los grandes lunares de esta gira reside en la previsibilidad del set-list, en el cual suelen realizar siempre las mismas (y escasas) variaciones de un concierto a otro. Si algo le faltaba a lo que estábamos viviendo para rozar la perfección era ese factor sorpresa.
Todo el mundo esperaba un repertorio idéntico al del primer concierto de la gira en Dublín, en un guión que hasta el momento se estaba cumpliendo estrictamente y que dictaba que tocaba escuchar la versión de “The Seeker” de The Who, cuando de repente…. BOOOM!!! “Whola Lotta Rosie”, de AC/DC; un tema que a Axl le queda como un guante, como ya había demostrado varias veces con la banda de Angus Young, y que puso la guinda perfecta para un pastel que aún no nos había saciado.
Ahora sí, el final era inminente…. Pero… qué final!! Pocas canciones mejores se me ocurren para cerrar un directo que la festiva y poderosa “Paradise City”, la cual puso patas arriba a todo el recinto en lo que fue una auténtica explosión de locura y desenfreno, donde no faltó el confetti y la pirotecnia. El fin de fiesta perfecto para un concierto inmenso.
Analizando individualmente a los protagonistas, lo primero que sería de justicia decir es que Axl Rose volvió a callar muchas bocas. Cantó a un nivel altísimo, todavía conserva ese característico y demoledor chorro de voz rasgado, el cual sabe dosificar con oficio, tirando de falsete cuando es necesario sin que la canción se resienta. Sufrió en algún momento puntual, como es lógico en un repertorio tan exigente y al alcance de muy pocos vocalistas, pero supo sacar adelante su actuación con la solvencia propia de la estrella que es.
Si vocalmente el pelirrojo estuvo de notable alto, en actitud se merece un sobresaliente. Desplegó un derroche físico encomiable, pese a esos kilos de más (que en realidad no son tantos, para su edad), no paró de moverse en toda la actuación (con la dificultad que ello supone a la hora de cantar), se le vio disfrutar en todo momento e incluso cayó algún baile “serpenteante”, como en los viejos tiempos. El gran Axl parece que ha vuelto definitivamente para quedarse.
Duff Mckagan es una auténtica rock-star, capaz de llenar un escenario él solo. Es el motor y el pegamento de esta banda, el alma punk de Guns N’ Roses, el causante de que todo esto esté pasando. Su presencia escénica es imponente. Derrochó clase, personalidad y estuvo, como siempre, sólido y preciso al bajo. No se puede ser más “cool” que el rubio de Seattle.
Y qué decir de Slash….. Una vez más, superlativo. Volvió a hipnotizarnos con el sonido de su inseparable Les Paul, haciendo aflorar todo tipo de emociones y conmoviéndonos como solo él sabe hacerlo, en lo que fue una actuación estratosférica. A pesar de mostrarse como en él es habitual, algo tímido y distante sobre las tablas, llegó a arrancarse con alguna que otra carrera por el escenario, para disfrute de los presentes. Enorme, el morenito de los rizos y la chistera. MVP indiscutible del partido.
Del resto de la banda, destacar que todos estuvieron a la altura de lo que de ellos cabía esperar. Dizzy Reed siempre sobrio y efectivo a los teclados, al igual que Melissa Reese en los coros y efectos. Frank Ferrer, siempre discutido por los fans que no se olvidan de Matt Sorum y, especialmente, de Steven Adler, cumplió con creces, aunque lo sigo viendo lejos de ser el batería idóneo para Guns N’ Roses.
Mención especial se merece Richard Fortus, que demostró que encaja a la perfección en esta banda, tanto por imagen como, sobre todo, por sus indiscutibles cualidades como músico. Un guitarrista al que no le pesa la responsabilidad de compartir escenario con tres leyendas vivas, que sabe asumir su rol de gregario de Slash, sabiendo cual es su sitio en todo momento y siempre al servicio de una banda que no le queda grande en absoluto. Por si fuera poco, en los momentos que le dejaron para su lucimiento personal, soprendió a más de uno; dejando patente que estamos ante un guitarrista sensacional. A todos nos gustaría ver al gran Izzy Stradlin sobre las tablas, pero a falta del genial guitarrista de Indiana, pocos podrían desempeñar mejor el papel de escudero de Slash que Fortus. Todo un secundario de lujo.
Evidentemente, no todo fue perfecto. Entre los aspectos mejorables, además de los ya mencionados problemas en las infraestructuras para desplazarse hasta el evento, apuntar que se echaron de menos más baños (especialmente cerca del Golden Circle); prueba de ello son las “zonas alternativas” que la gente se vio obligada a improvisar en situaciones límite, para poder evacuar….
En cuanto al show en sí, complicidad prácticamente nula entre Axl y Slash, salvo algún tímido acercamiento; algo que tampoco sorprende a nadie, a estas alturas. Es evidente que la relación entre ellos sigue sin ser la mejor, pero tampoco lo era principios de los ’90 (puede que incluso fuese peor entonces) y no deja de ser parte de la mística y el morbo que siempre persigue a esta banda.
En cuanto al set list, personalmente me sobró alguna versión, quizás eché en falta algún tema de los Illusions en detrimento de alguno del Chinese y el orden de las canciones lo vi mejorable (temas como “Welcome To The Jungle” o “Estranged”, dos balas infalibles, fueron disparadas demasiado pronto). Aún así, estamos hablando un repertorio excelso, que resultó muy dinámico y que no dio tregua al espectador en ningún momento.
Es bastante triste que entre los puntos negativos del concierto tengamos que acordarnos de parte del público; resaltando claramente lo de “parte”, porque la inmensa mayoría de la audiencia lisboeta vivió el show con las ganas y entusiasmo que la ocasión merecía y estuvo a la altura de principio a fin. Por supuesto que cada uno es libre de sentir esto como le plazca, pero sorpendía muchísimo ver la frialdad y pasotismo que muchos mostraron, como si con ellos no fuese; especialmente en el Golden Circle, donde se supone que si te rascas el bolsillo a ese nivel, es porque realmente estás interesado en lo que vas a ver.
Mención aparte merece el tema de los móviles…. Estaban los que les dio por grabarse el concierto enterito (algo bastante molesto si te toca sufrir delante ese maldito smartphone en alto que dificulta tu visión del escenario) y los que estaban más preocupados de salir bien en la fotito para subir a las redes sociales que de disfrutar plenamente el concierto.
Que estáis viendo algo histórico, insensatos!!! En fin…. Muerte al postureo!!!
En definitiva, si algo hemos sacado en claro de esta maravillosa experiencia es que Guns N Roses han cambiado, sí, pero la esencia sigue intacta. En Pelletier Horror ya habíamos apuntado cuando analizamos esta gira que poco tienen que ver con el grupo que reinó hace 25 años. Es un hecho que ya no son “la banda más peligrosa del planeta”. Axl ya no vive peleado con el mundo, pero es un placer verle feliz; Slash y Duff ya no salen al escenario puestos hasta las cejas, pero están tocando mejor que nunca.
Nadie podrá negar que Guns N’Roses son una máquina perfectamente engrasada que han superado con creces las expectativas y que despliegan un directo apabullante; probablemente el mejor que se puede ver a día de hoy en lo que a rock se refiere.
No solo ofrecen un nivel de profesionalidad seguramente nunca visto en ellos hasta ahora, sino que la química y por momentos la magia aún están presentes. Están de vuelta. Ellos, pero, ante todo, lo más importante: sus canciones. Eternas.
No sabemos si la montaña rusa de emociones que vivimos en Lisboa será algo irrepetible… Esperemos que no…. Lo que sí tenemos claro que es fue algo inolvidable.
STAY PELLETIER.
Quero morrer en Lisboa!!! Hay que volver ya!!!!
PD: Gran crónica Keflletier!!!!
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